Inédito Nuevo

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos

Algunas reflexiones sobre 2 Timoteo 2


person Autor: Alfred Eduard BOUTER 5

flag Tema: Los últimos días, la última hora del actual periodo de la gracia


Traducido de «Le Messager Évangélique», año 1987, página 124

0 - Prefacio

La Segunda Epístola de Pablo a Timoteo nos muestra el estado de ruina del testimonio cristiano en los últimos días de la historia de la Iglesia. Es notable que el apóstol Pablo no se desanimara cuando escribió esta última carta inspirada. En la cárcel, en circunstancias dolorosas, encontró todos sus recursos en el Señor Jesús, a quien se menciona mencionan 16 veces en esta Épístola. ¡Qué ejemplo para nosotros, en una época en la que él está rechazado, especialmente en medio del cristianismo!

Resumiré brevemente algunos de los recursos de que disponen los cristianos en esta Epístola:

  • La promesa de vida que hay en Cristo Jesús (1:1); vida eterna (comp. Tito 1:2), fuente inalterable en los días difíciles; este recurso está en Cristo Jesús, el Hombre del beneplácito de Dios; vean también la expresión del versículo 10, «la vida y la incorruptibilidad».
  • El poder de Dios (1:8).
  • La gracia de Dios (1:9; 2:1).
  • Las sanas palabras (1:13); Santas Escrituras (3:15), llamadas «toda la Escritura» (3:16); comp. «sana doctrina» (4:3).
  • La presencia y acción del Espíritu Santo (1:14); comp. también 1:7 «el espíritu de fortaleza, de amor y de sensatez».
  • La misericordia (1:2, 16, 18).

En el segundo capítulo de esta Epístola, Timoteo está visto bajo 7 ángulos diferentes. Encontramos indicaciones e instrucciones para el cristiano que vive en tiempos difíciles, en medio de la ruina, en la «casa grande» (2:20).

1 - «Hijo mío» (2:1)

Probablemente Timoteo había recibido el Evangelio a través del apóstol Pablo en su primer viaje misionero. Pablo consideraba hijos suyos tanto a los tesalonicenses como a los corintios (1 Tes. 2; 1 Cor. 4:15); también había «engendrado» a los gálatas, y había “trabajado” en ellos también en otro sentido, para que Cristo se formara en ellos. Por eso es importante preguntarnos si somos verdaderamente hijos espirituales del apóstol Pablo, que nos vincula a un Cristo muerto, ahora resucitado y glorificado. ¡Qué privilegio pertenecer a una generación así! ¡Un niño debe crecer! Por la Palabra (1 Pe. 2:2), por el amor, en la relación con sus padres en Cristo (1 Tes. 2; Gál. 4:19; 5:6), por la disciplina (Hebr. 12), por la oración, por el alimento que Dios da en abundancia. Pero todo esto «en la gracia que es en Cristo Jesús».

En todo esto Timoteo era fiel (lo que Pablo no podía decir de los corintios), en otras palabras: era un verdadero vencedor. Como tal, podía confiar las cosas que había oído de Pablo a otros «hijos», a hombres fieles que también fueran capaces de instruir a otros. Aquí vemos cómo la verdad se transmite de generación en generación.

2 - «Buen soldado de Cristo» (2:3)

Fortalecido, Timoteo podía ser un buen soldado. Pero su fidelidad al Señor, a Pablo y a la verdad le costó cara: había sufrimiento. Pero no estaba solo en el ejército del Señor: «Participa» (comp. 1:8; 2:9 y 4:5).

¿Cuál era su único objetivo? Complacer a quien lo había alistado. ¿Y cómo lo hizo? No preocupándose por los asuntos de la vida. ¿Podía estar ocupado por las riquezas, por los deseos? Incluso ciertas cosas legítimas se dejaban de lado para alcanzar este objetivo (comp. Pablo en 1 Cor. 7; 9).

3 - Uno «que lucha como atleta» (2:5)

Con esta imagen, Pablo nos habla de la importancia primordial de la obediencia. Un cristiano será coronado por su Maestro si es fiel, si lucha según las leyes. Como siempre (1 Sam. 15:22), pero especialmente en un tiempo de ruina, el Espíritu insiste en la necesidad de la obediencia para recibir bendiciones en nuestra vida de hoy, pero también para obtener la recompensa futura.

4 - «Un labrador» (2:6)

Todavía es tiempo de trabajar, mientras que la tendencia humana es saciarse y descansar ya ahora (comp. 1 Cor. 4:8; Hebr. 4:9). Este es también un principio que se encuentra en el Salmo 126 y que nuestro Señor Jesús mismo hizo realidad (Is. 53:11). ¡Cuánto aró antes de gozar del fruto! Sería un estudio provechoso examinar en la Palabra cuáles son los frutos que Dios quiere darnos para que los disfrutemos. Y también aquí, en la lectura y el estudio de la Palabra, nuestro trabajo en dependencia del Espíritu nos permitirá volver a disfrutar de los frutos.

5 - Un obrero aprobado (2:15)

Debemos mantener la verdad en un tiempo de ruina, entendiendo que estamos delante del Señor; este pensamiento nos protege de las influencias, críticas o halagos del hombre. Las disputas de palabras y los discursos vanos y profanos carecen de provecho. Lo importante es estar aprobados, no avergonzarnos delante de él. Para ello, ¡debemos mantener toda la verdad!

Esto conduce a guardar el equilibrio necesario, no subestimar, por ejemplo, la soberanía de Dios ni, a la inversa, subestimar la responsabilidad del hombre, no ver solo a la Iglesia y dejar de lado las promesas de Dios a Israel, o viceversa. Se anima a Timoteo (y nosotros con él) a cortar por lo sano con la Palabra de verdad.

6 - «Un vaso para honra» (2:21)

Fijémonos en el contexto. La situación en la cristiandad es tal que el apóstol habla de una casa grande. Ya no puede decir que es la Casa de Dios (como en 1 Tim. 3:15), porque su autoridad ya no es reconocida en general. En medio de esta decadencia, causada por la falta de amor y la infidelidad (1:15; 2:17; 3:8), «el sólido fundamento de Dios está firme», a pesar del progreso del mal (2:19): ¡qué consuelo!

Tras esta observación, el apóstol habla del sello de este fundamento. Distingue 2 aspectos. Por una parte, la soberanía de Dios: «Conoce el Señor a los que son suyos». Por otra, la responsabilidad del hombre: «Apártese de la iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor» (2:19). En la enseñanza que sigue, Pablo mantiene la distinción entre estos 2 puntos de vista.

6.1 - El aspecto exterior

En esta casa grande hay muchos vasos que representan a los que hacen profesión de cristianismo. El apóstol divide primero estos vasos según su naturaleza: vasos de oro y vasos de plata; todos los cristianos al principio de la historia de la Iglesia eran públicamente para gloria de Dios (el oro), los frutos evidentes de la redención (la plata). En los días de la ruina del testimonio público, la obra de Dios no cambió, pero solo el Señor conoce verdaderamente a los que son suyos. Más tarde se introdujeron elementos humanos: los resultados de la obra del hombre están representados por los vasos de barro y de madera que llevan el carácter de su origen y esencia terrenales (comp. también 1 Cor. 3:12).

Luego divide los vasos según su uso: unos para honra, otros para deshonra. Incluso los vasos más preciosos de oro y plata pueden ser para deshonra, si se ensucian. ¿Podrían estar colocados en el salón donde el señor de la casa recibe a sus amigos, donde se ve y se mantiene su autoridad? No, el vaso debe ser purificado: un cristiano tiene la responsabilidad de apartarse de la iniquidad, de todo lo que contradice los derechos de su Maestro. «Si, pues, alguien se purifica de estos», los vasos para deshonra, «será un vaso para honra»; también debe separarse de otros cristianos todavía asociados con la iniquidad, con el mal. Esta separación no es solo negativa, como la de los fariseos, sino también positiva: el vaso debe ser santificado, apartado para el Señor, reconociendo su autoridad, y útil para el Maestro que tiene toda autoridad y poder. Ahora puede utilizar este vaso a su antojo; vean el caso de Marcos (2 Tim. 4:11) y de Onésimo (Film. 11). Este cristiano reconoce que el Maestro tiene todos los derechos, obedeciéndole, mientras que este título es prácticamente ignorado por muchos cristianos (reales o solo profesos). No podemos abandonar esta casa grande, porque eso significaría dejar la profesión cristiana, pero debemos humillarnos desde esta situación, como Nehemías en sus días, y así seremos un vaso para la gloria del Maestro. Él es glorificado en cada vaso que toma esta posición para él.

El apóstol añade que tal vaso está, en este camino de obediencia, preparado para toda buena obra; como un pueblo fue preparado para el Señor en Lucas 1:17, así tal vaso ha sido preparado por el Espíritu Santo. A menudo pensamos que no podemos ser útiles en un camino de separación, pero la Palabra nos muestra que tal vaso purificado y santificado está debidamente preparado para toda buena obra, a pesar de los argumentos de los que dicen que debemos quedarnos donde estamos. Es notable ver que tanto la gracia soberana de Dios como la obediencia, según nuestra responsabilidad, contribuyen a preparar tal vaso. ¡Qué gozo es para el Señor Jesús tener tales vasos en medio de este mundo!

6.2 - El aspecto interior

Para mantener el equilibrio necesario, Pablo muestra que esta separación de la iniquidad no es suficiente. También hay que tener en cuenta un aspecto “interior”: «Huye de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al Señor» (2:22). Dios nunca está satisfecho con una posición exteriormente correcta, formalmente buena, si la condición del corazón no está de acuerdo con el lugar que ocupamos para él. Él quiere la verdad en el hombre interior (Sal. 51:6). Para tener este corazón puro, no basta con apartarse de la iniquidad, hay que purificar el interior, y esto se hace por la obediencia a la verdad (1 Pe. 1:22).

Timoteo, como todos los demás, corría el peligro de volverse arrogante, al mismo tiempo que asumía un cargo que daría gloria al Señor. No basta con ver los defectos de los demás; primero debemos juzgarnos a nosotros mismos en presencia de Dios. Evitemos esa tendencia a considerarnos mejores que los demás.

Una vez adoptada esta posición para el Señor, debemos ejercitarnos continuamente, para mantener puro nuestro corazón. En medio de la ruina en la cristiandad, siempre habrá un remanente (guardado por la gracia soberana de Dios) para mantener los derechos del Señor. Esto requiere energía espiritual: proseguir la justicia, reconocer y mantener los derechos de Dios, permanecer en un estado espiritual correcto ante Dios. Todo esto se consigue mediante la fe; sin fe es imposible agradar a Dios, siendo el amor nuestro verdadero motivo. La paz práctica será conocida y disfrutada por aquellos que prosiguen la justicia de esta manera.

6.3 - El aspecto colectivo

De este modo, el vaso está asociado a los que invocan al Señor con un corazón puro. Por una parte, en tiempos de ruina, no siempre podemos ver quiénes son “los nuestros” (2:19): no podemos leer los corazones. Pero lo que sí podemos ver es si un cristiano se ha apartado de la iniquidad y si invoca al Señor con corazón puro, en confesión sincera y en dependencia. El árbol se conoce por sus frutos.

7 - «El siervo del Señor»

Aunque Timoteo tenía una posición privilegiada, se consideraba simplemente un esclavo del Señor. No era como los corintios, de quienes Pablo decía: «Ya estáis saciados; ya os enriquecisteis; ya reináis sin nosotros», mientras que él mismo podía enumerar 14 marcas de su humillación (1 Cor. 4:8-13). ¡Qué honor para Timoteo poder unirse a semejante esclavo, pero aún más poder pertenecer, como esclavo, al Señor! Este Señor, ahora rechazado incluso por muchos cristianos de hoy, tomó la forma de esclavo durante su vida en la tierra (comp. Fil. 2:5-11; Juan 13).

Hoy sigue siendo un siervo para nosotros en la gloria y lo seguirá siendo para siempre, según Lucas 12:37 y Éxodo 21:6.

Las 5 características de un siervo del Señor que se dan en este pasaje (2:24-25), son una exhortación y un estímulo para nosotros en los días actuales.

8 - Conclusión

Todo esto se presenta de forma individual. En un tiempo de ruina, a causa de los fallos del hombre, Dios se dirige a cada uno individualmente (Apoc. 2: «el que tiene oído»; 2 Timoteo 2: «sino tú»).

En 2 Timoteo 3:17 encontramos otra expresión característica: «el hombre de Dios»que resume lo que hemos visto. Que ustedes y yo seamos hombres de Dios, instruidos y guiados por toda Palabra inspirada de Dios (2 Tim. 3:16).

En el capítulo 4, leemos otra expresión: «Haz obra de evangelista» (v. 5). Timoteo no tenía necesariamente un don especial para difundir las buenas nuevas de la gracia de Dios, pero debía perseverar en este terreno. Podemos sentirnos desanimados, agobiados por tantas cargas. ¡Qué ejemplo tenemos del apóstol Pablo, que, incluso aislado, en la cárcel, abandonado por sus amigos, tenía el Evangelio en el corazón! ¡Qué equilibrio, qué valor, qué ejemplo para nosotros, qué gozo para el Maestro!

Debía acordarse de «Jesucristo… resucitado de entre los muertos» (2:8).