¿Coincidencia o la mano de Dios?
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Muchos cristianos tienen el hábito de buscar causas secundarias o incluso terciarias para los muchos acontecimientos que componen sus vidas, y así pierden el gozo de ver la mano de Dios obrando detrás de cada escena. Si este hábito es incorregible, toda la vida se convierte en un revoltijo de acontecimientos sin sentido, y el espíritu es duramente probado. En cambio, si no se miran todas las causas secundarias, sino a Dios mismo, comienzan a aparecer la luz y el orden, aunque la explicación completa de todas las circunstancias, contrarias o no, espera indudablemente el día en que todo lo oculto salga a la luz.
El libro de Job es un ejemplo sorprendente de ello. Fue uno de los primeros libros de la Biblia que se escribieron, y de él podemos aprender algo sobre la bondad de Dios. Sabiendo la terrible perplejidad que las circunstancias adversas causarían en la mente de los hombres, y particularmente en el corazón de sus santos, hizo que se escribiera este libro, que debía manifestar «el fin del Señor» (Sant. 5:11). Es posible que nunca más, en la historia del mundo, haya caído sobre un solo mortal tal combinación de golpes aplastantes, pero resulta que vino de la mano de Dios y fue ordenado por la sabiduría y el amor perfectos. Y todo esto quedó registrado desde el principio mismo de la revelación escrita de Dios.
El libro de Ester nos ofrece otro ejemplo de cómo Dios actúa entre bastidores en el pequeño mundo de los hombres, y aunque el tema se aborda desde un ángulo diferente y muchos de los protagonistas son monarcas impíos que se ocupan de asuntos de alta política, la evidencia no es menos sorprendente. Quizá sea aún más sorprendente si recordamos que Ester es uno de los 2 únicos libros de la Biblia en los que no se menciona a Dios. Allí donde Dios no aparece por ninguna parte y donde los acontecimientos se desarrollan aparentemente sin él, está claro que actúa entre bastidores.
La historia de Ester es bien conocida por todos nuestros lectores. Trata del destino de los judíos que permanecieron en las tierras de su cautiverio después de que un remanente regresara a la tierra de sus padres bajo Zorobabel, Esdras y Nehemías. Se trataba claramente de la élite del pueblo, pues la idea de regresar a Jerusalén para afrontar las penurias, los problemas y la desgracia que ello conllevaba, solo podía atraer a quienes temían al Señor y pensaban en su nombre y sus propósitos. Los que tenían una mentalidad más mundana, que se habían establecido cómodamente, que habían adquirido propiedades y riquezas en las tierras a las que habían sido dispersados durante los 70 años, debían de estar menos dispuestos a afrontar los sacrificios que implicaba tal desarraigo.
Mientras Dios obraba abiertamente entre el remanente que había regresado, suscitando a sus profetas que los dirigían con palabras inspiradas, no se manifestaba en absoluto entre la masa que no había vuelto al país. Como se habían apartado de sus caminos, se ocultó a sus ojos, de modo que la historia de su maravillosa liberación de un desastre inminente puede contarse sin mención alguna de Dios. Mardoqueo, que era uno de sus líderes y él mismo era un hombre piadoso, por lo que podemos juzgar, solo pudo decir a Ester: «Si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos» (4:14). Es evidente que tenía cierta confianza, pero “en otro lugar” es un sustituto muy pobre de Dios. El libro termina con «Mardoqueo el judío fue el segundo después del rey Asuero» (10:3), una especie de segundo Daniel, pero ¡qué inferior! Uno, próspero virrey, buscando «el bienestar de su pueblo y habló paz de todo su linaje», pero sin contacto directo con el Dios vivo. El otro, no menos grande y próspero virrey, pero también profeta de Dios, instruido en la mente de Dios y comunicándola a los demás.
El autor del libro de Ester nos cuenta la historia de la gran liberación concedida a los judíos en los vastos territorios de Asuero, desde el punto de vista espiritual de los judíos de la dispersión. Cuenta una historia real que es casi más extraña que la ficción. El relato abunda en situaciones que podrían calificarse de dramáticas y en coincidencias notables.
La imaginación es algo que debe evitarse al considerar las Sagradas Escrituras. Intentaremos evitarla no describiendo como coincidencias varios detalles que muchos estarían dispuestos a considerar como tales. No creemos que puedan negarse las siguientes coincidencias notables:
1. De acuerdo con las costumbres inmorales de la época, se reunió en Susa un gran número de hermosas jóvenes para el rey, y Ester obtuvo el favor universal. Era casi seguro que una joven se ganaría el favor del rey, pero Ester no solo se ganó ese favor, sino también el del chambelán del rey e incluso el de «todos los que la veían» (vean Ester 2:9, 15, 17). Así fue elevada repentinamente a una posición de extraordinaria influencia.
2. Entre las muchas intrigas de la corte oriental, se urdió un complot para asesinar al rey, pero la noticia llegó solo a Mardoqueo de entre todo el pueblo, y así pudo ganarse el favor del rey.
3. Asuero ascendió a Amán, el agagueo (o amalecita), «después de estas cosas» (Ester 3:1). Así, el enemigo jurado de los judíos, con todo su potencial para hacer daño, obtuvo su exaltada posición solo después de que se hubieran sentado las bases para derrotar sus malvados designios.
4. Amán, investido de poder y muy enfadado por la falta de respeto de Mardoqueo, decidió destruir a este y a todo su pueblo, y recurrió a echar suertes para determinar “el día”; además, la suerte echada en el primer mes del año señaló el día 13 del duodécimo mes, lo que dejaba tiempo de sobra para tomar las diversas medidas que condujeron a su caída y a la de su proyecto (3:7, 13).
5. Las medidas necesarias para la defensa de los judíos, cuyo éxito dependía en gran parte del estado de ánimo del rey en el segundo banquete, fueron tomadas por Mardoqueo y Ester, sin embargo, «aquella noche [la anterior] se le fue el sueño al rey» (Ester 6:1); sin razón no pudo dormir.
6. Habiendo perdido el sueño, el rey no perdió la compostura, como Nabucodonosor (Dan. 2). Para ayudar a pasar el tiempo, no mandó llamar a bailarinas, como era costumbre en la época, (nota Dan. 6:18 vers. inglesa JND), sino que pensó en el libro de Crónicas y ordenó que se lo leyeran (Ester 6:1).
7. Los siervos, que obedecían sus órdenes, se detuvieron en la página de los anales que relataba la traición de los 2 eunucos y la oportuna intervención de Mardoqueo (Ester 6:2).
8. La memoria del Rey se despertó en este punto, su curiosidad le impulsó a averiguar qué recompensa se había dado a Mardoqueo; y, al enterarse de que este notable servicio prestado había sido totalmente ignorado, su sentimiento de gratitud, que hasta entonces había permanecido extrañamente silencioso, se sobresaltó, y resolvió recompensarle generosamente (Ester 6:3-6).
9. Fue a esta hora temprana cuando Amán, ebrio de orgullo y convencido del éxito de sus planes, se presentó en el patio para conseguir una audiencia con el rey y obtener permiso para ahorcar a Mardoqueo en la horca que había preparado (Ester 6:4).
10. Asuero se anticipó a su petición preguntándole qué debía hacerse con el hombre a quien el rey se complacía en honrar; Amán, suponiendo en su orgullo que solo podía ser él mismo, sugirió que se le elevara a una dignidad cuasi real de la forma más pública imaginable, y el rey dio entonces instrucciones a Amán para que llevara a cabo sus propias sugerencias con respecto a Mardoqueo (Ester 6:6-11).
El resto de la historia es muy simple. Como resultado de esta notable serie de coincidencias, Amán fue ahorcado en el madero que había preparado para Mardoqueo, los judíos fueron facultados para resistir cualquier agresión contra ellos y, en consecuencia, el día 13 del duodécimo mes, los enemigos de los judíos fueron destruidos, y los judíos no solo fueron preservados, sino que prosperaron.
¿Fueron todos estos notables acontecimientos una serie de coincidencias? En absoluto: Dios estaba actuando, aunque oculto. Dios estaba entre bastidores en el pequeño y ajetreado mundo del hombre. Como podemos ver, él prepara todas las escenas en las que está presente. Además, las organiza en favor de su pueblo, si no para su conservación y progreso temporal, siempre para su bien espiritual y el progreso de sus propios propósitos.
Las dispensaciones varían, pero los caminos de Dios, tanto en la providencia como en el gobierno, no cambian; se establecen según los mismos principios, cualquiera que sea la dispensación. Por lo tanto, podemos estar seguros de que Dios sigue obrando hoy entre bastidores de la misma manera. Esta certeza se ve reforzada por la siguiente consideración: cuando su pueblo se distingue por la fidelidad, el poder y la brillantez, él se complace en hacer muy manifiesta su presencia en medio de ellos; pero cuando hay defección, debilidad y fracaso, le conviene retirar las manifestaciones de su presencia en gran medida, si no del todo, como en el libro de Ester. La defección, la debilidad y la bancarrota caracterizan ciertamente a la Iglesia profesa de hoy.
¿Están ustedes afligidos por la ausencia de auténticos signos visibles del testimonio de Cristo y del camino peregrino de la Iglesia en este mundo? Busquen entonces sus obras más ocultas. Abundan por doquier. Búsquenlas también en las circunstancias más modestas y humildes de su propio camino.
Si se preguntan: “Pero ¿podemos hacerlo, podemos ver lo que Dios hace en asuntos tan insignificantes como los nuestros?”. Desde luego que pueden. Dios no olvida ni un solo gorrión de los 5 que se venden por 2 céntimos (comp. Lucas 12:6), ni siquiera el gorrión sin valor que deja el vendedor, pues se gastan 2 céntimos, no 1 (comp. Mat. 10:39). Les pide simplemente que acudan a él en oración y súplica por todo (comp. Fil. 4:6). Por tanto, pueden estar absolutamente seguros de que él se interesa mucho por todas sus preocupaciones y por todos sus caminos en la tierra. Pueden confiar en su guía. Y si se sienten débiles e incapaces de discernir y recibir sus indicaciones de un modo más directo y manifiesto, pueden estar tanto más seguro de que él actúa entre bastidores y de que ustedes pueden verle.