Principios mezclados
Autor:
La separación del mal y la disciplina
Tema:No hay nada más perjudicial para la causa de Cristo o para las almas de los suyos que la asociación con hombres de principios mezclados. Es mucho más peligroso que tratar con enemigos abiertos y declarados. Satanás lo sabe bien, y de ahí sus constantes esfuerzos por poner al pueblo del Señor en conexión con los que son solo mitad y mitad; o, por otra parte, por introducir materiales falsos –falsos maestros– en medio de los que procuran, en alguna medida, seguir un camino de separación del mundo. Hay varias alusiones a este carácter particular del mal en el Nuevo Testamento. Lo tenemos proféticamente en los Evangelios, e históricamente en los Hechos y las Epístolas. Así tenemos la cizaña y la levadura en Mateo 13. Luego, en los Hechos, encontramos personas que se adhieren a la Asamblea, pero que se asemejan a la «gente extrajera que se mezcló con el pueblo» de Números 11. Por último, vemos en las Epístolas material falso introducido por el enemigo con el fin de corromper el testimonio y subvertir al pueblo de Dios. Así, el apóstol Pablo habla de «falsos hermanos que se introducían furtivamente» (Gál. 2:4), y Judas dice que: «Han entrado con disimulo ciertos hombres» (v. 4).
Esto nos muestra que el pueblo de Dios debe estar imperiosamente vigilante; y no solo vigilante, sino absolutamente dependiente del Señor, quien es el único que puede preservarlo de la entrada de materiales falsos, y mantenerlo a salvo del contacto con hombres de principios mezclados y carácter dudoso. “La mezcla con el pueblo” seguramente tienen «el corazón ejercitado en la codicia» (2 Pe. 2:14), y el pueblo de Dios está en gran peligro de ser desviado de su sencillez y de cansarse del maná celestial, su alimento. Necesitan tomar una decisión clara a favor de Cristo, dedicarse totalmente a él y a su causa. Un grupo de creyentes que se dedican enteramente a Cristo y se separan claramente del mundo, corren poco peligro de que personas de carácter equívoco busquen un lugar entre ellos, aunque Satanás siempre trata de empañar el testimonio mediante la introducción de hipócritas.
Tales personas obtienen un lugar, y por sus malos caminos traen reproche sobre el nombre del Señor. Satanás sabía muy bien lo que hacía cuando indujo a la chusma a unirse a la congregación de Israel. El efecto de esta mezcla no fue inmediatamente evidente. El pueblo había salido con mano fuerte; había cruzado el mar Rojo y entonado el cántico de la victoria en sus orillas. Todo parecía brillante y prometedor, pero la «mezcla» de gente estaba allí a pesar de todo, y el efecto de su presencia no tardó en hacerse sentir.
Así sucede siempre en la historia del pueblo de Dios. En los grandes movimientos espirituales que han tenido lugar a lo largo de los siglos, podemos notar ciertos elementos de decadencia que, al principio, quedaron ocultos por el flujo de gracia y energía; pero cuando ese flujo comienza a menguar, esos elementos hicieron entonces su aparición.
Esto es muy grave y exige una santa vigilancia. Se aplica tanto a los individuos como al pueblo de Dios colectivamente. En nuestros primeros años, cuando el celo y el frescor nos caracterizaban, la marea primaveral de la gracia subía tan alegremente que muchas cosas pudieron escapar sin ser juzgadas; eran, en realidad, semillas sembradas por la mano del enemigo, y que, a su debido tiempo, germinarán y darán fruto con toda seguridad. Por eso, los cristianos, tanto individual como colectivamente, deben velar siempre celosamente para que el enemigo no gane la partida en este terreno. Cuando el corazón es fiel a Cristo, todo termina por arreglarse. Nuestro Dios es tan bueno, que cuida de nosotros y nos protege de muchas trampas. ¡Aprendamos a confiar en él y a alabarle!