5 - Dios, ¿ha predestinado a algunos para que vayan a la perdición?


person Autor: Hendrik Leendert HEIJKOOP 21

library_books Serie: Andar con Jesucristo

flag Tema: Conocidos de antemano, elegidos y predestinados


Queridos amigos:

Ustedes están preocupados porque alguien afirmó que en esta tierra no se puede saber si uno es salvo, pues nadie sabe si ha sido elegido.

Ustedes sencillamente hubieran podido contestar con la Palabra de Dios. Esta dice: «Porque Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que cree en él, no perezca, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Como Dios dice la verdad, según este versículo podemos tener la seguridad de nuestra salvación. Cada uno tendrá que reconocer que Dios nunca miente.

A alguien que afirmaba semejantes pensamientos le pregunté si él opinaba que el apóstol Pablo había ido a Dios para echar un vistazo al libro de sus designios. Y naturalmente, lo negó. Luego proseguí con otra pregunta: ¿Cómo, entonces, pudo escribir a los tesalonicenses?: «Sabiendo, hermanos amados por Dios, vuestra elección». ¿Y cómo en todas sus epístolas llama «santos» a las personas a quienes escribe?

El interrogado no supo qué responder, pero al día siguiente se acercó a mí y me dijo: “Ahora yo también sé que soy salvo”.

De hecho, la Palabra de Dios habla muy claramente de una elección. ¿Qué hijo de Dios, al haber leído citas como Efesios 1:4-5; Romanos 8:29-30; 1 Pedro 1:2, lleno de respeto, no haya adorado a su Dios por haberle concedido tal gracia?

5.1 - La predestinación

Por desgracia, el hombre no se mantuvo en lo que está escrito en la Palabra de Dios, sino que permitió a sus razonamientos ir más allá, a fin de llegar a pretendidas conclusiones lógicas. El resultado fue que llegó a hacer afirmaciones que van en contra de la Palabra de Dios y que en realidad constituyen una deshonra para Su nombre. La enseñanza de la predestinación de todos los hombres es una caricatura del glorioso cuadro de la elección que nos ofrece la Palabra de Dios.

Según esta doctrina de la predestinación Dios habría escogido a unos para eterna salvación, mientras que a los demás habría decidido rechazarlos. Léase Romanos 9:8-23.

5.2 - La gracia, no solo para los judíos

En los primeros ocho capítulos de la epístola a los Romanos encontramos descrita la condición del hombre y la respuesta de Dios. El hombre está perdido y sin ninguna esperanza: «No hay diferencia; puesto que todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia» (Rom. 3:22-24). Si todos son salvos exclusivamente sobre la base de la gracia, ello no se limita a los judíos, sino que la gracia también es válida para las naciones, para los no judíos.

Pero esto no agradaba a los judíos. Ellos ocupaban un sitio de predilección e intentaban guardarlo. Por eso a menudo su gran enemistad se manifestaba precisamente cuando este Evangelio era predicado a los paganos (ver por ejemplo Hechos de los Apóstoles 13:45-50; 15:1; 17:5; 28:25-29). En Romanos 9 - 11 el apóstol trata la cuestión de cómo conciliar la igualdad de los judíos y de los gentiles, bajo el Evangelio, con la posición especial que Dios había dado a los judíos.

5.3 - La simiente de Abraham

Lo primero que los judíos reivindicaban era que solo ellos eran la simiente de Abraham (Juan 8:33). “Bien –podría decir el apóstol– entonces tendrán que reconocer a Ismael, pues él también era hijo de Abraham”. Y si en este caso se pudiese objetar que la madre de Ismael era tan solo una esclava, de quien descienden los árabes, todavía quedaba Esaú, el padre de los edomitas. Jacob y Esaú tenían el mismo padre y la misma madre y aún por encima eran gemelos. Sin embargo, Esaú, aunque era el mayor, no vino a ser el patriarca del pueblo de Dios. Y no porque Jacob fuese mejor. Desde antes del nacimiento, Dios había dicho que el mayor serviría al más joven.

Por lo tanto, no era por derecho que los judíos tenían esa privilegiada posición, sino en virtud del libre poder y de la libre gracia de Dios. Si querían apelar a su derecho, también tenían que reconocer a los árabes y a los edomitas como formando parte del pueblo de Dios, y era precisamente lo que no aceptaban. Pero, como solo eran el pueblo de Dios merced a la obra de la libre gracia y del poder de Dios, sin duda alguna, Dios tenía el derecho de extender la bendición también a otros.

Aquí vemos que no se trata de una elección o de un rechazamiento para la eternidad, sino exclusivamente de una situación privilegiada en la tierra.

5.4 - Amé a Jacob, mas a Esaú aborrecí

Estas palabras de Romanos 9:13 también suelen ser utilizadas de modo especial como prueba para la enseñanza del rechazo. Quien lo hace confunde los dos versículos: el 12 y el 13. El versículo 12 cuenta lo que Dios realmente dijo cuando los niños aún no habían nacido, pero no antes de la fundación del mundo, como se dice de nosotros en Efesios 1:4. Aquí se trata de una posición terrenal; esto lo anunció Dios poco antes del nacimiento (v. 10).

El versículo 13, al contrario, se saca de Malaquías 1:2-3. Esto lo dijo Dios unos mil cuatrocientos años después de que Jacob y Esaú vivieran, cuando tanto la vida de ellos como la de sus descendientes se habían demostrado. En Hebreos 12:16-17 se llama a Esaú fornicario y profano, quien por un plato de comida vendió su primogenitura y no encontró oportunidad para el arrepentimiento. No debe sorprendernos si Dios dice que odia a tal hombre. «Aborreces a todos los que hacen iniquidad» (Sal. 5:5).

Entonces llegamos al versículo 15: «Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y tendré compasión del que yo tenga compasión» (Rom. 9; cita de Éx. 33:19). El pueblo había construido el becerro de oro y rechazado a Dios (Éx. 32:4). Merecía el juicio (v. 10); pero Moisés oró por él. Entonces Dios mostró una vez más su gracia y perdonó al pueblo. Estas palabras comunican, pues, la evidencia de que Dios se reserva el derecho de dispensar gracia, incluso cuando uno ha incurrido en conductas que merecen el juicio de Dios. Que Israel fuese el pueblo de Dios reposaba únicamente en la gracia. Así estas palabras no pueden ser una prueba a favor de la doctrina del rechazamiento. El versículo 15 establece el principio de la gracia. Allí donde todos hemos merecido el juicio, solo la misericordia de Dios puede dar una salida. Si a partir de hoy un hombre no pecara más (en caso de poder hacerlo), ¿de qué le serviría eso? Todavía tendría que someterse al juicio por aquellos pecados cometidos hasta entonces.

5.5 - Dios endurece a algunos hombres

El versículo 17 es una cita de Éxodo 9:16. Dios dijo a Faraón que endurecería su corazón para manifestarle todo Su poder. Pero primero debemos leer lo que había ocurrido antes. En Éxodo 5:2 Faraón dice: «¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel». Luego agravó la servidumbre del pueblo (cap. 5:18). A pesar de todas las señales y juicios que Dios mandó, Faraón no quiso obedecer la voluntad de Dios. Solo entonces Dios dijo: Ahora voy a endurecer tu corazón, para que todo el peso de mi juicio caiga sobre ti.

Es cierto que Dios ya había dicho que lo haría (Éx. 4:21), pues sabía de antemano que Faraón no escucharía. Conocía el corazón de Faraón (cap. 3:19). Pero Dios no endureció el corazón del Faraón antes de haberle hablado varias veces y haberle enviado bastantes señales y plagas; cada vez Faraón se negó a dejar ir al pueblo de Israel y más bien siempre faltó a su palabra (cap. 9:12). Fue entonces cuando Dios pronunció las palabras de Éxodo 9:16.

Es verdad que a veces Dios endurece los corazones. Lo hizo en el caso de Faraón. También lo hace a veces hoy día. E inmediatamente, tras el arrebatamiento de la Iglesia, lo hará con todos aquellos que pese a oír el Evangelio no lo hayan aceptado (2 Tes. 2:11). Pero Dios jamás hace esto antes de dar al hombre la oportunidad para convertirse (Job 33:14-30). Eso es muy distinto de lo que dice la doctrina del rechazamiento.

5.6 - Dios es libre de actuar como desea

En Romanos 9:19-21 esta cuestión se trata de modo muy general. ¿No tiene Dios el derecho de hacer con sus criaturas lo que quiere? Tendría derecho a hacer de un hombre un vaso para honra y de otro un vaso para deshonra. ¿Puede la cosa creada tener por responsable al Creador y pedirle cuentas? Dios, como Creador, tiene el derecho de hacer con sus criaturas lo que le plazca. Puede obrar en gracia hacia el uno y destinar al otro a la perdición eterna. Pero del último derecho mencionado, Dios no ha hecho uso. Él es luz y amor, nunca obra en contradicción consigo.

El versículo 21 habla precisamente de esto. Hace alusión a Jeremías 18. Allí Dios señala su derecho a hacer con Israel lo que le plazca. El alfarero hace una vasija de barro, pero si esta se estropea, hace una nueva con el mismo barro. «Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? Dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel» (Jer. 18:5-6).

Pero, ¿cómo hace Dios uso de este derecho? «En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles, y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar. Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determinado hacerle» (Jer. 18:7-10).

Si alguien se vuelve de su maldad, Dios se arrepentirá del juicio que tenía preparado y obrará en gracia. Para eso Dios utiliza su libre e ilimitado poder, su soberanía.

5.7 - Los vasos de ira preparados para la destrucción

Los versículos 22 y 23 de Romanos 9 prueban lo mismo, a pesar de que a menudo son usados como una prueba fuerte a favor de la enseñanza del rechazamiento. Pero en realidad constituyen una poderosa prueba en contra de esta enseñanza.

El versículo 22 habla de los vasos de ira; vasos preparados para destrucción. ¿Quién los ha preparado? Aquí no está dicho. Pero se deduce con toda claridad del contexto que Dios no lo ha hecho. ¿Podría uno decir que Dios los ha soportado con mucha longanimidad, si él mismo los ha preparado para perdición? Nótese también la diferencia con el versículo 23, donde leemos que Dios ha preparado de antemano los vasos de gracia. Claro está que los vasos de ira se han preparado ellos mismos: «Pero según tu dureza y tu corazón impenitente, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios» (Rom. 2:5).

5.8 - La Palabra de Dios no predestina para la condenación

En las Escrituras no hay ni una sola evidencia a favor de la idea de que Dios haya decretado previamente la condenación de alguna persona, de que haya designado a determinadas personas para que se pierdan eternamente. Al contrario, eso contradice lo que Dios ha revelado de sí mismo en su Palabra.

¿Cómo podría ser posible que «Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos» –y quien dio a su Hijo Jesucristo «en rescate por todos»– (1 Tim. 2:4, 6), no permita a una parte de esos «todos» participar de ello, para que todos pudiesen ser salvos y que, al contrario, ellos tengan que ir a la perdición eterna? Si bien hay muchas citas, bastaría meditar en Juan 3:16, Romanos 3:22; 1 Juan 2:2.

No, gracias a Dios, hay una elección que ha designado a pobres pecadores para la gloria, pero en ningún sitio la Palabra de Dios habla de una elección para condenación. Al contrario, la Palabra dice: «El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida» (Apoc. 22:17), y también: «Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al pleno conocimiento de la verdad» (1 Tim. 2:3-4).

Y si no logramos compaginar estas dos cosas: la elección de una parte con la invitación a venir formulada a todos, entonces recordemos lo que Dios dijo: «Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Is. 55:9). ¿Qué hombre osaría pensar que por su propio entendimiento es apto para comprender o aun juzgar la sabiduría y los caminos de Dios? Pero, para el creyente, queda lo que ya decía Abraham: «El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Gén. 18:25).

Con afectuosos saludos, su hermano en Cristo.