Las buenas obras


person Autor: Maurice KOECHLIN 22

flag Tema: Las obras


Los judíos le hacen esta pregunta al Señor: «¿Qué hemos de hacer, para realizar las obras de Dios?» (Juan 6:28).

¿No hay en esta palabra hacer, repetida dos veces, el pensamiento de que hay alguna capacidad en ellos mismos para hacer lo que agrada a Dios y satisfacer a Su santidad?

La respuesta del Señor es muy notable e importante para meditar. No les habla de las obras que Dios exige de ellos, sino de la obra que Él mismo hace, dándoles la fe en Aquel que le ha enviado. «Esta es la obra de Dios, que creáis en aquel a quien él envió» (v. 29).

La fe es un don de Dios. Se nos dice: «Por gracia sois salvos mediante la fe; y esto no procede de vosotros; es el don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efe. 2:8-9). No podemos hacer nada, absolutamente nada, ninguna obra, para obtener la salvación. «Somos hechura suya» y fuimos «creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios había preparado antes para que anduviésemos en ellas» (v. 10). Así que las buenas obras en las que estamos llamados a caminar son de Dios, y así como somos salvados por la fe, es solo por la fe que podemos hacer buenas obras.

Hemos sido «creados en Cristo Jesús». Es permaneciendo en él que daremos fruto, como el sarmiento que está en la vid; es oyéndole, guardando su Palabra, fijando nuestros ojos en él, contemplándole en la perfección de su vida de dependencia, que haremos buenas obras, las obras de Dios, las que él ha preparado de antemano para que andemos en ellas.

Recordemos también lo que dice Proverbios: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (3:5-6). Si camináramos siempre en completa dependencia de Dios, sin seguir nuestros propios pensamientos y deseos, ¡cuánto más fácil sería nuestro caminar en los caminos que Dios dirige por su gracia cuando esperamos en Él, y en los que ha preparado todo de antemano para nosotros!

Y cuando se trata de buenas obras, es Él quien produce las circunstancias en las que nos pide que las hagamos y quien nos pone en contacto con los que se van a beneficiar de ellas.

Mantengamos siempre grabadas en nuestro corazón las palabras del Señor que hacen brillar su perfección en su sometimiento a la voluntad del Padre y en las obras que él hacía.

«No lo que yo quiero, sino lo que tú» (Marcos 14:36).

Su total dependencia: «De mí mismo no puedo hacer nada… porque no procuro mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Juan 5:30).

Yo «no hago nada por mí mismo, pero digo estas cosas según me enseñó el Padre… hago siempre las cosas que le agradan» (Juan 8:28-29) ¡Qué ejemplo y qué modelo!

Pero si Dios nos ha preparado buenas obras, no perdamos las oportunidades que nos da para hacerlas. «Aprovechando cada ocasión», se nos dice (Col. 4:5).

El «gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí mismo un pueblo propio, celoso de buenas obras» (Tito 2:13-14).

Se nos exhorta a estar «preparados para toda buena obra» (Tito 3:1).

Hay muchas exhortaciones a las buenas obras. Debemos distinguirnos por ellas, (en) donde haya necesidad. Caracterizan a los creyentes; deben aplicarse en ser «solícitos en practicar buenas obras» (Tito 3:8, 14). «No nos cansemos de hacer el bien», dice el apóstol a los gálatas. «Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe» (Gál. 6:9, 10). Es por nuestras obras que mostraremos nuestra fe (Sant. 2:18). La fe debe ser activa.

Hay exhortaciones especiales relacionadas con las diferentes condiciones en las que se encuentran los creyentes. El apóstol dice a los ricos, después de hablar del peligro de las riquezas, que deben ser ricos en buenas obras. Recomienda a las mujeres que se adornen con buenas obras y que caminen con buenas obras (1 Tim. 2:10; 5:10).

Debemos estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras (Hebr. 10:24). El amor no solo debe acompañar a las buenas obras, sino que es la fuente y el motivo de ellas, si vienen de Dios.

Es la Palabra la que nos enseña sobre nuestras buenas obras, y nos disciplina: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para convencer, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea apto y equipado para toda buena obra» (2 Tim. 3:16-17).

Pero en medio de la cristiandad en ruinas, la casa grande, la Palabra también nos dice en qué condiciones seremos útiles al Maestro. Debemos apartarnos de toda iniquidad, purificarnos de los vasos para deshonra; entonces seremos vasos para honra y honor preparados para toda buena obra (2 Tim. 2:21). También se nos dice que debemos purificarnos como Él es puro (1 Juan 3:3).


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