Breve introducción a la Santa Biblia con glosario


person Autor: L'Appel 1

flag Tema: Introducción


Nota: Traducido del francés.
Título original: Petite introduction à la Sainte Bible
Editorial: L'Appel, Tonneins – BORDEAUX, Francia

«Toda la Escritura está inspirada por Dios» (2 Tim. 3:16).

«Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre» (Juan 20:31).

1 - Prólogo

La Santa Biblia es, en su totalidad, la Palabra de Dios, revestida de su autoridad. Dada por inspiración del Espíritu Santo, es la revelación del único Dios verdadero, de su amor y santidad, de sus pensamientos y obras. Es infinita en su alcance, en sus aplicaciones y en la secuencia de sus diferentes partes. Es perfecta. Es santa. No queremos faltar a la verdad y al respeto al hablar de ella. Es, pues, apelando a toda la gracia de Dios como nos atrevemos a presentar esta nueva edición de la Pequeña Introducción a la Santa Biblia, con su glosario.

Su objetivo no es exponer todos los grandes pensamientos de Dios revelados en las Escrituras. Pretende más bien ayudar a los primeros lectores de la Biblia a encontrar los elementos de su alimento espiritual, las enseñanzas fundamentales.

El lector perseverante pronto descubrirá puntos en la Palabra de Dios que esta breve introducción no aborda. Sentirá la necesidad de profundizar en los temas que menciona. Pedirá a Dios la ayuda del Espíritu Santo para comprender cada día un poco más sus revelaciones. Y podrá leer con provecho obras más completas.

Utilizando la imagen del alimento que necesita nuestro cuerpo en las diferentes etapas de su desarrollo, Dios mismo muestra que su Palabra responde a las necesidades de los pequeños niños en la fe, así como a las de los cristianos más avanzados:

«Tenéis necesidad que alguien os enseñe los rudimentos de los oráculos de Dios; y habéis llegado a tener necesidad de leche, y no de alimento sólido. Porque todo el que participa de leche, es inexperto en la palabra de justicia; porque es un niño. Pero el alimento sólido es para los que alcanzan madurez» (Hebr. 5:12 y siguientes).

Que la lectura regular de la Palabra de Dios, verdadero alimento de su alma, le conduzca al estado de hombre hecho.

2 - Preliminar

2.1 - El libro de los libros

La Biblia no es un libro como los demás; no es “un producto de nuestra cultura”, como a veces se dice. Es la Palabra de Dios, la Verdad, para todos, en todas partes, siempre, la Verdad definitiva, única, necesaria. La Biblia no es un libro que “contiene” la verdad, es la verdad (Juan 17:17). No hay revelación de Dios fuera de la Biblia. Nunca la habrá.

Dios no se engaña a sí mismo, no nos engaña a nosotros: no hay error en la Biblia, no hay contradicción real. Es infalible. Las aparentes contradicciones solo prueban la insuficiencia de la inteligencia humana ante la mente de Dios.

Dios empleó a unas 40 personas para escribirla. No nos dieron sus razonamientos, ni sus sentimientos personales, sino la revelación divina bajo la inspiración del Espíritu de Dios. Los 66 libros que escribieron tienen una unidad y una armonía que prueban su origen divino.

En la Biblia, no solo los pensamientos están inspirados por Dios, sino también las mismas palabras con las que fue escrita originalmente; esto es inspiración verbal. La inspiración es un acto de autoridad divina que dirige a hombres especialmente preparados. Es un misterio. Los libros llamados “apócrifos” no son inspirados; aunque tienen interés documental, no tienen la autoridad de Dios. –La Biblia no recibe su autoridad de la Iglesia; al contrario, es la Iglesia la que está sometida a la autoridad de la Biblia.

La Biblia misma demuestra que es enteramente divina: en efecto, acompañada por la fuerza del Espíritu de Dios, tiene la virtud de dar vida nueva a quienes aceptan al Salvador que revela. –Otro signo excepcional es que este libro es a la vez el más antiguo y el más difundido del mundo, el libro internacional, traducido a más de 2.000 lenguas y dialectos.

La Biblia comprende el Antiguo Testamento, que abarca desde la creación del mundo hasta la venida de Jesucristo, y el Nuevo Testamento, que nos lleva desde el nacimiento de Jesús hasta nuestros días, y nos ofrece una visión profética del “fin del mundo” y de la eternidad futura.

Nuestras Biblias son traducciones de manuscritos antiguos que Dios ha conservado cuidadosamente. Fueron escritas en hebreo y arameo para el Antiguo Testamento, y en griego para el Nuevo. El Antiguo Testamento fue escrito en los 15 siglos anteriores a nuestra era. El Nuevo Testamento se compuso íntegramente entre los años 40 y 110 d.C.

Existen muchas traducciones en español. La mayoría de ellas son fieles al texto original, tan fáciles de leer e inteligibles como esta fidelidad permite. La traducción llamada “Del Nuevo Mundo” no reúne todas estas características. –Algunas ediciones están anotadas. Las notas lingüísticas, históricas, geográficas o arqueológicas pueden ser interesantes; las notas basadas en la crítica racionalista, en el razonamiento humano, son peligrosas.

La Biblia revela 3 personas divinas y eternas en Dios: el Padre, el Hijo único de Dios y el Espíritu Santo. Su unión es tal que se puede decir: hay un solo Dios. Es un misterio y, sin embargo, una realidad absoluta: la razón calla, la fe lo acoge.

No podemos captar con nuestra inteligencia terrena todo lo que contienen las palabras Padre e Hijo, pero nos bastan para la relación que estamos llamados a tener con Dios en el tiempo presente. Ciertamente, no significan que el Hijo de Dios, persona divina y eterna, tuviera un principio; sugieren la relación de comunión, sin principio ni fin, entre el Padre y el Hijo. Dios se expresa a través del Hijo. El Hijo creó todo y mantiene la existencia de las cosas y de los seres. ¿Acaso la creación no demuestra la acción de una inteligencia y un poder divinos e ilimitados?

La Biblia nos ha sido dada para que conozcamos a Dios y a su Hijo Jesucristo. Dios también quiere que nos conozcamos a nosotros mismos, de dónde venimos y adónde vamos. Quiere anunciarnos su maravillosa salvación por medio de Jesucristo, después de habernos convencido de que estamos perdidos. En esta vida presente, que hemos de recorrer en cuerpos perecederos, nos deja la responsabilidad de nuestras decisiones y nos hace pasar por diversas experiencias; nos pone a prueba: ¿le creeremos, le reconoceremos tal como es, y a nosotros mismos tal como somos ante él, aceptaremos su salvación? Recuerda el versículo 31 del Evangelio según Juan (20:31).

La Biblia es una guía indispensable para esta prueba, y es a través de ella que Dios habla a todos, especialmente a los que quieren entender su propia vida. Llena las necesidades profundas de sus almas, y los colma de gozo en Dios. Los instruye en realidades eternas, ocultas a sus ojos y fuera del alcance de su inteligencia natural. Estas cosas invisibles son de la mayor importancia, ya que son las únicas que permanecen cuando la muerte nos priva de todo lo que es visible y palpable.

2.2 - Cómo leer la Biblia

La Palabra de Dios debe leerse despacio. Para empezar, lo mejor es comenzar por el Nuevo Testamento y leerlo metódicamente, siguiendo el orden de los libros, y no saltando de una página a otra según el impulso del momento.

La Biblia se lee con humildad y fe. Se dirige al corazón y a la conciencia, más que al intelecto. No es para la mente crítica. No busque ideas, historias, predicciones o maneras de triunfar, sino simplemente escuche a Dios. Pídale que lo ilumine. Es él quien le habla personalmente: este soy yo, este es usted; escuche y venga a mí. No se detenga por el momento en lo que no comprende; eso vendrá después. Lo que necesita está dicho sencillamente. La Biblia se explica por sí misma; lo que lea después le ayudará a entender lo que le resultaba oscuro. Los lectores, cuya cultura está impregnada de fetichismo no deben considerar la Biblia como un nuevo fetiche; eso sería un insulto a Dios y un perjuicio a sí mismo.

Dedique cada día un tiempo a esta lectura, preferiblemente por la mañana. Ore con perseverancia; quienes han recibido mucho de la Biblia dicen que “la aprendieron de rodillas”. Esté convencido, antes de empezar, de que Dios es verdadero, de que la Biblia es verdadera (el primer hombre pecó por escuchar al tentador cuestionar la Palabra de Dios, y por querer adquirir conocimiento independientemente de Dios). Busque primero al Señor Jesucristo. Olvide sus prejuicios, someta su voluntad a él, esté dispuesto a creer y obedecer.

3 - El Nuevo Testamento

Dios quiere establecer su propia gloria en todo el universo, así como la gloria y el gozo de su Hijo único. En su soberanía, ha decidido que el hombre se asocie a esta gloria y gozo.

Ahora bien, Dios es justo y santo, mientras que el hombre y la creación están manchados por el pecado. Por eso, a causa de su amor, Dios envió a su Hijo Jesucristo a la tierra para quitar «el pecado del mundo», y «para destruir las obras del diablo» (Juan 1:29 y 1 Juan 3:8). El Hijo completó perfectamente la obra que el Padre le había encomendado (Juan 17:4). Por eso el Padre lo ha sentado «a su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado… y ha sometido todas las cosas bajo sus pies» (Efe. 1:20-22). También le dará la realeza en la tierra (véase “Reinado” en el glosario).

Por grande que sea la gloria de esta realeza, mayor aún es la gloria eterna que Dios prepara para su Hijo. En la «nueva creación», fuera del alcance del pecado, en el despliegue sin fin de todas las perfecciones divinas, son los hombres purificados por la sangre de Cristo, y no los ángeles, los que constituyen la compañía del Hijo de Dios, la esposa que estará unida a él para siempre. Incluso ahora, el Espíritu Santo está preparando a estos creyentes y uniéndolos para formar la Iglesia, o la Asamblea (ambas palabras tienen el mismo significado).

¿A qué preguntas el Nuevo Testamento responde?

Por comodidad, consideraremos 7 partes, cada una de las cuales responde a una pregunta importante.

Para las referencias bíblicas, el nombre del libro va seguido de 2 números: el primero es el capítulo, el segundo el versículo dentro del capítulo. La división en capítulos y versículos no está inspirada; es una manera conveniente de encontrar pasajes. –Este folleto cita la versión Reina Valera para el Antiguo Testamento y la versión Moderna 2020 para el Nuevo, pero se puede ayudar en el estudio de la Palabra de Dios con otras versiones.

3.1 - ¿Quién es Jesús? [Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas, Juan]

¿Cómo vivió?

¿Cómo murió?

¿Realmente resucitó y subió al cielo?

La respuesta está en los 4 Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. El Hijo de Dios, Jesús, nos visitó. Nosotros lo crucificamos, Dios lo resucitó. En la «locura» de su amor, es a través de este Crucificado que Dios quiere liberarnos de nuestra maldad natural. Porque lo que el hombre considera locura es en realidad sabiduría de Dios (1 Cor. 1:18 al 30).

Mateo: Jesús nace en Belén de Judea. Una estrella conduce a los magos, los sabios de Oriente, hasta el Niño Rey, al que han venido a adorar. En efecto, los profetas habían anunciado a los judíos la venida del «Emmanuel» (que significa: Dios con nosotros), el «Mesías» (Cristo), para traerles la salvación. Pero rechazan a su Mesías porque habla demasiado de justicia, de luz y del cielo.

Cuando el Nuevo Testamento habla de conflictos con los judíos, la mayoría de las veces es para advertirnos, no contra ellos, sino contra cualquier grupo eclesiástico que pierda de vista la fe, la necesaria pureza de conciencia y la obediencia a la Biblia. ¿No es esto lo que le ha sucedido al cristianismo en general? ¿No amenaza este peligro a todos los cristianos que se instalan cómodamente en la tierra como si fuera su hogar definitivo, olvidando los versículos 24 al 26 del capítulo 16?

La hostilidad de los dirigentes judíos contra Jesús crece a medida que su doctrina se aclara y las pruebas de su divinidad se multiplican. Después de mucha paciencia, Jesús los abandona y reconoce como suyos a todos los que obedecen a su Padre celestial, cualquiera que sea su procedencia u origen. La Palabra de Dios se siembra en los corazones. Los que la reciban se convertirán y se salvarán. Se convertirán en ciudadanos del «Reino de los cielos», constituido en la tierra, y recibirán sus órdenes de marcha de lo alto.

Más que eso, Jesús los unirá; serán las piedras vivas con las que «edificará» su Iglesia, fundada no sobre un hombre, sino sobre el hecho crucial de que él es «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (16:15-18; 18:20). Las Epístolas a los Corintios, Efesios y Colosenses completarán este esquema, mostrando que la Iglesia, unida a Cristo, es una compañía celestial.

La oposición a Jesús se endurece; se le encuentra cada vez más molesto. ¿No acababa de criticar mordazmente la hipocresía de los círculos religiosos y gobernantes? Estos deciden que Jesús debe desaparecer. Pero, en su soberanía, Dios hará que el monstruoso crimen que están a punto de cometer sirva para el cumplimiento de sus planes.

Jesús quiere tener cerca de sí para siempre a las multitudes con las que forma su amada Iglesia. Pero todo hombre es pecador y está perdido, y el Dios santo solo puede recibir a los que están salvados y hechos perfectos. Por eso, el único a quien Dios ha reconocido como justo toma sobre él nuestros pecados. En la cruz, solo, muere bajo el rigor de la justicia divina. Lo contemplamos allí, soportando por nosotros el castigo que merecíamos, hasta el punto de soportar el terrible abandono de Dios. Quien cree en él, está salvado y es añadido a la Iglesia.

Fue perfecto tanto en su sufrimiento como en su vida. Murió como vencedor; resucitó al tercer día, señal de que la expiación había sido cumplida. Querer añadir algo más sería deshonrar a Jesús y menospreciar su obra: la sentencia de muerte eterna queda anulada para el creyente, y sustituida por la certeza de una resurrección de vida.

Mateo arroja una luz brillante sobre los temas que aborda, por ejemplo: en el capítulo 4:16 y en el capítulo 17:2.

Marcos, es el Evangelio de Jesucristo, que es presentado desde el primer versículo como el Hijo de Dios que voluntariamente veló su gloria divina. Vino como Siervo de Dios, para ocupar su lugar entre los seres miserables que somos, para hablarnos en el nombre de Dios.

El estado degradado de los seres humanos se muestra en Marcos con mayor crudeza que en Mateo. Todos estamos en el mismo punto, pero nada disuadirá al Señor de ofrecer la salvación a los que se humillan.

Marcos menciona a menudo que Jesús enseñaba, pero no relata gran parte de su discurso. En cambio, las descripciones que hace de las acciones de Jesús están tomadas de la vida. Jesús forma a sus apóstoles para que sean obreros del Evangelio. No solo quiere salvarnos de la Gehena, quiere comunicarnos su propia vida después de haber purificado nuestros corazones. Nos atrae hacia sí, quiere hacernos sus compañeros.

Los israelitas pensaban, como muchas personas que se llaman “creyentes”, que Dios es “bueno” y que acogerá a todos los que “buscan hacer el bien”. A Jesús le bastan 2 versículos del Antiguo Testamento para establecer que el hombre no puede “fabricarse” su propia salvación. ¿Quién de nosotros ha puesto en práctica los mandamientos de Marcos 12:29-31? Jesús no vino por los justos, sino por los pecadores.

Al igual que los demás evangelistas, Marcos termina con un relato del sufrimiento y la muerte de Jesús. Es el único que menciona la ascensión del Señor resucitado a la diestra de Dios y el hecho de que, a partir de entonces, coopera en la difusión del Evangelio.

Lucas, describe al Hijo de Dios como perfectamente humano, un hombre perfectamente sometido al Padre. Si ocupó su lugar entre los hijos de Adán, fue para convertirse en Cabeza de una nueva raza, la del «último Adán» (1 Cor. 15:45). Este linaje moral incluye a quienes, por la fe, reciben «la abundancia de la gracia y el don de la justicia» por medio de Jesucristo (Rom. 5:17).

Lucas comparte el gozo de quienes han acogido a Jesús y han oído lo que el cielo ha dicho de él. Se complace en dar testimonio de aquel que trajo la buena noticia a los pobres, el Médico de los quebrantados de corazón (4:18, 23). Cómo no encariñarse con este Hijo del hombre tan lleno de afecto, que conocía tan bien a los hombres y que se colocaba entre ellos en cualquier estado en que se encontraran, porque los amaba y quería salvarlos. Sabía animar las disposiciones alegres que a veces encontraba.

En Lucas, Jesús se mezcla mucho con la gente, con las multitudes, con los humildes. Imparte sus enseñanzas con ocasión de las acciones de los que le rodean. A través de su contacto, lo íntimo de las conciencias queda al descubierto y se produce el arrepentimiento, si hay rectitud. En su incansable actividad en favor de los enfermos o de los atormentados por el demonio, ¡qué demostración del amor y del poder de Dios! (14:23-35). Seguir al Señor implica renuncias; él no quiere que sus discípulos odien a sus padres; al contrario, deben amarlos mucho (Juan 15:17; Efe. 6:2); pero a Él deben amarlo mucho más. Ni el amor a la familia ni el amor a la propia vida deben impedirles seguirlo.

A medida que avanza el relato, Jesús insiste cada vez más en la necesidad de la obediencia a la Biblia iluminada por el Espíritu Santo. De este modo prepara a su pueblo para su inminente ausencia. Al mismo tiempo, lleno de bondad e intransigente con el mal, habla del gozo del cielo y del amor del Padre que recibe con los brazos abiertos a los pecadores arrepentidos.

Su gracia resplandece incluso cuando está clavado en la cruz. Ora por los que le hacen sufrir y anuncia la salvación inmediata a un malhechor que, delante de todos, lo reconoció como Rey. Tras su resurrección, vuelve a mostrar a los que va a dejar la necesidad de conocer la Biblia y de recibir el Espíritu Santo, «poder de lo alto», para proclamar el Evangelio con provecho.

Al igual que Mateo, Lucas relata que Jesús se encontró 2 veces con el diablo. Al principio de su servicio, frente a las tentaciones más sutiles del enemigo, el hombre perfecto se mostró inquebrantable en su confianza en Dios, en contraste con Eva y Adán, que sucumbieron al primer asalto. Luego, al final de su carrera terrena, el Señor Jesús entró en la muerte, a través de la cual Satanás ejerce su poder. Pero al tercer día resucitó por su propio poder divino, derrotando definitivamente al diablo. Satanás sabe ahora que, aunque tiene un breve respiro, pronto será arrojado al «lago de fuego y azufre» preparado para él.

Juan, desde el principio, Juan contempla a Jesucristo, Verbo eterno, en la plenitud de su divinidad. Él es Dios, Vida, Luz y Amor, que vino a la tierra para revelar el amor de Dios a los corazones de los hombres. Inmediatamente le odiaron porque puso al descubierto los motivos más profundos de sus corazones. Pero los que lo reciben son, por derecho, hijos de Dios ahora como lo eran entonces.

Este odio por parte del mundo era conocido de antemano; no detiene el amor de Dios. Nada cambia en el plan de salvación, Jesús irá a la cruz. Por eso fue saludado por Juan el Bautista como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo», en alusión al cordero pascual (Éx. 12).

El gran tema se introduce en el capítulo 3. Es indispensable un nuevo nacimiento en nosotros; lo explica como un teólogo, combinando a la perfección humildad y majestad. Se han hecho grandes cosas por nosotros, fuera de nosotros; se nos invita a creerlas. «Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único para que todo el que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). La primera condición para encontrar la fe es venir a la luz. Y después debemos llenarnos de este pensamiento: «Él debe crecer, y yo debo menguar» (3:30). Esta es la certeza del versículo 36: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna». El resto del Evangelio, hasta el capítulo 17, desarrolla estos principios.

Los corazones de quienes lo reciben quedan limpios y abiertos a los rayos de su gloria. A una mujer en situación irregular, a la que lleva a confesar todo lo que había hecho, le habla de adoración. A los rebeldes les repite que, si no se arrepienten, morirán en sus pecados. Antes de dejar a sus amigos, Jesús les promete el envío del Consolador, el Espíritu Santo, persona divina, que mantendrá la relación con Jesús en sus corazones hasta su regreso. Por amor a él y bajo la acción del Espíritu, tratarán de agradarle obedeciendo su Palabra.

La escena de la cruz está llena de grandeza. Solo Juan menciona la lanza del soldado, la sangre por la que nuestros pecados son expiados y el agua por la que nuestra conciencia es lavada y luego mantenida pura. Jesús resucitado regala a los suyos la paz del corazón, y al hablar de ellos, en su gracia sin precedentes, dice: «Mis hermanos». Pero no le llamamos «hermano»; sería una falta de respeto.

Muchas veces, el Señor pronuncia esta palabra que solo es propia de Dios: «Yo soy…». «Yo soy el pan de vida… la luz del mundo… la puerta… el buen pastor… la resurrección y la vida… el camino, la verdad y la vida… la vid verdadera».

3.1.1 - Perspectiva de los 4 evangelios

Mateo subraya la justicia perfecta de Dios, por eso, en la primera lectura, deja una impresión de severidad. Esta justicia es anunciada, practicada, comentada y, finalmente, magnificada por la muerte y la resurrección del Hijo del hombre. A los que rechazan la gracia se les advierte de la extrema severidad del castigo que caerá sobre los pecadores. Es un mensaje muy serio, pero la gracia da descanso al alma; invita a todos los que están «trabajados y cargados» a venir a Aquel que es «manso y humilde de corazón» (11:28-30). Él promete estar con su pueblo todos los días hasta el final (28:20).

El papel de Marcos es hacernos sentir la “obra de su amor”, su compasión por nuestras miserias y su deseo de liberarnos de las influencias demoníacas. En resumen, muestra a nuestro querido Salvador esforzándose y consumiendo sus fuerzas (Is. 49:4) para cumplir su santa misión a pesar del desprecio de los hombres. Al igual que Mateo, Marcos insiste en la vergüenza de la voluntad del hombre para empeorar el sufrimiento de la cruz. Por otra parte, muestra la exaltación de Jesús al trono celestial después de su resurrección. «¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!», dice el oficial romano (15:39).

Lucas anuncia al Hijo del hombre. En todo, Jesús fue el Hombre perfecto, fiel, sensible, sujeto a todos los «debes» de las Sagradas Escrituras, el único que recibió esta aprobación del cielo: «En ti tengo complacencia» (3:22). Y es aquel que «él mismo se despojó» (Fil. 2:7) quien, en Lucas más que en ninguna otra parte, es llamado Señor en sentido divino, más de 100 veces frente a las 19 de Marcos. Este nombre, a menudo olvidado, es apropiado en boca de todo verdadero discípulo (1 Cor. 12:3).

Juan nos convence de la grandeza de la persona del Señor. En Él tenemos todo; sin él no hay nada. «Separados de mí, nada podéis hacer», está claro (15:5). Dios confió este mensaje a Juan, porque fue testigo de la rápida decadencia de la Iglesia, tan hermosa en el primer día. El abandono del primer amor al Señor fue la causa de la decadencia (el servicio de Juan continuó unos 40 años después del de los otros evangelistas).

En los 4 Evangelios, el relato de la cruz no se da para conmover nuestra sensibilidad natural, sino para invitarnos a una meditación seria sobre este hecho de grandeza única e infinita, por el que el Salvador nos ha «comprado» (Mat. 13:44).

La lectura regular de la Biblia, la oración, el pleno respeto al Espíritu Santo dado a los creyentes (14:16-17), la obediencia a lo que me dice por estos medios, este es el camino abierto incluso a los más débiles para crecer en el amor y en el conocimiento del Señor. Ni que decir tiene que vale la pena. Se acerca el día en que nos alegraremos de haber hecho esta elección.

3.1.2 - ¿Qué podemos retener de esta primera lectura de los Evangelios?

Más que un recuerdo, es una invitación urgente que Jesús nos dejó cuando volvió a Dios. Es imposible permanecer neutrales, por 2 razones. La primera es que Jesús pronto juzgará «a vivos y a muertos» (1 Pe. 4:5); la segunda es que está ahí, invisible pero presente. Está llamando a la puerta de su corazón, ofreciéndole su salvación y su gozo. Es ahora cuando usted debe elegir.

¿Basta con ser uno de los buenos? Hay muchas personas correctas en el mundo. ¿Qué dice la Biblia de ellas? «Quien cree en él (Jesús) no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no haber creído en el nombre del Hijo único de Dios». Esto es lo que leemos en el Evangelio según Juan 3:18.

Está claro, pues, que los que reciben el Evangelio y vienen a Jesús están salvados, no importa quiénes fueran antes. Todos los demás lo rechazan, están perdidos, ¡incluso los correctos!

Aceptar a Jesús es primero creer en él como Salvador. Luego es tomar partido por él en un mundo que está en su contra. Esta hostilidad no impide al cristiano amar a todos los hombres con un amor semejante al de Jesús.

El resto del Nuevo Testamento es el mensaje enviado desde el cielo por el Señor sentado en su trono de gloria. Las Epístolas nos hablan de los planes de Dios para la Iglesia, para la vida cristiana, para el sacrificio celestial de Jesús y para su próximo regreso. Pero para entender bien las Epístolas, es muy necesario permanecer imbuidos del espíritu que impregna los Evangelios, el espíritu humilde y amoroso de Jesús.

3.2 - ¿Cómo vino el Espíritu Santo? [Hechos de los Apóstoles]

¿Cómo vino el Espíritu Santo a la tierra después de la ascensión de Jesucristo al cielo? ¿Cuál es la finalidad de su presencia?

Los Hechos de los Apóstoles, dan la respuesta:

El Espíritu Santo prometido por Jesús vino en Pentecostés, vivificando a los apóstoles con un nuevo poder y dando gran eficacia a su predicación. Este mismo Espíritu agrupa a los que son ganados para Cristo en una Asamblea, o Iglesia, y les da audacia para proclamar la Buena Nueva. La salvación se ofrece primero a Israel, cuyo antepasado, Abraham, había recibido solemnes promesas de bendición para él y su descendencia (3:25-26). Pero muchos judíos, después de profesar el cristianismo, tienden a volver a la antigua religión judaica y, lo que es peor, a combatir el Evangelio por celos, no admitiendo que Dios pueda ser favorable a los no judíos.

Entonces el Espíritu Santo envía a los apóstoles, y especialmente a Pablo, el perseguidor convertido, a publicar el Evangelio de la gracia de Dios por todo el mundo, del que ninguna raza queda excluida. A pesar de la constante oposición de los judíos y de las inmensas dificultades permitidas por Dios, rápidamente se fundaron muchas asambleas. Este libro demuestra la necesidad imperiosa de difundir el Evangelio.

Según la palabra del Señor (1:8), los apóstoles lo predicaron primero solo en Judea (cap. 2), luego en la provincia de Samaria (cap. 8), y después a un hombre de los «gentiles» (cap. 10). La primera asamblea se estableció en Jerusalén (cap. 2), la segunda se formó en Antioquía de Siria (cap. 11). Desde allí el Espíritu Santo envió al apóstol Pablo, a través del cual se extendieron nuevas asambleas en otros países.

3.3 - ¿Qué es exactamente convertirse, ser salvo? [Epístola a los Romanos]

La Epístola a los Romanos, escrita por Pablo, responde:

«El Evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo el que cree» (1:16).

Dios es soberano, y viene un día de ira contra los que le desprecian y hacen lo que él prohíbe. En ese día, el justo Juez no perdonará a ninguno que se presente ante él sin la perfección que exige su santidad. Pero ninguno de nosotros puede alcanzar esta perfección. Pero Dios la da gratuitamente «justificando al que tiene fe en Jesús» (3:22, 26).

Aunque plenamente liberados del juicio venidero, nos encontramos con que nuestro yo, nuestro «viejo hombre», sigue dispuesto a pecar, como un árbol silvestre que solo puede producir malos frutos.

Pues bien, por lo que respecta a Dios, este viejo hombre ha sido «crucificado con él (Cristo)» (6:6), ¡está muerto! Nuestra responsabilidad, pues, ya no es buscar el bien en nosotros mismos, sino dejar que el Espíritu Santo haga morir las obras del cuerpo (8:13) y produzca los frutos de la vida divina en el hombre nuevo que Dios nos ha dado. Tales principios se hacen realidad para nosotros después de experiencias a menudo largas y dolorosas. Pero la liberación está a nuestro alcance; todo lo que tenemos que hacer es aceptar por fe todo lo que Dios dice: ¡la muerte de Cristo se aplica a nuestro viejo hombre! ¡Qué gran alegría! Por el Espíritu llamamos a Dios Padre y nos alegramos en el amor de Cristo (8:15, 35).

El bautismo fue instituido por el Señor (Mat. 28:19). El versículo 4 del capítulo 6 nos muestra su significado profundo: es la figura, pero solo la figura, de la identificación moral del creyente con Cristo en su muerte. Debe corresponder a la realidad: «Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús» (6:11).

A partir del capítulo 12, aprendemos a poner en práctica lo que se explicó de forma un tanto abstracta al principio: Cristo debe hacerse visible en su pueblo por su conducta diaria (13:14).

3.4 - ¿Cómo viven los convertidos? [Epístolas de Pablo]

Su Señor está en el cielo y el Espíritu Santo en la tierra

3.4.1 - Las 12 Epístolas de Pablo enseñan esto:

Se dirigen a quienes han leído los Evangelios y están imbuidos del carácter de Jesús. Sin esto, el cristiano correría el riesgo de perder la humildad, la bondad, el corazón de un verdadero discípulo.

Pertenecer a Cristo es dejar de ser del mundo; es poseer la ciudadanía del cielo, ser miembro de su Iglesia y esperar su prometido retorno. La verdadera Iglesia solo la conoce Cristo. A su debido tiempo, él la tomará de la tierra y se la presentará sin mancha (1 Tes. 4 y Efe. 5). Mientras tanto, los que le aman están dispersos en diferentes grupos. En la cristiandad, las influencias humanas han logrado sustituir su propia autoridad en lugar de la del Espíritu Santo, como se anunció. Esto ha hecho imposible mantener la unidad visible de los cristianos. ¡Una situación vergonzosa!

1 y 2 Corintios: «Todos nosotros fuimos bautizados en un mismo Espíritu para constituir un solo cuerpo», leemos en la Primera Epístola, capítulo 12:13. Donde esta unidad del «Cuerpo de Cristo» y la autoridad divina son reconocidas y respetadas, las asambleas son conducidas en fidelidad a las doctrinas bíblicas con la sabiduría del Espíritu, pues la sabiduría del mundo es necedad para Dios.

La Cena, instituida por el propio Jesús como recuerdo de sus sufrimientos y muerte (Mat. 26, Marcos 14, Lucas 22), está asociada a la Mesa del Señor, donde se expresa concretamente la comunión del Cuerpo de Cristo (1 Cor. 10 y 11).

Las conversiones superficiales dejan a los cristianos en el estado de hombres «carnales… niños en Cristo» (1 Cor. 3:1). De ahí que las tendencias humanas se opongan con demasiada frecuencia a la voluntad de Dios en la Iglesia, incluso con pretextos religiosos. ¿El remedio? «Predicamos a Cristo crucificado… Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios» (1:23-24).

La resurrección de Cristo es un hecho atestiguado. La resurrección de «los que son de Cristo» es la consecuencia necesaria (1 Cor. 15:23). Entonces comparecerán ante el tribunal de Cristo, donde no serán condenados, porque ya están justificados. Pero sus vidas serán examinadas, y solo permanecerá lo que haya sido hecho por fe (2 Cor. 5).

Aquellos que son llamados a algún servicio en la Iglesia, ¡que luchen las inevitables batallas no con “armas carnales”, sino con las armas de Dios! ¡Que añadan a la fidelidad mucho amor (1 Cor. 13), abnegación, entrega, rectitud! Dios da una función a cada uno (cap. 12).

La Segunda Epístola da algunos requisitos de la vida cristiana: no adulterar ni falsificar la Palabra de Dios; contemplar la gloria del Señor; fijar los ojos en las cosas que no se ven; recordar, en toda la conducta, que «es necesario que todos nosotros seamos manifestados ante el tribunal de Cristo»; recordar al Señor tratado por Dios mismo como merecía ser tratado el pecado cuando «no conoció pecado»; no asociarse con infieles; compartir sus bienes con los demás. (2:17 y 4:2; 3:18; 4:18; 5:10, 21; 6:14 al 18; 8 y 9).

Gálatas: La degeneración “religiosa” de la fe seguirá siendo un peligro permanente. Priva poco a poco a la cruz de Cristo de su sentido práctico, e impide la libre acción del Espíritu Santo. Es el hombre quien lo sustituye, con su orgullo y sus pretensiones. La “religión” se impone, y los elementos mundanos se mezclan en ella y la corrompen. La Historia nos enseña que, más tarde, la Iglesia quiso asociarse al mundo, ¡e incluso dominarlo!

Pero la verdadera gloria del cristiano, revestido de la dignidad de hijo y heredero (4:4 al 7), es la cruz, fuerza que libera de la carne, y el Espíritu Santo, fuerza de vida nueva. ¿Queremos huir de las obras de la carne y dar el fruto del Espíritu? Vivamos como crucificados con Cristo y dejemos que el Espíritu Santo actúe en nosotros libremente.

Efesios nos lleva al cielo: allí es donde está nuestro Señor Jesucristo. Allí es también donde pertenecemos los cristianos, incluso ahora, por la fe. La inmensa perspectiva de lo que Dios ha pensado y hecho se esboza ante nuestros corazones maravillados. Mucho antes de la creación del mundo, trazó un plan para la salvación de cada creyente, para la formación de la Asamblea y para el despliegue universal de su gloria. La muerte, la resurrección y la elevación gloriosa del Redentor son los fundamentos sobre los que se realiza este plan. Él lo completará uniendo bajo la autoridad de Cristo todo lo que hay en el cielo y todo lo que hay en la tierra. –Hoy, la Asamblea, única a los ojos de Dios, el Cuerpo del que Cristo es la Cabeza, o la Esposa de Cristo, o la morada de Dios en la tierra, viviría ya en unidad en torno a la Cabeza, si mirara exclusivamente a Él.

Muchos aspectos de nuestra vida práctica cambian por estas altas revelaciones: la conducta en el amor y la luz (5:2 y 8), el matrimonio vivido como figura de la relación de Cristo con la Iglesia (5:22 al 33), la resistencia a los poderes del mal con toda la armadura de Dios (6:10 al 18).

Filipenses presenta a Cristo como meta y recurso del cristiano en todas las circunstancias de la vida. Cristo es el gran tema del Evangelio. «Para mí el vivir es Cristo», dice Pablo (1:21). Cristo Jesús cumplió la perfección de humildad y obediencia que Dios espera del hombre. Él nos deja el modelo (véase cap. 2:1 al 11). Debemos esforzarnos constantemente por conocerlo mejor. Él es nuestra “ganancia”. En él se unen nuestros pensamientos y nos alegramos, incluso en las pruebas.

Colosenses: Para no perderse en un cristianismo etéreo y teórico, la Iglesia necesita que se le recuerde el derecho de Cristo a estar siempre y en todas partes. Sin esto, la Iglesia pierde la santidad, el gozo y el calor del amor. Pocas almas se convertirán gracias a ella. Solo quedará un grupo que languidece, aunque se empleen grandes medios para reclutar adeptos. En última instancia, se busca una razón de ser, corriendo detrás de místicos filosóficos y sociales, donde el orgullo encuentra su cuenta.

La Epístola a los Colosenses es muy actual en la época en que la gente se aleja del cristianismo en busca de “otra espiritualidad”, la “unidad con el todo”, las religiones orientales y el ocultismo. Esta Epístola indica varias características del conocimiento real y pleno y de la verdadera plenitud, para que: «Seáis llenos del conocimiento de su voluntad…». «Creciendo por el conocimiento de Dios…». «Estáis completos en él (Cristo)» (1:9, 10; 2:10).

Hay que repetir que Cristo debe ocupar el primer lugar entre los cristianos, y en cada uno de ellos. Contemplemos su perfección humana; que su vida sea el ejemplo a seguir en esta tierra, donde nuestra conducta y nuestro servicio son de suma importancia y tienen consecuencias eternas. Contemplemos la perfección divina de Aquel en quien «habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (2:9), y pensemos en «las cosas de arriba» (3:2-3).

Guardémonos de dar rienda suelta a nuestra imaginación y de especular sobre temas inútiles, so pena de ver “congelada” la fe e instaurando en su lugar un vano formalismo.

1 y 2 Tesalonicenses: Solo el Espíritu Santo puede mantener la juventud y el vigor espiritual de la Iglesia. Él dice constantemente a cada cristiano: “¿Está Vd. preparado para el regreso de su Señor?” Porque pronto se oirá el “grito de reunión”, los muertos en Cristo resucitarán y los creyentes vivos serán transmutados. Todos juntos seremos arrebatados para recibir al Señor en el aire (1 Tes. 4:13-18).

El espíritu moderno, infiltrado por la falta de respeto, la inobservancia de las leyes y el incumplimiento de los pactos, se desarrollará de forma asombrosa y acabará personificándose en el «hombre de pecado» (2 Tes. 2:3).

1 Timoteo a Filemón: A la Iglesia, Casa de Dios en la tierra, se le ordena mantenerse en la dignidad que corresponde al gran testimonio que está encargada de dar al mundo. Sabemos hasta qué punto ha faltado a su misión, y esto es causa de humillación para nosotros los cristianos. En los tiempos en que la Iglesia se aparta de la fe y pierde su unidad visible, los fieles seguirán las orientaciones dadas en 2 Timoteo, pero les esperan dificultades y sufrimientos. Tienen la promesa de la Palabra de Dios hasta el final, y el Espíritu «de fortaleza, de amor y de sensatez» (2 Tim. 1:7).

3.4.2 - Una mirada retrospectiva a estas 12 Epístolas de Pablo

La nueva vida del convertido está caracterizada por 3 hechos maravillosos:

  • Conoce a Dios como Padre.
  • Conoce a Jesús, ahora glorificado en el cielo, como su Señor.
  • Posee al Espíritu Santo, que ahora mora en la tierra; por una parte, en cada creyente, por otra en la Asamblea.

Está comprometido con una vida nueva, vivida normalmente como un progreso continuo en el conocimiento y el amor del Señor Jesús, en la obediencia a la Palabra de Dios, en la espera de su regreso y en el amor a los hermanos. Por fidelidad a su Maestro, sufrirá, como él, el desprecio del mundo.

El joven creyente no debería quedarse solo. Debe pedir a Dios que lo guíe a una asamblea reunida en el nombre del Señor. Allí, los hermanos honran claramente los derechos y el amor del Señor; dejan al Espíritu Santo plena libertad de acción.

La Escritura no nos oculta que no es fácil caminar juntos.

Sin embargo, el Señor nos compromete a ello y nos da los medios para hacerlo. Y solo permaneciendo unidos a Cristo por el Espíritu Santo (que también nos une entre nosotros) podremos dar a Dios el culto que le corresponde y edificarnos mutuamente.

3.5 - ¿Cuál es hoy la posición y la actividad de Jesús en el cielo? [Epístola a los Hebreos]

¿Qué relación tiene esto con los cristianos de la tierra?

La Epístola a los Hebreos nos lo revela:

Nos invita a mirar hacia arriba, al cielo, no al cielo de los astrónomos, sino a la morada de Dios. Allí vemos al Hijo de Dios, Jesucristo. Se recuerda toda su grandeza eterna, así como su incomprensible humillación en la que descendió para hablarnos de parte de Dios. Une para siempre la perfección de su humanidad a la gloria de su divinidad. Ahora ha resucitado y «se sentó a la diestra del trono de la majestad en los cielos» (8:1), aclamado por Dios con el título de Sumo Sacerdote. Conociendo las debilidades de los suyos (los rescatados por su preciosa sangre), en la tierra, ora continuamente ante Dios a favor de ellos. También les abre el camino hacia el Dios que quiere llevarlos a la gloria. Nuestras mentes limitadas no comprenden tantas maravillas. Sin embargo, el Espíritu de Dios nos invita a conocerlas cada vez mejor. Así dejamos el estado de “niño pequeño” para convertirnos en “hombre hecho”. Es por la fe que recibimos estas grandes revelaciones.

El capítulo 11 está lleno de ejemplos del Antiguo Testamento para animarnos a tener fe. Pero el mayor ejemplo es el de Jesús: ¡Pongamos los ojos en Jesús! (12:2).

Esta Epístola fue escrita a creyentes que habían vivido bajo el régimen del Antiguo Testamento. El principio de este régimen era que quien cumple perfectamente toda la Ley de Dios merece la vida eterna. La experiencia de 15 siglos, que termina con el rechazo del Hijo de Dios, ha mostrado el fracaso del hombre bajo este principio. Por tanto, ahora es sobre la fidelidad de Cristo, y no sobre la del hombre, sobre la que descansa la realización del plan de Dios. En particular, es sobre el valor de su sangre (cap. 9) y su sacrificio (cap. 10). Privilegio desconocido para los creyentes israelitas, que tenemos «plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo (la presencia de Dios) por la sangre de Jesús» (10:19). A nuestro Dios, y a nuestro Señor Jesucristo, sea ¡toda la gloria!

3.6 - ¿Qué dice Jesús a los fieles cuando el mal se infiltra entre los cristianos? [Las 7 últimas Epístolas]

Las 7 últimas Epístolas nos lo dicen:

Santiago, recomienda armonizar nuestra conducta y nuestra profesión cristiana. La verdadera fe se demuestra por las obras y por una conducta digna del Señor. Seria advertencia contra los excesos de la lengua (cap. 3).

Pedro, para él el cristiano se enfrenta a las dificultades de la vida en la tierra. Su fe está puesta a prueba por los sufrimientos. Pero Cristo sufrió por él, dejándole un modelo (1 Pe. 2:21): esto es lo que alimenta su corazón y lo anima. Además, pronto recibirá su herencia celestial.

Debemos guardarnos de los falsos maestros que tratan de agrupar a los hombres en torno a doctrinas falsas y peligrosas, y de los burladores que ponen en duda la Escritura.

Juan, atestigua que, en Jesús, cuando estuvo en la tierra, se manifestó la vida eterna. Se podía, dice, «tocar». La Luz de Dios brillaba entre los hombres. Esta vida es también la que ha recibido el creyente. ¡Que se manifieste en sus obras y acciones! Del mismo modo, al enviar a su Hijo único, Dios demostró su amor infinitamente grande. Que su amor nos llene, para que sepamos amar de verdad.

¡Cuidado! El que «niega que Jesús es el Cristo» (2:22), o no confiesa que Jesucristo «ha venido en carne» (4:2-3) es un mentiroso y un engañador, y está bajo el espíritu del anticristo.

Judas, clama para que los fieles se reúnan y se aseguren de mantener la pureza de su fe, mientras que muchos en la Iglesia «niegan a nuestro único Soberano y Señor, Jesucristo» (v. 4). Negar a Jesucristo, ¡qué terrible falta! El Señor volverá para castigar a los impíos. ¡Será terrible!

3.7 - ¿Qué dice el Señor sobre el porvenir? [Apocalipsis]

El Apocalipsis lo revela:

Este libro nos enseña en primer lugar lo que el Señor piensa del cristianismo en sus etapas sucesivas, desde la venida del Espíritu Santo hasta el retorno del Señor. Estas evaluaciones son de gran importancia para quienes desean agradarle y ser aprobados ante el tribunal de Cristo (2 Cor. 5:10).

Luego, después del arrebato de la Iglesia verdadera, es el despliegue de los castigos que vendrán sobre el mundo y en particular sobre las naciones llamadas cristianas (pero que de hecho han negado la fe). La descripción es asombrosa. Todavía habrá judíos fieles en aquellos días esperando el Reino de Dios en la tierra. A ellos se unirán conversos de los diversos pueblos. Juntos serán los testigos de Dios durante este tiempo oscuro. Sufrirán una persecución despiadada, en la que habrán también muchos mártires.

Entonces vendrá Jesús, resplandeciente de gloria. Destruirá a sus enemigos. Establecerá un príncipe en Jerusalén de la familia del rey David. Durante 1.000 años reinará la justicia en la tierra restaurada y el diablo será atado.

¿El hombre, liberado de su influencia, hará justicia según Dios? ¡No! ¡En esta prueba final, también fracasará! Dios, entonces, tendrá que poner fin al ejercicio de su larga paciencia. Él resolverá la cuestión del mal de una manera final y terrible (¡no hay palabras para expresar la idea!): el diablo y los incrédulos serán arrojados al lugar del tormento eterno. Todo esto es evidente en los capítulos 19-21 del Apocalipsis, así como en Mateo 24, en 2 Tesalonicenses 2, en 2 Pedro 3, en Salmo 2, en Ezequiel 38, etc.

Ningún ser humano será resucitado para vivir otra vez en la tierra. Pero todos serán resucitados, algunos para la vida eterna con Jesús, otros para el juicio eterno. No os engañéis: no hay mejora progresiva de la humanidad, ni reencarnaciones sucesivas, ni aniquilación del alma.

Entonces aparecerán los nuevos cielos y la tierra nueva. La creación actual, manchada por el pecado, habrá sido destruida. Dios desplegará la plenitud de su amor, de su santidad y de su gloria.

Cristo, el Cordero glorificado, será el centro de esta gloria. En la felicidad y el amor eternos, los redimidos adorarán sin fin.

Es conmovedor escuchar, al final del Libro Sagrado, las últimas promesas y llamadas de Jesús mismo, la brillante estrella de la mañana.

No lea Vd. el Apocalipsis por curiosidad. Si lo hace, el libro no responderá a ninguna de sus preguntas. Debemos ser muy cuidadosos al interpretar las profecías. Convenzámonos de que Dios solo nos revela lo que necesitamos, y más aún, lo que muestra la gloria de su Hijo; pero nos lo revela con riqueza.

4 - El Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento solo tiene sentido cuando está iluminado por el Nuevo Testamento. Dios estaba envuelto en misterio en el Antiguo Testamento, pero ahora lo vemos a la luz de los Evangelios y las Epístolas, puesto que Cristo vino a revelar al Padre. Lo mismo ocurre con los pensamientos de Dios, difíciles de comprender en el pasado, incluso para los profetas inspirados que escribieron el Texto sagrado. Estas páginas tienen ahora un inmenso valor para nosotros: nos instruyen y nos consuelan. También nos muestran que Dios nunca ha cambiado en sus planes, en su santidad ni en su amor por el hombre.

El Antiguo Testamento contiene 4 grupos de libros que examinaremos brevemente: Los 5 libros de Moisés (o Pentateuco), los 12 libros históricos, los 5 libros poéticos o de enseñanza y los 17 libros proféticos.

4.1 - Los 5 libros de Moisés [Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio]

El Génesis, se convierte, gracias al Nuevo Testamento, en una clave de toda la Biblia. Su contenido, perfectamente histórico, tiene sobre todo para nosotros un sentido simbólico.

Después de haberlo preparado todo, Dios crea al hombre, objeto de su predilección. Lo anima con su propio aliento. La mujer está hecha de la carne y los huesos del hombre, durante un sueño que es imagen de la muerte de Jesucristo. ¿Acaso no dio él su vida para adquirir a su amada esposa, la Iglesia «de su carne y de sus huesos?» (véase Efe. 5:30).

Para conocer la verdad sobre el matrimonio, debemos estudiar el modo en que Dios lo instituyó cuando dio a Adán «una ayuda idónea para él» (Gén. 2:20); un solo hombre, unido por un vínculo exclusivo a una sola mujer, preparada para él, para toda la vida terrena (Mat. 19:4-6).

La desobediencia, nacida de un interés culpable por las mentiras de Satanás, separa al hombre de Dios y lo coloca bajo la sentencia de muerte. Sin embargo, nada cambia en el inmenso amor de Dios por la humanidad. En su degeneración, la humanidad recibe una promesa: el nacido de la mujer, es decir, Jesucristo, vencerá a la serpiente. El diablo fue derrotado en la cruz; solo pudo herir a su Vencedor.

A partir de entonces, toda la revelación está impregnada de la idea de que Dios distingue 2 clases de hombres. El primero está representado por Adán, el hombre desobediente, que nos ha transmitido toda su irresistible naturaleza pecadora. El segundo es Jesús, el hombre perfecto, llamado el último Adán en 1 Corintios 15:45. De la primera clase pasan a la segunda aquellos a quienes Dios reviste de Cristo, porque creen en él. Por la muerte y resurrección de Jesús, a los ojos de Dios, están liberados de su primera naturaleza y reciben una nueva, de origen divino.

El primer Adán, del Génesis, sigue siendo el líder de los que están satisfechos con su estado moral y siguen creyendo en las posibilidades del hombre a pesar de su evidente fracaso total. Este es el mundo, inaugurado por Caín. Cree complacer a Dios ofreciéndole los bellos resultados de sus esfuerzos. Pero luego muestra sus celos y su maldad matando a Abel, el justo, su hermano menor. Abel, en cambio, había comprendido que el hombre no puede agradar a Dios sin un sacrificio. Y, de los 2, es el asesino quien se convierte en el promotor de la civilización de la que nos sentimos orgullosos: urbanismo, artes, herramientas…, armas, inmoralidad, venganza. ¡Qué resonancia de verdad en todas estas historias!

El resto del Génesis muestra la prueba del hombre responsable, las sanciones de Dios, sus llamamientos, su paciencia, su fidelidad a las promesas que ha hecho.

Lo mismo ocurre en todo el Antiguo Testamento. Pero de vez en cuando aparece en el trasfondo la visión lejana del que había de venir, el segundo Hombre; siervos de Dios en cuyo carácter brilla de antemano algún reflejo de Cristo, hasta que, por fin, en los Profetas, se anuncia claramente su visita. Incluso en las páginas más oscuras, resplandece el amor de Dios, así como su deseo constante de rodearse de criaturas dignas de comparecer ante su gloria (véase en Rom. 3:23-26 la única solución posible).

El diluvio es una advertencia para todos nosotros, incluso hoy (véase la aplicación en 2 Pe. 3:5-7). Poco después, el mundo que vino de Noé volvió a los principios de Caín. Entonces Dios elige a un hombre, Abraham, que se convertirá en la semilla de Israel. Él también es, en sentido figurado, el tronco del pueblo de la fe, compuesto por todos los creyentes, independientemente de su origen (Rom. 4:11, 16).

Abraham obedece cuando Dios lo llama a separarse de los idólatras. Al final, vuelve a obedecer cuando se dispone a ofrecer en sacrificio a su único hijo, aquel por el que se le había prometido descendencia. La fe no razona. Es como si hubiera dicho: “No dudo de la Palabra de Dios, creo que Dios tiene el poder de resucitar a mi hijo”. El principio así establecido, de que uno es justificado solo por la fe, es de vital importancia. Pero la resurrección, en la que debemos creer para salvarnos, es la del Hijo único de Dios. Solo la fe en Jesucristo salva. Hacer el bien, por digno que sea, no puede expiar un solo pecado; la salvación no puede ganarse por las obras. Caín era honesto y religioso, pero cuando llegó la prueba, ¡fue un asesino!

Los descendientes de Abraham, Isaac, Jacob, José, todos muy diferentes entre sí, tuvieron que vérselas con el mismo Dios. Con paciencia, sabiduría y amor, los formó y finalmente los colmó de sus bendiciones. Dios envió a José a los idólatras para que diera un testimonio maravilloso sobre el Dios verdadero, como más tarde haría Daniel.

Los hallazgos de la paleontología no contradicen la Palabra de Dios. La verdad es que no hubo evolución. Muchos científicos están de acuerdo con esto hoy en día. Las especies aparecieron de repente, y muchas se extinguieron también. Las primeras líneas de la Biblia no nos dicen todo lo que Dios hizo, sino solo cómo preparó la Tierra para el hombre. Todo lo que leemos allí es cierto.

El Éxodo y los 3 libros siguientes: Los descendientes de Abraham se han convertido en esclavos en Egipto. Para liberarlos, Dios se servirá de un hombre especialmente preparado, Moisés. Los acontecimientos que marcaron la liberación de Israel son muy instructivos. Representan las etapas de conversión y salvación de un hombre que se acerca al Señor. Los israelitas son tan pecadores como sus amos, pero se libran de los castigos aplicados a los egipcios. ¿Por qué? Por la fe, se han protegido mediante la sangre del cordero pascual. Del mismo modo, los que se protegen por la sangre derramada en la cruz se libran de la muerte eterna.

El pueblo huye, perseguido por el ejército egipcio. Entonces, el mar se abre para dejarlos pasar y se cierra sobre el enemigo. Este paso a través del mar representa la muerte de Cristo, que nos libera de la esclavitud del diablo. El diablo mantiene al hombre en el temor de la muerte para tiranizarlo mejor, pero Cristo ha vencido a la muerte (Hebr. 2:14-15). Así como Israel llega sano y salvo a la otra orilla, nosotros tenemos la certeza de que ningún enemigo podrá robarnos la salvación, y que seremos resucitados a la vida eterna.

El pueblo es así salvado, o redimido (redención, en figura), pero no mejorado. Deben aprender, y debemos aprender, que la naturaleza heredada de Adán permanece en nosotros, incorregible. Hicieron falta los 15 siglos de la Ley del Sinaí para mostrárnoslo. Porque nadie ha sido capaz de cumplir esa ley en su totalidad. Y, sin embargo, contenía esta advertencia: «Maldito todo el que no persevera en todo lo que está escrito en el libro de la ley». He aquí su principio: «El que haga estas cosas, vivirá por ellas» (Gál. 3:10, 12).

Sin embargo, Dios no abandona a los israelitas. Quiere vivir entre ellos, en una gran Tienda, el Tabernáculo, instalada en medio del campamento. Como le es imposible mantener relaciones libres con los orgullosos, moralmente impuros, se retira a la última habitación del Tabernáculo, cuya entrada prohíbe severamente. Es en este «Santo de los Santos», o Lugar Santísimo, donde se coloca el Arca de la Alianza, símbolo de su presencia. El pueblo solo puede acercarse a su Dios a través de los sacerdotes, y en condiciones que inspiren temor a Jehová. Deben ofrecerse constantemente sacrificios de animales, prefigurando lo que sucederá mucho más tarde en la cruz del Calvario. A veces por semejanza, a menudo por contraste, los objetos del Tabernáculo y las prescripciones del culto nos dan a conocer algún carácter de la persona o de la obra de Cristo, y el acceso que él nos ha abierto para acercarnos libremente a Dios. Hoy, según la promesa de Mateo 18:20, el Señor está en medio de sus redimidos reunidos en su nombre: es un santuario espiritual.

Para llegar a la tierra prometida, Israel debe atravesar el desierto. Este viaje es principalmente una serie de murmuraciones y desobediencias del pueblo, castigos y liberaciones de Dios. La doble necesidad de este tiempo de prueba se especifica en el Deuteronomio: «… para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él» (4:35), y «para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos» (8:2). Pero nada disuadirá a Dios de completar lo que se ha propuesto hacer de una vez por todas. Los capítulos 23 y 24 de Números lo demuestran. Después de mucha angustia, llegará un día de bendiciones terrenales para Israel.

Las luces del Nuevo Testamento dan el siguiente esquema:

ÉXODO, liberación, gracia y Ley, la morada de Dios entre los suyos.

LEVÍTICO, cómo acercarse y servir a Dios.

NÚMEROS, la paciencia de Dios a favor de la multitud infiel entre la que brilla una minoría de verdaderos creyentes.

DEUTERONOMIO, conjunto de recomendaciones al pueblo de Dios, especialmente cuando se establece en la tierra de promisión. Los cristianos conscientes de la presencia del Espíritu Santo en su interior encontrarán en este libro útiles instrucciones prácticas.

4.2 - Los libros históricos [Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester]

Josué, relata la toma de posesión de la tierra prometida. El Jordán se cruza en seco mientras el Arca Santa, imagen de Cristo, se estaciona en medio del cauce, delante del pueblo. Como figura, el creyente pasa por la muerte después de Cristo, con él; «nuestro viejo hombre ha sido crucificado con él» (Rom. 6:6).

Una conversión que no mira más allá de la muerte de Cristo por nuestros pecados, por supuesto, salva, pero deja al cristiano impotente contra su tendencia a hacer el mal, y contra su orgullo incorregible; este es el estado del israelita después del mar Rojo. Entonces Cristo nos asocia a él en su muerte, pero también en su resurrección. Porque quiere que vivamos, bajo el poder y la guía del Espíritu Santo, una vida nueva que sea solo para su gloria. Esto es lo que representa el paso del Jordán, seguido de la conquista de la tierra (comp. Rom. 6:3-5).

Es como si un amigo primero pagara mis deudas, luego me acogiera en su casa para inculcarme su propio carácter, de modo que dejara de estar endeudado, y finalmente me diera su nombre y me asociara a sus intereses personales. ¡Qué cambio!

Josué es, pues, un libro en el que se muestra el poder divino, a pesar de la debilidad humana. En la figura, la vieja naturaleza es juzgada en Gilgal, y el creyente reconoce a Cristo como su Señor, del mismo modo que Josué reconoció al Ángel como jefe del ejército de Jehová (cap. 5). Después del paso del Jordán, después de Gilgal, después del homenaje rendido al Ángel, viene la conquista de la herencia.

Pues Dios ofrece a los cristianos una herencia que conquistar. ¿Qué herencia? En primer lugar, la cercanía de Jesús, pero también los tesoros del cielo, la gloria, la felicidad, el descanso, el amor, la santidad, la unidad, la adoración… Es a partir de ahora, mediante la lectura de la Biblia y la oración, acompañadas de una lucha espiritual, cuando entramos poco a poco en posesión de esta herencia.

Dios nos da el depósito del Espíritu Santo (Efe. 1:14). Si descuidamos esta lucha, Satanás encontrará 1.000 maneras de privarnos de la posesión de la herencia.

Este libro se corresponde en cierto modo con la Epístola a los Efesios. En el capítulo 6 de Efesios, estamos animados a luchar contra los poderes invisibles que tratan de apartarnos de la herencia de Dios.

El pueblo en el desierto (Éx. y Núm.) retrata a menudo al cristiano que vive según su propio juicio. El pueblo que entra en la tierra prometida (Josué) representa al cristiano que toma posesión de su herencia celestial por la fe. Obtiene victorias cuando obedece a la Palabra de Dios y se deja guiar por el Espíritu Santo.

Nótese que la obra del Espíritu Santo nunca nos enorgullece. Al contrario, es a Cristo a quien el Espíritu glorifica (Juan 16:14). En nosotros produce humildad y dependencia del Señor.

En los Jueces, la fidelidad de Israel a su Dios se ha derrumbado. El culto casi ha desaparecido, sustituido por la idolatría. Ya no se ve a los sacerdotes cumpliendo su servicio. Una nueva generación, que no conoce ni a Dios ni su obra, abandona la lucha, dejando inconclusa la conquista. El pueblo queda atado a lo que debería haber expulsado. Cada uno hace lo que quiere. Las comunicaciones de Dios son raras. Pero Dios se apiada de su pueblo y le concede liberaciones momentáneas a través de los «jueces»: Débora, mujer de gran fe, Gedeón, Sansón, etc.

Este libro recuerda la historia de la Iglesia, que ha tenido sus periodos oscuros. Dios ha enviado de vez en cuando siervos fieles y enérgicos que han sido lámparas en la noche. Muchos han sido perseguidos. Es por su predicación y ejemplo, así como un fuerte soplo del Espíritu Santo, que ha habido “avivamientos” entre los cristianos.

Rut, es una extranjera que recibe lo que su fe ha valorado y deseado. Además, se le concede el honor de entrar en la familia de la que nacerá Cristo.

Cuando una persona busca la Verdad, Dios la guía hacia aquellos a quienes esta Verdad divina ha sido confiada. Pero si la conducta de estos últimos no es conforme a la Palabra de Dios que poseen, su contacto puede producir más daño que bien. Israel ha hecho un pobre trabajo guiando al mundo ignorante. A pesar de ello, y por pura gracia, la Biblia puede señalar muchos ejemplos de extranjeros llevados a Dios, entre ellos los magos del capítulo 2 de Mateo.

El Nuevo Testamento insiste en la necesidad de que el cristiano sea un verdadero testigo de justicia y caridad, y no escandalice a los que aún no tienen fe (Mat. 5:13 al 16; Lucas 17:1 y 2; 1 Pe. 2:12).

1 Samuel: La decadencia de Israel y del sacrificio es tan grande que Dios los priva de su gloria: el Arca de la Alianza fue tomada. Para vergüenza de su pueblo, está en casa de sus enemigos y es allí donde Dios muestra su poder.

Dios gobernará a su pueblo de una nueva manera, ya no a través de los sacerdotes, cuyo papel se ve ahora reducido, sino a través de los reyes. Para hacer la transición, se llama a un último juez, el piadoso Samuel. También es profeta, desde su infancia. Vive en el pensamiento de Dios, ora por su pueblo y lo guía. Cumple fielmente lo que Dios le ordena.

La voluntad popular se manifiesta en Israel, desafiando la voluntad de Dios. “Como las demás naciones”, este pueblo quiere un rey. Evidentemente, es más fácil depositar la confianza en un hombre que vivir de la fe. Saúl, el primer rey, les es concedido por Dios de acuerdo con sus deseos, pero en su propio detrimento. La incredulidad de Saúl le acarrea su castigo. E incluso antes del final de su reinado, Dios, que conoce los corazones, envía a Samuel para que nombre a David, el verdadero rey según Dios, figura de Cristo estableciendo su futuro reinado. Pero antes de poder ejercer la realeza, David fue perseguido por los celos de Saúl, y vive en el desierto con un puñado de miserables compañeros. Perseguido, es objeto de todos los cuidados de su Dios. Es un período duro pero útil para su formación. Las dificultades son como arar en un campo: la semilla de la Palabra de Dios dará más fruto en los corazones que han sufrido.

En estos relatos, a veces nos encontramos con detalles chocantes. Pero la Palabra de Dios muestra al hombre tal como es. Además, en la antigüedad, Dios fue paciente para acomodarse a la debilidad de la conciencia natural y a la ignorancia general (véase Hec. 17:30 y Rom. 3:25). Ahora se conoce la plenitud de la justicia, Cristo la ha revelado. La vida de Cristo es la regla de la moral cristiana.

2 Samuel: A Saúl le dio muerte el enemigo al que debía destruir. David toma el trono, pero las tribus del norte tardan en unirse. David reconquista Jerusalén. Recuperación del Arca. El rey mantiene una relación estrecha y libre con Dios. Prospera, pero la prosperidad es una trampa. Cae en el pecado. Se arrepiente, es = está perdonado, restaurado, pero debe sufrir el castigo. Dios actúa con él según su gracia soberana, mostrando al mismo tiempo que no se juega impunemente con el mal: mantiene los derechos de su santidad. Lo mismo sucede hoy.

1 y 2 Reyes: El comienzo del reinado de Salomón, hijo y sucesor de David, es pacífico y feliz. Es una imagen del reinado que Cristo inaugurará cuando aparezca. –Se construye un magnífico templo en Jerusalén. Para gloria de Dios, la fama de Salomón se extiende más allá de las fronteras.

Después de Salomón, las 10 tribus del norte se separan. Abandonan la ciudad real, el templo de Dios, sus sacerdotes y sus sacrificios, por una religión surgida de la imaginación del rey que han elegido. Los 19 reyes de la dinastía de David conservaron solo Jerusalén y 2 tribus; este era el reino de Judá. 2 de estos reyes, Ezequías y Josías, condujeron al pueblo a avivamientos notables, pero de corta duración. –Los libros de los Reyes recogen principalmente la historia de las otras tribus, el llamado reino de Israel. Se sucedieron 19 reyes, 9 de los cuales accedieron al trono por la violencia. Tras 250 años de tormentosa existencia, este reino fue destruido por Asiria (el norte del actual Irak). Los habitantes son dispersados. La historia continúa hasta el final del reino de Judá (las 2 tribus), que a su vez cae 130 años después en manos de Babilonia. Los judíos son exiliados, pero sin perder su identidad.

La interesantísima historia de los 2 grandes profetas, Elías y Eliseo, ocupa el centro de la escena desde 1 Reyes 17 hasta 2 Reyes 9 y 13:20. Su función consiste en recordar al Israel rebelde, y a sus reyes, los derechos de Dios, pero también su gracia si se arrepienten. Sostienen la fe de los fieles escondidos entre el pueblo.

Estos libros nos hacen conscientes de nuestras responsabilidades ante Dios. Por supuesto, nuestra salvación no depende de cómo nos comportemos ante estas responsabilidades. La fe es nuestra única participación en la obra que nos salva (Juan 6:29). Pero una vez salvados, cuando entramos en la carrera cristiana, tenemos que conformar nuestra conducta a nuestra fe. Tratamos con un Padre que bendice la fidelidad y castiga la desobediencia; nuestra vida espiritual puede enriquecerse o empobrecerse. Nuestra existencia corporal y material puede incluso verse afectada. Dios puede aún extender la bendición o el castigo a las generaciones siguientes. Y entonces, ante el tribunal de Cristo (2 Cor. 5:10), cada uno recibirá los efectos de su fidelidad o… infidelidad. Entonces, nuestra biografía, escrita con mano divina, será puesta ante nuestros ojos, como las que Dios ha conservado en estos libros.

1 y 2 Crónicas: Inspirados como el resto de la Biblia, se cree que estos libros fueron escritos después del regreso del exilio babilónico. Cuentan prácticamente la misma historia que los libros de los Reyes, pero la gracia de Dios brilla con más intensidad.

Uno de los hechos dominantes es la actividad de Dios para asegurar la continuidad de la genealogía real desde David hasta el Mesías. A pesar de todas las debilidades humanas, los planes de Dios se cumplirán irresistible y plenamente.

Nótese de nuevo el énfasis en la necesidad de mantener una relación con Dios. En aquella época, esto se hacía mediante sacrificios, adoración y la celebración de fiestas, especialmente la Pascua. Un deber muy importante también es la correcta administración de los intereses de Dios en la tierra.

Después de los 9 capítulos genealógicos, que pueden reservarse para una segunda lectura, la narración comienza en el momento en que David se convierte en rey de todo Israel, en Jerusalén, tras la muerte de Saúl. El autor inspirado subraya lo que la gracia de Dios produce en la vida de este rey. De todo corazón, David prepara la construcción del templo que sustituirá al Tabernáculo del Éxodo. Enseñado por el Espíritu, transmite los planos a su hijo.

Salomón recibe de Dios una sabiduría sobrenatural para administrar su reino en justicia y paz. La gloria de su reinado se manifiesta en la extensión de su territorio, en la construcción de magníficos palacios y, sobre todo, en la realización de una “casa grande y maravillosa” para Jehová. En la dedicación de este templo, la presencia de la gloria de Dios se hace visible a todos, produciendo a la vez gran respeto y gran gozo.

Las faltas de David y Salomón son silenciadas, para dejar a estos reyes con su carácter representativo de Cristo que se prepara para la autoridad sobre la tierra en los días venideros, y que luego ejercerá.

La historia que sigue se refiere principalmente a los reyes de Judá reinando en Jerusalén, con los de Israel sirviendo como puntos de referencia.

Se destacan los resurgimientos periódicos de la fe bajo la influencia de reyes piadosos. Hay altibajos, hasta la toma de Jerusalén, el saqueo y la destrucción del Templo. Tras un intervalo de 70 años, el rey persa Ciro permite a los judíos exiliados regresar a su país.

Una parte muy característica de Crónicas es la historia de Ezequías (2 Crón. 29 al 32).

De estos libros se desprende que el secreto de la verdadera felicidad para un cristiano es buscar incesantemente la presencia de su Señor y esforzarse por obedecerle (Rom. 12:2).

Esdras, habla del regreso de un pequeño número de judíos a Jerusalén después del exilio. Ellos asegurarán la permanencia del ambiente en el que Cristo nacerá 500 años después. Se restablece el culto en la ciudad en ruinas, se reconstruyen el altar y el templo. Los fieles buscan a su Dios con humillación y arrepentimiento. Dios valora el celo de sus siervos en un momento de debilidad, cuando todo parece desalentador.

Nehemías: Se reconstruye la muralla de Jerusalén, imagen de la más que nunca necesaria separación entre el pequeño rebaño cristiano y el mundo hostil a la fe, que sea religioso o no.

Se restablece el orden interno. El diablo siempre tratará de destruir o diluir el testimonio que Dios quiere dar a los hombres. Es importante que los creyentes resistan tanto a los halagos como a las críticas y trampas de los grupos que «habitan el país», que adoptan las formas del cristianismo, pero eliminan de la Palabra de Dios todo lo que les estorba, y no buscan solo la guía del Espíritu Santo.

Ester, muestra a los judíos dispersos por el mundo, lejos de su propio país. Con frecuencia son objeto de odio, cuya raíz es la furia de Satanás contra Cristo. En tiempos de Ester, la relación entre Dios y su pueblo terrenal se interrumpe. Sin embargo, los judíos son providencialmente salvados de la destrucción total. Lo mismo sucede hasta nuestros días.

4.3 - Libros poéticos o de enseñanza [Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares]

Job, es un hombre honesto, virtuoso y profundamente religioso. Pero no tiene la revelación del carácter del que había de venir, Cristo. Por lo tanto, tampoco puede conocerse a sí mismo. Su alma está surcada por una serie de infortunios, mientras sus amigos le llenan los oídos de reflexiones carentes de verdadera sabiduría. En el capítulo 31, Job expresa la autosatisfacción común entre los hijos de Adán. Luego Dios habla a Job a través de Eliú, y finalmente le habla directamente. Job llega a conocer a Dios. Alcanzada su conciencia, se humilla de su orgullo. Este es el momento en que Dios puede restaurarlo.

Los Salmos, son oraciones y cánticos, obra de hombres piadosos del Antiguo Testamento, y en particular del rey David, gran poeta y, sobre todo, profeta de Dios por medio del Espíritu Santo. Estos poemas son la expresión elevada y noble de los sentimientos de estos hombres de fe, a menudo en circunstancias dolorosas. David compuso muchos Salmos cuando estaba perseguido por Saúl, o por su hijo Absalón.

En muchos de los Salmos, el Espíritu Santo quiere hablarnos de Cristo, de sus sufrimientos y de las glorias que Dios le daría después. Estos Salmos, leídos con gran reverencia, alimentan nuestras almas acerca de nuestro adorable Salvador y Señor. Nos revelan lo que Cristo sintió en su corazón mientras pasaba por las escenas narradas en los Evangelios. Véase, por ejemplo, los Salmos 16, 22, 40, 45, 69, 110, etc.

Pero también, porque los Salmos expresan los sentimientos de los corazones que sufren, y la simpatía de Jesús por ellos, nos gusta buscar en ellos consuelo para nuestras penas. Y es muy cierto que Dios ha querido darnos preciosos consuelos por este medio. Sin embargo, si los autores de los Salmos conocían a Dios mejor que Job, no alcanzaron la plenitud de gracia que nos ha revelado el Nuevo Testamento. Así que seamos cuidadosos en nuestra aplicación de los Salmos. No tomemos en cuenta, por ejemplo, las exigencias de venganza, pues ahora estamos en la época de la gracia y del perdón: «…perdonándoos unos a otros, como también Dios os ha perdonado en Cristo» (Efe. 4:32. Léase también Rom. 12:19-21). Si hay venganzas justas, solo Dios es justo para llevarlas a cabo. Con esta reserva, el mensaje de los Salmos es de gran valor para nuestros corazones.

El significado de los Salmos es muy rico. Solo podemos indicar aquí las líneas generales de lo que contienen. Seguiremos la división habitual en 5 libros:

Primer libro. Salmos 1 al 41: A través de las circunstancias y pensamientos de David, aprendemos cómo Cristo fue odiado y rechazado por los hombres. Pero él hizo voluntariamente toda la voluntad de Dios, hasta la cruz, donde gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Sal. 22:1; Mat. 27:46). Resucitado, reinará sobre toda la creación. Hasta entonces, los fieles no son amados de este mundo, como él. A veces se burlan de ellos e incluso están perseguidos. Cristo es su modelo, su fe está ligada a él. Le expresan su confianza en las dificultades, le confiesan sus pecados y reciben su perdón. A él dirigen sus alabanzas.

¡Qué grandeza la del Salmo 22! Nos lleva a adorar al hombre perfecto, a quien oímos expresar sus sufrimientos bajo el desamparo de Dios y el odio de los hombres. El Salmo 23 se aplica a Cristo, pero también al creyente que conoce a Jesús como su Pastor. ¿Conoce usted ese descanso y ese gozo de estar con él? Compárelo con el capítulo 10 del Evangelio según Juan.

Segundo libro. Salmos 42 al 72: Es la historia de un creyente que ha perdido su relación libre con Dios por su propia culpa. Anhela la presencia divina de la que está privado. Cristo, en su belleza, gracia y gloria, le está revelado como de nuevo, y la relación se restablece. Para mantenerla, debe confesar cada uno de sus pecados y quedar limpio de ellos. Esto no impide que el creyente sufra por el mal en el que se encuentra. Al contrario, su fe, fundada solo en el Señor, se fortalece.

Tercer libro. Salmos 73 al 89: En torno al creyente, los malvados parecen prosperar, a pesar de su oposición a la voluntad de Dios. En sí mismo, el creyente encuentra mucha debilidad. Comprende que es incapaz de cumplir él solo la voluntad de Dios. Está liberado aprendiendo a confiar exclusivamente en la bondad y la fidelidad de Dios. Esta es la verdadera fe. Los salmos 84 y 87, que hablan de la morada de Dios en el pasado, muestran el valor de la Asamblea, verdadera morada de Dios en nuestros días.

Cuarto libro. Salmos 90 al 106: Los autores de los Salmos esperaban el reinado del Mesías en la tierra (Sal. 93 y 96 al 100). El lector cristiano espera la venida del Señor, que lo llevará consigo al cielo para siempre. Hasta entonces, se prepara y confía en el Dios que cuida de él durante toda su vida. El salmo 102 muestra que Cristo, que vino en humillación, bajo el oprobio de los hombres, es sin embargo Dios, «el Mismo» (v. 27).

Quinto libro. Salmos 107 al 150: Es un resumen de toda la obra de Dios en la formación de sus redimidos. Las diversas situaciones de las que los libera, sus penas, sus súplicas, las expresiones de su confianza, todo el recorrido de sus estados de conciencia y de corazón, hasta sus cánticos de gratitud y adoración, se presentan de forma variada y rica. El salmo 119, con mucho el más largo, afirma la importancia de la Palabra de Dios como norma para toda la vida del creyente.

Los Proverbios, proporcionan una guía útil para todos, y especialmente para los jóvenes, para la conducta de la vida en este mundo. En el capítulo 8, se muestran ciertas características de Cristo bajo la forma de la Sabiduría personificada.

El alma humana se analiza en este libro de forma concreta. Junto a los sentimientos nobles (Jesús reconocía algunos entre sus contemporáneos), encontramos sobre todo los signos de la decadencia moral causada por la rebelión contra Dios: egoísmo, orgullo, pasiones… El cristiano sabe que todo este mal está en germen en su naturaleza. Pero el Espíritu Santo lo libera desarrollando en él la vida de su Salvador. La Escritura, al dar al cristiano el conocimiento de su propio corazón, por una parte, y el conocimiento de la paciencia de Dios, por otra, le quita todas las ilusiones sobre la humanidad, y le hace humilde consigo mismo y amable con los demás.

Los Proverbios enseñan la sabiduría y la prudencia de lo alto en la vida cotidiana. El principio de esta sabiduría es el temor de Dios, no de miedo, sino de confianza muy respetuosa (1:7; 9:10). Se subraya la importancia de la sumisión a la autoridad establecida. Es tan útil hoy como lo fue en el pasado.

Las consecuencias del pecado sobre la relación del hombre con Dios no están expuestas en los Proverbios.

El Eclesiastés, es un extracto de las reflexiones del rey Salomón tras sus decepciones en la búsqueda de la felicidad terrenal. El autor ha adquirido experiencia. Sabe que la salvación está en la obediencia a Dios, y advierte de ello a los jóvenes. Aprendemos de su libro que sin la luz de Cristo no valdría la pena vivir, ya que la muerte cruel tiene la última palabra. ¡Qué contraste con lo que dice Pablo al final de su vida, refiriéndose a la resurrección de los creyentes y al estado eterno: «Cristo Jesús, quien abolió la muerte» (2 Tim. 1:10)!

El Cantar de los cantares, puede aplicarse a los afectos mutuos de Cristo y su Iglesia. En el Eclesiastés, el alma vive encerrada en sí misma, en una gran tristeza. Aquí, el corazón se entrega al otro y se olvida de sí mismo. Es la alegría de ser amado por Cristo y de amarle. Como a menudo en el Antiguo Testamento, el amor entre Dios y el hombre se presenta bajo la figura de los esponsales.

4.4 - Los libros proféticos [Isaías, Ester, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías]

Estos libros son una verdadera mina de gemas. Bajo la apariencia de Israel, el mensaje se dirige a todos nosotros. Pero la fe debe recibir las advertencias, promesas y revelaciones, que claramente van más allá de Israel. Incluso cuando el curso general del pensamiento es difícil de seguir, uno se encuentra con un párrafo o un grupo de palabras que, por sí solo, es una reprensión, una llamada, un estímulo, dirigido a nosotros por Dios.

Estos libros subrayan al pueblo de Dios y a cada creyente lo que se les ha confiado y lo que se espera de ellos a cambio. Dios protesta contra sus desviaciones e infidelidades, amenaza, pero sus reprimendas nunca ocultan del todo su amor.

Los profetas también contienen alusiones, a veces veladas, a la venida del Mesías-Salvador. Hay que señalar que los verdaderos creyentes siempre serán una minoría.

La profecía se refiere al pueblo de Israel y a los acontecimientos terrestres, según su importancia para Dios. La Iglesia no está relacionada con la tierra, sino con el cielo. La profecía se aplica a 2 períodos de la historia de la tierra, uno pasado, desde el fin del reinado de Judá hasta la formación de la Iglesia, y otro futuro, después de la venida del Señor para llevar a los creyentes al cielo. No hay que buscar en la profecía información sobre el período actual.

Isaías, es el heraldo de la justicia y la salvación de Dios. El estilo y el pensamiento de Isaías son de una fuerza que ningún escritor ha igualado jamás.

Dios repugna el culto de los hipócritas que se niegan a arrepentirse. ¡Ay de los que se habían erigido en sus testigos y ahora le dan la espalda! Siguen los pasos de los pecadores. Su destino será el peor de todos. Si no creéis, no resistiréis, les dice Isaías.

El capítulo 6 nos ofrece una visión de la majestad divina de Jesucristo (Juan 12:41). El capítulo 7 anuncia el nacimiento de Emanuel, el Hijo de la virgen, pasaje citado en Mateo 1:23. La tierra será purificada por el castigo, llegará el reinado del Mesías y los judíos dispersos serán reunidos.

Mientras tanto, Isaías está rodeado de un número muy reducido de fieles. Necesitan mucha paciencia, al igual que Jesús y sus discípulos más adelante.

En el capítulo 12, el gozo de la salvación estalla en un cántico que podemos hacer nuestro. Los capítulos 25 y 26 celebran la gracia de Dios para los creyentes en un cántico.

En los capítulos 40 al 57, Dios expresa su disgusto por los que piensan en otra cosa que no sea él y por los que desprecian a Cristo; lo llama su Siervo. Pero al mismo tiempo, en su gran amor, los invita a volver a él. Quiere borrar sus faltas; y al que rechazan, a Cristo, quiso darlo como sacrificio para quitar sus pecados. El capítulo 53 es de lectura obligada, pues anuncia, con más de 7 siglos de antelación, los sufrimientos de Cristo en la cruz y, como resultado, ¡una multitud de salvados! Nuestros corazones no pueden sino conmoverse profundamente. El ministro de una reina etíope se convirtió después de leer este capítulo (Hec. 8:26 al 39).

Los últimos capítulos concluyen mostrando el glorioso resultado de los pensamientos y obras de Dios, su favor a los creyentes y su castigo a los infieles.

Jeremías, expresa los sentimientos que Dios pone en su corazón. ¡Qué triste es la infidelidad y la indiferencia del pueblo elegido! Al comienzo de su profecía, que corresponde a la época del rey Josías (3:6; véase 2 Crón. 34 y 35), se observan bien las ceremonias religiosas, pero el corazón no está. Sin embargo, Dios observa atentamente cualquier movimiento hacia el arrepentimiento. El divorcio de su pueblo nunca será definitivo.

¡Qué ternura en el mensaje que Jeremías está encargado de transmitir!: «Si no oyereis esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia» (13:17).

El capítulo 17 afirma en términos contundentes lo que Jesús confirma en Marcos 7: nuestro corazón natural es engañoso e incurable.

El ejemplo del alfarero del capítulo 18 explica el difícil pasaje de Romanos 9:21. Nadie está predestinado a perderse, pero si el hombre muestra una voluntad deliberadamente opuesta a la de su Creador, este puede cambiar el destino original del ser humano, como hace el alfarero con la vasija que moldea. No olvidemos que estamos en manos de Dios durante toda nuestra existencia.

El capítulo 25 contiene una profecía que ya se cumplió: el exilio judío a Babilonia duró 70 años en el siglo 6 a.C.; Daniel, deportado a Babilonia, supo de antemano cuándo llegaría el final de la prueba gracias a la lectura de Jeremías (Dan. 9:2).

En los capítulos 26 al 28 y 36 al 38, el profeta fue perseguido a causa de la verdad de la que da testimonio. Esto ocurre también hoy.

Capítulos 31 y 32: En medio de agudos reproches, Dios recuerda a su pueblo su amor inmutable. Se establecerá una nueva alianza entre Dios e Israel, basada en la gracia y no en la responsabilidad, como la que se hizo en el Sinaí (véase Éx. 19 y 20; Hebr. 8).

Lamentaciones de Jeremías: El mismo profeta da rienda suelta a su dolor, que es también el dolor de Dios, por las desgracias de Israel. Es un castigo merecido, sin duda, pero el profeta sigue siendo solidario con su pueblo. Dios permite mucho sufrimiento en la tierra. Sepamos que Jesús se compadece de todos los que sufren. La justicia perfecta de todas las obras de Dios será un día vista por todos (Apoc. 15:4).

Ezequiel, ve grandes visiones: mientras está entre los judíos deportados a Babilonia, Dios se le aparece con los atributos de su gobierno universal invisible. Los malvados, los rebeldes, los grupos que olvidan a Dios, son advertidos de castigos implacables. Es, sobre todo, la falsedad lo que Dios aborrece. El camino del arrepentimiento está siempre abierto.

Los «centinelas» encargados de advertir al pecador tienen una gran responsabilidad: ¡ay de ellos si son infieles en su servicio (cap. 33)!

La gloria de Dios abandona el Templo de Jerusalén a causa de la idolatría del pueblo, abierta u oculta. Para el cristiano, la idolatría es un peligro constante. Incluso las cosas legítimas pueden convertirse en ídolos, por no hablar de las pasiones. Y el demonio, en este principio de siglo 21, es hábil para desviar tras de sí los corazones de los hombres: utiliza 1.000 medios para ello. Dejar al Señor su lugar, el primero, no tiene como efecto anular nuestros otros afectos, sino que los santifica.

Las ovejas del capítulo 34 son la minoría fiel a la que Dios ama y protege (véase también Jeremías 23 y Juan 10).

Capítulo 36:26-27: Dios promete dar a los que confían en él un corazón nuevo por medio del Espíritu Santo. Véase también Jeremías 31. Romanos 8 muestra cómo esto se cumple para nosotros ahora.

Los capítulos 36 y 37 hablan de la futura conversión de Israel a su Dios: será como una resurrección. Los capítulos 38 y 39 anuncian la destrucción aún por venir del último enemigo de Cristo, Gog, el príncipe de Rosh y Meshech, nombres muy evocadores.

Los capítulos 40-48 describen el futuro Templo de Jerusalén.

Daniel, llevado cautivo a Babilonia cuando Jerusalén fue tomada, ocupó altos cargos con los babilonios y más tarde con sus conquistadores, los persas. Su primer capítulo es muy estimulante para un joven que desea ser fiel a su Señor.

Hasta el final del reino de Judá, Dios había confiado su autoridad sobre la tierra a Israel, su pueblo elegido. Tras el rechazo de Israel, Dios confía su autoridad a las “naciones”. Muestra a Daniel que habrá 4 grandes potencias en las que se reconocen los imperios: babilónico, medo-persa, griego y romano. Este último ha llegado a su fin, pero volverá a formarse.

Los 6 primeros capítulos relatan las experiencias vividas por Daniel y sus amigos a causa de su piedad y firmeza. Dios había preparado a Daniel para tener un profeta poderoso como testigo ante los dirigentes de las naciones. Los reyes Nabucodonosor y Darío el Medo llegaron a conocer al Dios verdadero. Tal vez había algún recuerdo de la Palabra de Dios en Oriente, de donde los sabios de Mateo 2 vinieron a adorar a Jesús en su nacimiento.

La visión de la estatua con pies de barro, relatada por Daniel, sugiere la evolución de los poderes mundiales con la civilización. Tras periodos prometedores simbolizados por las partes altas de la estatua, llega la época aún futura, pero quizá cercana, de los pies de «hierro y en parte de barro cocido» (2:33), es decir, elementos de poder constantemente amenazados por elementos de debilidad. Una piedra que se lanza de sí misma golpea los pies y sus 10 dedos, y todo se derrumba. La piedra se convierte en una montaña que llena toda la tierra: es el futuro reino de Cristo.

Los 6 últimos capítulos son puramente proféticos. Algunos de los acontecimientos anunciados están aún por llegar. Pero otros ya han tenido lugar, por ejemplo, la venida del Mesías y su rechazo (9:25-26). El mismo capítulo 9 contiene una hermosa oración de intercesión.

Oseas, es el primero de los 12 llamados «profetas menores». A pesar de su estilo áspero y entrecortado, está lleno de ternura. El afecto de Dios por su pueblo olvidadizo se compara con el que un marido ultrajado siente siempre por su esposa infiel. Pero él es fiel, no olvida. Y llegará el tiempo del reencuentro.

Entre los versículos destacables están: «Misericordia quiero, y no sacrificio (las formas)» (cap. 6:6), recordado por Jesús en Mateo 12:7. Capítulo 11:8-9: en el momento de golpear, Dios tiene misericordia; pensamiento expresado también en Jeremías 31:20. El capítulo 13:14, que sugiere la resurrección, Pablo lo cita en 1 Corintios 15:55. El capítulo 14:4: «Los amaré de pura gracia».

Joel – Amós – Abdías – Miqueas – Nahum – Sofonías

Estos profetas reprochan a los profesos el debilitamiento y la devaluación de la fe, así como su falta de conciencia. Se engañan a sí mismos, se tranquilizan pensando en el amor de Dios, mientras desobedecen su Palabra. Nos entregamos a una religión de forma. Las advertencias que vienen de Dios, las tribulaciones, las dificultades, las crisis, quedan sin efecto. No hay retorno, no hay cambio de conducta.

Los dirigentes son especialmente responsables. Y los fuertes oprimen a los débiles. El mundo se aprovecha al máximo. Todos son culpables de la decadencia general de la fe.

Se amenaza a los impenitentes. Suena la trompeta, ruge el león. Los que se emborrachan con el mundo, los impíos, serán eliminados. Los cobardes serán castigados. Los que abandonan la Palabra de Dios no la encontrarán el día que la quieran.

Que los que escuchen estas advertencias busquen a Dios, ¡vivirán! ¡Que busquen el bien y no el mal! Que oren e intercedan, ¡y que no se sorprendan de que sean pocos!

Por encima de todo, resplandece el amor inmutable de Dios, sus «celos» de Esposo hacia los que sigue amando a pesar de su infidelidad. No abandonará a los suyos. Se apiada de los suyos y los perdona.

En todas partes se promete la restauración del pueblo elegido, que será purificado y vengado. El Salvador-Mesías vendrá (ya ha venido), el Espíritu Santo será enviado para Israel (fue enviado para la Iglesia). «Todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo» (Joel 2:32, repetido en Rom. 10:13).

Jonás, tiene opiniones personales que no concuerdan con las de Dios. Él es parcial, y no está de acuerdo con Jehová. Es parcial y no le agrada ir a Nínive a anunciar la destrucción de la ciudad. Su razonamiento es simple: Si la ciudad se arrepiente, Dios la perdonará, y yo perderé mi reputación de profeta. La terquedad y el amor propio son muy malos consejeros.

Dios instruye a su siervo con paciencia y misericordia, como hace siempre. Al mismo tiempo, vemos lo sensible que es a los gestos de humanidad de los marineros ignorantes, y lo rápido que se apresura a perdonar a quienes se humillan ante él, sea cual sea su raza.

Jonás está citado por Jesús en Mateo 12:39-41; 16:4, así como en Lucas 11:29-32.

Habacuc conversa con su Dios. El profeta observa con terror el éxito de un conquistador orgulloso y cruel. Grita a Dios: «¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás?» Dios responde: «Aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará». Habacuc escucha y, sumiso, ora. Se aflige por el sufrimiento de su pueblo. Pero en el fondo hay un gozo que nada puede apagar: ¡el gozo de conocer a Dios y su gran salvación!

Destacan tres pasajes: 1) cap. 2:3, citado en Hebreos 10:37: «Aunque la visión… tardare, espérala, porque sin duda vendrá, no tardará» – 2) cap. 2:4: «El justo por su fe vivirá». Basar toda la vida en la fe en Dios es tan importante que este versículo se cita 3 veces en el Nuevo Testamento (Rom. 1:17; Gál. 3:11; Hebr. 10:38) – 3) cap. 2:14: «La tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar».

Hageo, Zacarías y Malaquías profetizaron después del exilio, en la época de Esdras y Nehemías. Un pequeño número de judíos regresó a Jerusalén. Pronto su celo disminuyó. La fe y la obediencia a la Palabra de Dios pasaron de moda, los “negocios” florecieron. Se mantiene el culto, pero se pierde el fervor. La gente llega a decir: “Dios se ha olvidado de nosotros”, ¡cuando son los creyentes los que se han olvidado de Dios! La incredulidad no está lejos. Lo esencial se abandona por vanidades.

Para los que se dejan despertar por las advertencias de los profetas, la gran sacudida final de la tierra se da como promesa. Para los que le aman, es una buena noticia saber que Jesús volverá. Mientras tanto, tenemos esta otra promesa que renueva Isaías 59:21: la Palabra de Dios estará en nuestras manos hasta el final y el Espíritu Santo estará allí para hacerla entender (Hageo 2:5).

Zacarías registra visiones proféticas sobre el gobierno del mundo en relación con la obra de Dios para gloria de Cristo. Se menciona al Mesías y su rechazo, así como el fin de los tiempos y las dificultades mundiales en Jerusalén (12:3).

Malaquías repite la comparación de Oseas a la inversa: El pueblo se aparta de Dios como un marido adúltero. Pero Jehová ama al pequeño grupo de los fieles (3:16-18). Encontramos su linaje en el nacimiento de Jesús en Lucas 1 y 2.

Por último, está la promesa del Sol de Justicia; es Cristo que viene a establecer su reino. La ferocidad de este sol consumirá a los malvados; para los justos, «en sus alas traerá salvación» (4:2).

«Yo os he amado, dice Jehová…
«Yo Jehová no cambio…
«Os habéis apartado de mis leyes… Volveos a mí… ha dicho Jehová».
(Mal. 1:2; 3:6-7)

5 - Glosario

ABOMINACIÓN DE LA DESOLACIÓN: Ídolo colocado en el templo para profanarlo (Dan. 9:27; Mat. 24:15).

ALELUIA: Significa «alabad a Jah», es decir, a Dios (Apoc. 19).

ALFA Y OMEGA: Primera y última letra del alfabeto griego (Apoc. 1:8). El Señor es el principio y el fin de toda la obra de Dios.

ALMA: Parte inmaterial del hombre (en contraste con el cuerpo). Es la sede de la personalidad (inteligencia, corazón, voluntad…). El alma tiene una existencia eterna. El alma de los creyentes ya está salvada. Su cuerpo lo será en la venida del Señor. – Se dice que el hombre guiado por su alma no regenerada es un «hombre natural» o psíquico (1 Cor. 2:14).

ALMUD: Recipiente para medir el volumen de los cereales (Marcos 4:21).

ANATEMA: Maldito, condenado a la destrucción (Jueces 6 y 7; Gál. 1:8).

ANCIANO O SUPERVISOR: No hay jerarquía oficial en la Iglesia de Dios. Pero no hay lugar para la acción de voluntades personales. Además de los dones que Dios da a toda la Iglesia (1 Cor. 12), en cada iglesia local se ejerce el oficio de anciano (1 Tim. 3:1-7 y 1 Pe. 5:1-7). Esta función no implica autoridad oficial, sino autoridad moral y espiritual. Este es el verdadero servicio de un pastor: «Pastoread la grey de Dios… no como dominando sobre heredades…». El modelo es el Señor, el buen pastor, que da la vida por sus ovejas – Juan 10).

ASAMBLEA: Véase Iglesia.

ASERA: Estaca sagrada de las religiones cananeas (Jueces 6:25).

ASTAROT, ASTORETH, BAAL: Ídolos cananeos (Jueces).

BELZEBÚ: Jefe de los demonios (Mat. 12:24).

CARNE: 1) Parte material de un ser vivo – 2) a veces hombre; («toda carne» significa «todo hombre») – 3) la sede del pecado (Rom. 8:4-7); adjetivo: «carnal», opuesto a «espiritual».

CENTURIÓN: Oficial romano al mando de 100 hombres.

CODO: Medida de longitud que vale algo menos de 50 centímetros.

COHORTE: Cuerpo de soldados romanos compuesto por 500 o 600 hombres.

CONOCIMIENTO: Significado más amplio que en español. Además de conocimiento intelectual, implica compromiso, comunión, posesión.

DEMONIACO: Persona cuya mente está bajo la influencia de un demonio.

DIOS: Por su inteligencia, el hombre no puede conocer al Dios infinito. Dios debe revelársele. Se reveló gradualmente, a medida que establecía su relación con el hombre. A Abraham le promete sus bendiciones y declara: «Yo soy Dios Todopoderoso». Hace de Israel su pueblo y dice: «Yo soy Jehová» (o Yahvé). Para los no judíos, fuera del período actual, es «el Dios Altísimo» (Gén. 17:1; Éx. 6:6; Gén. 14:19). – Con los cristianos, el vínculo que ha establecido es el más estrecho posible; son hijos, e hijos (Juan 1:12; Gál. 4:4-7); los nombres anteriores no son adecuados; el nombre Padre es el apropiado (Juan 20:17; Gál. 4:6).

ENTENDIMIENTO: La capacidad de comprender. La mente de los inconversos se corrompe, la de los creyentes se renueva (1 Tim. 6:5; Efe. 4:23).

ENTRAÑAS: Asiento de la misericordia, de la compasión.

ESPÍRITU: La parte del hombre que lo pone en relación con Dios. A veces se confunde con el alma, a veces se distingue de ella (Hebr. 4:12).

EXPIACIÓN: Satisfacción de los derechos de la santidad de Dios mediante el sacrificio de Jesucristo. Por la expiación se quita el pecado (1 Juan 3:5).

FARISEOS: Partido judío; se mantenían apartados de los demás, con el pretexto de la santidad; más apegados a las formas que a la realidad del corazón (Lucas 11:37).

GEHENA: Lugar de tormento eterno (Mat. 10:28).

GENTILES O NACIONES: Los no judíos.

HADES: Estancia de las almas después de la muerte y antes del estado eterno (Mat. 11:23). De hecho, las almas de los creyentes ya están con el Señor; las almas de los incrédulos ya están en el tormento en el Hades (Lucas 23:43 y 16:23-24). – En el estado eterno, algunos estarán en la Casa del Padre, otros en el lago de fuego (Juan 14:2-3 y Apoc. 20:13-15).

HOLOCAUSTO: Sacrificio enteramente consumido sobre el altar, consagrado así enteramente a Dios (Lev. 1 y 6). Figura de la consagración total de Jesucristo a Dios, en su sacrificio.

HORAS: Los judíos contaban los días de la noche a la mañana. El día constaba de 12 horas, desde aproximadamente las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde. La noche, en el N.T., constaba de 4 vigilias de 3 horas.

IDOLATRIA: Pecado muy grave, porque consiste en dar a un objeto o a un hecho el lugar que solo pertenece a Dios en el corazón del hombre. Dios, en su amor y según su derecho, quiere poseer todo el corazón de su pueblo. – Además, un ídolo puede representar a un demonio.

IGLESIA O ASAMBLEA: El conjunto de todos los cristianos, efectivamente salvados por la fe en Jesucristo, unidos al Señor por el poder del Espíritu Santo desde Pentecostés (Hec. 2). La Iglesia no tiene parte en el mundo; como el Señor, es del cielo. Solo hay una Iglesia, representada en cada localidad por la iglesia local. La unidad de la única Iglesia debe demostrarse por la solidaridad de las asambleas locales. La Iglesia tiene varias características: es la Casa espiritual, donde Dios habita, el Cuerpo de Cristo (todos sus miembros tienen un servicio querido por Dios), la Esposa que el Señor presentará pronto en el cielo. – La iglesia reconoce una sola autoridad, la del Señor; un solo poder la dirige, el del Espíritu Santo. – La iglesia no es un edificio; tampoco es una asociación voluntaria.

JUSTICIA, JUSTIFICACIÓN: La justicia de Dios es absoluta. Solo Dios puede decir lo que es justo. Solo él puede declarar a una persona injusta o justa. La persona justa es aquella que cumple plenamente los requisitos de la justicia de Dios. Pero «no hay justo, ni aun uno». Pero entonces “¿cómo será justo el hombre ante Dios?” – Por la fe en la sangre de Cristo y por la gracia de Dios. El que cree es considerado justo según la justicia de Dios; la justicia le es contada, según la estimación divina, porque el sacrificio de Cristo ha satisfecho esa justicia (Rom. 3 y 4; Job 9:2). La justicia que se atribuye al creyente no es la justicia personal perfecta de Cristo, es una justicia que resulta de su muerte por nosotros y de su resurrección.

LEVADURA: Con el tiempo impregna e hincha toda la masa en la que se introduce. Imagen del mal que entra entre los cristianos; puede corromperlos completamente (Lucas 12:1; 1 Cor. 5:6-7; Gál. 5:9).

LEY: Esta palabra se refiere especialmente a la Ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés. 1) Esta Ley incluye preceptos conformes a la regla del bien y del mal según Dios; preceptos que deben respetarse todavía hoy. Nos da el conocimiento del pecado (Rom. 3:20). 2) Incluye también prescripciones rituales relativas a la vida personal y colectiva de los israelitas, en particular el culto; la Epístola dirigida especialmente a los hebreos las declara abrogadas. 3) En cuanto a la relación entre Dios y el hombre, la Ley propone la salvación sobre el principio siguiente: «El que haga estas cosas, vivirá por ellas», añadiendo: «Maldito todo el que no persevera en todo lo que está escrito en el libro de la ley, para hacerlo» (Gál. 3:12 y 10). La salvación es imposible según este principio. Así pues, Jesucristo ha expiado nuestros pecados; estamos liberados de la Ley y salvados por la fe.

MAGIA: Prácticas relacionadas con los demonios; absolutamente condenadas por Dios (Deut. 18:9-10; Hec. 13:8-10; Apoc. 22:15).

MISTERIO: Verdad durante mucho tiempo oculta y malentendida, luego revelada por el N.T. – En otro sentido, ciertos hechos divinos no pueden ser comprendidos por la inteligencia humana: por ejemplo, un Dios en 3 personas, la unión de divinidad y humanidad en Jesucristo, etc.

MONEDAS (N.T.): Blanca (valor muy pequeño); Cuarto (8 blancas); Denario (salario diario de un trabajador); Dracma (mismo valor); Estatero (4 dracmas); Mina (100 denarios); Talento (6.000 denarios).

MUNDO: 1) Esfera en la que Dios ha puesto al hombre responsable (Sal. 24:1; Rom. 1:20); 2) Sistema organizado por los hombres, en oposición a Dios, pero bajo la dirección de Satanás (Juan 12:31); el Señor era ajeno a él, también lo son sus redimidos (Juan 17:14); 3) Toda la humanidad, a la que Dios ofrece la salvación (Juan 3:16).

NUEVO NACIMIENTO: El hombre debe recibir una vida nueva, de origen divino. Esta resulta de la acción de la Palabra de Dios (agua) y del Espíritu, basada en la cruz de Jesucristo, mediante la fe (Juan 3).

PARÁBOLA: Ejemplo tomado de la vida cotidiana para aclarar una enseñanza espiritual.

PRETORIO: Residencia del gobernador romano y sede de su corte.

PROPICIACIÓN: Restablecimiento, mediante el sacrificio, de la gloria de Dios, ultrajada por todo pecado. Dios es entonces propicio al pecador que acude a él arrepentido y creyente (1 Juan 2:2). La propiciación ha sido hecha por la sangre de Jesucristo (Rom. 3:24-25); no queda nada por hacer. – Desde otro punto de vista, el Señor ha tomado el lugar de los creyentes bajo el juicio de Dios (1 Pe. 2:24); esto es sustitución.

PRUEBA, TENTACIÓN: Una prueba es un test o examen para comprobar la realidad de la fe; en este sentido Dios prueba a los suyos (1 Pe. 1:7). – La tentación es a menudo un movimiento de la carne, o del corazón natural, hacia el mal. Es también una trampa del diablo para incitar a los hombres al mal, sean creyentes o no (Sant. 1:13-15).

PUBLICANO: O “cobrador de impuestos”. Judío que recaudaba impuestos para los romanos. A menudo se enriquecían no muy honestamente (Lucas 19:1-10).

QUERUBINES: Criaturas celestiales, asociadas a la justicia de Dios.

RECONCILIACIÓN: Restablecimiento de las relaciones entre dos personas desunidas. – Entre dos hombres, es con concesiones mutuas (Mat. 5:24). – Entre Dios y el hombre, no es así. Al pecar, el hombre es plenamente responsable de la ruptura. Si vuelve a Dios y se arrepiente, entonces Dios da la gracia (2 Cor. 5:20).

REDENCIÓN: Redención de un esclavo, mediante el pago de un rescate. Redención para Dios, y liberación, del hombre esclavizado por Satanás y el pecado, por la sangre de Cristo en la cruz (Hebr. 9:12).

REINADO – REINO DE DIOS: Se establecerá en la tierra durante 1.000 años, después del arrebato de los creyentes de las economías anteriores. Se caracterizará por la justicia y la paz (Is. 9:6-7). El Señor será el Rey. En la actualidad, el Rey, rechazado de la tierra, ha ascendido al cielo; este es el período del reino de los cielos; los cristianos, sometidos a la autoridad del Señor, pertenecen a este reino. Además, forman parte de la Iglesia. Sin embargo, la Iglesia y el Reino son dos instituciones muy diferentes.

RESURRECCIÓN: Se refiere al cuerpo (véase Hades). Todos los hombres resucitarán; tendrán cuerpo y alma para la eternidad. Cristo resucitó primero; los que son de Cristo resucitarán para vida eterna cuando venga a llevárselos. Los incrédulos resucitarán unos 1.000 años después, al fuego eterno (Juan 5:29; 1 Cor. 15; Apoc. 20:12-15). – No hay reencarnación ni aniquilación.

SACRIFICIO DE PROSPERIDAD: Sacrificio de paz, o comunión (Lev. 3).

SADUCEOS: Partido judío; influenciado por el racionalismo mundano de su época; negaban la resurrección, los ángeles y los espíritus (Hec. 23:8).

SALVACIÓN: Liberación eterna del pecador, por la gracia de Dios y por la fe en el sacrificio de Cristo. No es el resultado de obras hechas. Los efectos se realizarán plenamente cuando el cuerpo resucite en la venida del Señor. Entonces el hombre entero será llevado al cielo. – En cuanto a las obras, una vez salvado, el creyente hace las que Dios le ha preparado (Efe. 2:10).

SAMARITANOS: Población mixta, asentada en Samaria, despreciada por los judíos (2 Reyes 17:24-31; Juan 4:9).

SANTIFICACIÓN: 1) Todo creyente es santificado, o apartado para Dios, de una vez para siempre, por la voluntad de Dios y por el sacrificio del Señor Jesús (Hebr. 10:10). 2) El creyente es exhortado a una santificación práctica progresiva (Juan 17:17; 1 Tes. 5:23).

SANEDRÍN: Tribunal supremo de los judíos, compuesto de 70 miembros.

SEOL: Palabra del Antiguo Testamento, correspondiente a Hades en el Nuevo Testamento.

SINAGOGA: Lugar donde se reunían los judíos para leer la Ley en tiempos del Nuevo Testamento.

SUPERVISOR: Véase Anciano.

SUSTITUCIÓN: Véase Propiciación.

TABERNÁCULO, TIENDA DE REUNIÓN: Lugar de culto del pueblo de Israel en el desierto (Éx. 25 al 40).

TEMOR A DIOS: No temor, sino un respeto muy grande y santo al Dios infinitamente glorioso, incluso cuando le decimos: «Padre»; este respeto va acompañado de confianza (Prov. 9:10; Hec. 9:31).

TEMPLO: Lugar de culto del pueblo de Israel en Jerusalén (2 Crón. 3 al 7).

TENTACIÓN: Véase Prueba.

TRANSGRESIÓN: Literalmente: ir más allá de los límites establecidos. En la Palabra de Dios; violación de la voluntad de Dios.

VENIDA DEL SEÑOR: Según su promesa, el Señor vendrá sin ser visto por el mundo para llevarse a los suyos. Los creyentes esperan al Señor (Juan 14:1-3; 1 Tes. 4:16-18). También vendrá en otra ocasión, bajo el título de Hijo del hombre, acompañado de sus redimidos, para establecer su reino en la tierra, mediante juicios (Mat. 24:30; 2 Tes. 1:8-10 y 2:8); esta será la aparición (2 Tim. 4:1).