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¿Cómo rendir culto? ¿Cómo y qué es adorar?


person Autor: Bibliquest 10

flag Tema: La asamblea reunida


1 - Una necesidad primordial: Honrar a Dios

1.1 - ¿Por qué es esencial?

La tercera palabra de la Escritura recordada por nuestro Señor en la tentación del desierto, antes de comenzar su ministerio, fue: «Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás» (Mateo 4:10).

De hecho, Dios es el Dios Creador, omnipotente, omnisciente, admirable en todo lo que ha hecho, especialmente lo que ha hecho en relación con las necesidades del hombre. Le debemos la existencia. Después de la creación, continuó interesándose por el hombre, cuidándolo y bendiciéndolo (Mateo 5:45; Hechos 14:16-17; 17:25). «Su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas», es decir, creadas (Romanos 1:20). Este conocimiento de Dios es ciertamente elemental, pero ya es suficiente para quien lo conoce así; sentirá la necesidad de glorificarlo (rendirle honor por lo que él es) y darle gracias (darle gracias por lo que hizo); si no es así, el hombre pierde la verdadera inteligencia y se vuelve espiritualmente ciego hasta el punto de ser inexcusable. Esto es lo que dice Romanos 1:21.

El trabajo del Creador es un tema de admiración y alabanza, una expresión de la cual se da en Apocalipsis 4:11: «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas». A Él le debemos la vida y el mantenimiento de nuestra vida (Hebreos 1:3; Hechos 17:25).

A cada hombre le atañen de inmediato estas preguntas, como lo muestra el relato de Abel y de Caín, los primeros hijos de Adán y Eva (Génesis 4), y al instante se hace la diferencia entre aquello (y aquel) que agrada a Dios y aquello (y aquel) que no le agrada. Veremos este tema más adelante.

1.2 - Reconocimiento y admiración de los creyentes

Aquellos que se encuentran beneficiados por la incomparable obra de la redención, porque creyeron en el Señor Jesús, todavía tienen otros temas de gratitud y admiración cuando comparan lo que fueron en su estado de perdición y lo que el Dios Salvador les da: solo pueden alabar a este Dios Salvador. Una expresión de esta alabanza que brota del corazón se encuentra en Apocalipsis 5:12: «El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza».

Los verdaderos creyentes también piensan en la obra que el Señor Jesús hizo en la cruz:

  • a su gracia que lo llevó a vivir en la pobreza para que fuesen enriquecidos (2 Corintios 8:9),
  • al amor que lo llevó a entregarse por ellos (Efesios 5:2),
  • a su obediencia en la cual se humilló a sí mismo hasta la muerte (Filipenses 2:8),
  • a su sacrificio que lo llevó a entregarse a sí mismo por sus pecados para retirarlos del mundo (Gálatas 1:4).

Todo esto también despierta en ellos sentimientos de gratitud, alabanza y adoración por lo que él ha hecho en nosotros y de nosotros:

  • Enemigos de Dios, hemos sido reconciliados;
  • Culpables, hemos sido perdonados (perdón de los pecados, Efesios 1:7);
  • Merecedores del juicio, hemos sido justificados (Romanos 3:24);
  • Manchados, hemos sido purificados (Hebreos 10:22);
  • Esclavos del pecado y de Satanás, hemos recibido la redención; hemos sido redimidos (comprados) (Colosenses 1:14);
  • Muertos en nuestros pecados, hemos sido vivificados (Efesios 2:5);
  • En la oscuridad hemos sido llevados a la luz de Dios (1 Pedro 2:9).

Hemos llegado a ser:

¡Qué temas de gratitud a Dios!

También entendemos que el culto, la adoración, está estrechamente relacionado con nuestro conocimiento de Dios y de lo que él ha hecho.

1.3 - El creyente todavía tiene otros motivos

1.3.1 - Mantener la memoria del Señor Jesús y de su muerte

Este recuerdo se expresa en la Cena del Señor (partir el pan y beber la copa). El Señor pidió a sus discípulos: «Haced esto en memoria de mí» (Lucas 22:19, 20; 1 Corintios 11:23, 24). El pan, símbolo de su cuerpo, la copa, símbolo de su sangre, el uno y el otro, hablan de su muerte.

1.3.2 - Responder al deseo de Dios que busca adoradores

«Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Juan 4:23).

Dios busca adoradores, pero no es algo que él exige, como un mandamiento de la ley. La verdadera adoración solo puede ser algo espontáneo, proveniente del corazón.

1.3.3 - Ejercer la función sacerdotal que Dios le ha dado

Esta función, llamada sacerdocio, se ejerce ofreciendo sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo (1 Pedro 2:5). Es el fruto de los labios que confiesan (o bendicen) su nombre (Hebreos 13:15).

1.3.4 - Reavivar en nuestros corazones la esperanza del regreso del Señor Jesús

«Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga» (1 Corintios 11:26).

2 - ¿De qué se trata: culto, adoración, alabanza, prosternación…?

Las palabras utilizadas para el honor otorgado a Dios varían mucho según los idiomas y las versiones de la Biblia. Además, a menudo hay confusión o malentendidos en el uso de las palabras.

2.1 - Vocabulario

2.1.1 - Prosternarse, Postrarse

«Postrarse o prosternarse» es literalmente una postura en la que uno está de rodillas, en principio la frente contra el suelo. Es una actitud de gran humildad ante la grandeza, la majestad y la dignidad de Dios y del Señor Jesús.

Algunas veces este término se usa de manera ilustrada cuando uno se inclina ante Dios, pero lo que él expresa es que uno se pone en una posición de gran humildad.

La actitud espiritual de la que se habla a continuación, la de «adorar», «rendir homenaje», puede ir acompañada de una posición que exprese reverencia hacia Dios, como inclinarse, encorvarse, arrodillarse e incluso prosternarse.

2.1.2 - Rendir homenaje / Adoración, Adorar

«Rendir homenaje» se traduce en varias versiones como «adorar». La versión Reina Valera prefiere «adorar» porque se encuentra que el homenaje, o la postración, se rinde a otra persona que no sea a Dios (p. ej. a un maestro de esclavos en una parábola de Mateo 18:26). Pero Pedro, rechazando la adoración de Cornelio (Hechos 10:25-26, lo mismo en Apocalipsis 19:10; 22:8-9), muestra que el creyente debe adorar solo a Dios. Las palabras «adorar» y «adoración» solo están reservadas a Dios.

2.1.3 - Alabanza, Alabar / Adoración, Adorar

Adorar es rendirle a Dios el homenaje que le es debido en virtud de lo que él es (Lucas 24:52; Juan 4:22-24; 9:38; Apocalipsis 5:9a).

Con la alabanza, preferimos recordar lo que hizo Dios (Mateo 11:25; Lucas 19:37; 1 Corintios 11:2, 17, 22; 1 Pedro 2:14), «sus grandes obras» y también sus bendiciones.

En la adoración, nos centramos en la persona misma de Dios (toda su persona), sus atributos (grandeza, santidad, etc.) y sus caracteres (Apocalipsis 5:9: «Eres digno»); también podemos recordar lo que hizo, pero con vista de mostrar sus cualidades, sus perfecciones, sus glorias (perfecciones reveladas). Los discípulos, después de adorar al Señor Jesús, regresaron a Jerusalén con gran alegría (Lucas 24:52), y estaban continuamente en el templo, alabando y bendiciendo a Dios (v. 53 y Hechos 2:47 igualmente). El cristiano adora a Dios individual o colectivamente.

La Biblia no nos da una definición de la adoración. Pero nos muestra, mediante muchos ejemplos e imágenes, cuál es el tributo que Dios desea recibir de quienes lo conocen y lo aman (los «fieles»).

2.1.4 - Dar gracias / Acciones de gracias

«Dar gracias» es manifestar nuestra gratitud a Dios por lo que por nosotros ha hecho, por lo que recibimos (ver Hechos 27:35; 2 Corintios 9:15; 1 Tesalonicenses 1:2); el énfasis está en el bien que hemos recibido. Las palabras «gracias» y «acciones de gracias» son palabras de cortesía; «dar gracias» enfatiza que reconocemos haber recibido «la gracia» de Dios: «De lo recibido de tu mano te damos» (1 Crónicas 29:14).

Las acciones de gracias, las alabanzas y la adoración pueden, por supuesto, ir unidas y ofrecerse juntas (Apocalipsis 5:9), que es a menudo es el caso.

2.1.5 - Rendir culto

Hay mucha confusión acerca de esta palabra. Muchos cristianos e iglesias usan la palabra culto para cualquier reunión religiosa, especialmente del domingo. «Rendir culto» es un término general para las reuniones en las cuales el honor se rinde a Dios en común, y esto incluye la adoración, la alabanza y la acción de gracias.

Para nosotros, el culto es darle a Dios el honor que se merece por lo que él es, y expresarle la gratitud por lo que ha hecho por nosotros y de nosotros, y lo hacemos especialmente cuando estamos reunidos entre creyentes.

2.2 - Diferencia con otras actividades cristianas – Confusiones que no debemos hacer

De lo que precede, está claro que la predicación, la evangelización y la exhortación (o sermón) no deben confundirse con la adoración o el culto. Los primeros generalmente están dirigidos al hombre por Dios. Al contrario, el culto, la alabanza y la adoración están dirigidas a Dios por el hombre. Si solo leemos la Palabra de Dios, no se trata de un culto.

2.3 - Otras palabras:

2.3.1 - Bendecir (decir bien de)

  • Dios bendice a los hombres = Él les envía bendiciones, espirituales o materiales.
  • Los hombres bendicen a Dios = hacen una oración que expresa alabanza y acciones de gracias.

En la institución de la Cena, como se menciona en el Evangelio de Lucas, el Señor dio gracias. En los Evangelios de Mateo y Marcos, se dice que el Señor «bendijo» con motivo del pan y «dio gracias» con motivo de la copa: las dos expresiones son sinónimas.

2.3.2 - Glorificar

Dar gloria.

2.3.3 - Celebrar

Alabar con la idea de solemnidad, generalmente en público.

2.3.4 - Magnificar

Etimológicamente significa «hacer grande». Es exaltar a Dios, celebrarlo como siendo grande.

2.4 - Algunos términos del Antiguo Testamento

Más adelante se verá que existió un culto en el Antiguo Testamento, pero diferente. Los libros de Éxodo y Levítico hablan de eso. Hubo SACRIFICIOS, OFRENDAS. Todavía existen hoy en día, pero adquieren otro carácter que se analiza más adelante en el capítulo «Lo que es ofrecido en el culto». «Ofrenda» significa algo que se ofrece voluntariamente, según las indicaciones de Dios, en general materialmente en el Antiguo Testamento. Los «sacrificios» eran principalmente ofrendas obligatorias, según las indicaciones de Dios, de un animal que era sacrificado y luego quemado total o parcialmente, o comido en algunos casos.

3 - ¿Quién puede ser adorado? ¿A quién se dirige la adoración?

3.1 - ¿Quién puede ser adorado?

Los mandamientos primero y segundo de la Ley prohibían tener otros dioses aparte de Dios solo (Éxodo 20 y Deuteronomio 5). En todo el Antiguo Testamento se le hacen reproches al pueblo de Dios por tener otros dioses, ídolos. Isaías 44 da un ejemplo de la absurdidad de tener ídolos. El apóstol Pablo, delante de los atenienses, prosigue el mismo pensamiento (Hechos 17:22-31), calificando como adoración de demonios [1] todos los cultos paganos que no se dirigen al verdadero Dios.

[1] La palabra griega “deisidaimonesteros” traducida por «religiosos» en el versículo 22, solo se encuentra en esta citación del N.T., está compuesta de un derivado de la base “deilos” «temor o culto» y “daimon” «demonio».

3.2 - ¿A quién se dirige la adoración?

Si queremos orar y adorar a Dios de una manera espiritual e inteligente, que corresponda a la revelación que Dios nos ha dado, debemos tener claros nuestros pensamientos. ¿A quién nos dirigimos? ¿Al Padre o al Hijo?, cuando leemos la cita de 1 Corintios 14:15: «Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento».

Lo que se acaba de decir se aplica a la oración personal y colectiva. Pero en la oración pública, esto es aún más importante si queremos que otros sean edificados y digan «¡Amén!».

3.2.1 - La adoración dirigida solo a Dios

Hemos visto que la adoración solo debe rendirse a Dios, Padre e Hijo.

Romanos 1:25 presenta como un grado avanzado en decadencia el hecho de honrar y dar «culto a las criaturas antes que al Creador».

Así, la adoración, o culto, rendida a María o a los santos debe ser proscrita porque son criaturas, aunque hayan tenido una vida digna de alabanza; las sutilezas introducidas para distinguir los diferentes tipos de adoración para ellos (cultos de «dulia» o de «hiperdulia» [2]) son solo pretextos para justificar lo que la Palabra condena.

[2] La Iglesia Católica distingue tres formas (naturalezas) de culto:

  1. El Culto de latria (de adoración) reservado a Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
  2. El Culto de dulia que es un culto de honor que se rinde a los ángeles y a los santos.
  3. El Culto de hyperdulia que está exclusivamente reservado a la Virgen María «Madre de Dios» como razón de su preeminencia entre los santos.

3.2.2 - No confundir (a) las personas de la Trinidad

Los atributos de Dios son también los del Hijo de Dios. Las cualidades que encontramos en Dios, tales como la santidad, la justicia, la pureza, el amor, la bondad, etc., son también las del Señor Jesús.

Sin embargo, la Biblia atribuye a cada persona de la Trinidad una función diferente. El Padre dio a su Hijo unigénito (Juan 3:16), Él envió al Hijo como Salvador del mundo (1 Juan 4:14). Pero todo lo que pertenece a la humanidad del Señor pertenece solo al Hijo: «Cristo murió por nuestros pecados» (1 Corintios 15:3), es Su sangre la que fue derramada (Mateo 26:28), etc. No podemos decir: «Dios está muerto», etc.

3.2.3 - La adoración dirigida al Padre

La Palabra dice que «el Padre» busca adoradores. El nombre de Padre se usa aquí para mostrar que busca la adoración de aquellos que están conscientes de su relación con Él como Padre (ver también Efesios 1:3; 3:14; 5:20; Romanos 8:15; 4:6-7; etc.). Lo adoramos por lo que Él es, por sus maravillosos planes (Efesios 1 y 3) y por lo que Él hizo.

3.2.4 - La adoración dirigida al Hijo

El Hijo es perfectamente Dios y perfectamente hombre. Él solo se hizo hombre cuando nació en la tierra, su encarnación, pero Él es Dios e Hijo de Dios desde la eternidad. La Palabra nos dice que Él es el Creador (Colosenses 1:16; Hebreos 1:2). Él nunca ha perdido nada de su divinidad, pero sus sufrimientos y su muerte son los de un hombre verdadero.

Juan 5:23 nos dice que el Hijo debe ser honrado como el Padre. Por lo tanto, la adoración debe dirigirse tanto al Hijo como al Padre. Aunque se hizo hombre, siempre ha sido Dios y es Dios. Él es digno de adoración, en otras palabras, digno que el homenaje le sea rendido.

La adoración, u homenaje, rendida al Hijo es mencionada en la Escritura en Hebreos 1:6 (por los ángeles) y en Mateo 2:2, 11 (por los magos). De manera similar, el Señor Jesús aceptó el homenaje que, normalmente se le rinde a Dios, le hicieron los que se postraron ante él: Mateo 8:2; 9:18; 14:33; 15:25; 20:20; Juan 9:38 y otros. Además el homenaje le fue rendido por las mujeres en la tumba (Mateo 28:9), por los discípulos en Galilea (Mateo 28:16-17) y durante la ascensión (Lucas 24:52).

El Señor Jesús será eternamente el centro de la adoración de los santos en la gloria. En el capítulo 4 de Apocalipsis, él es adorado como Creador, y en el capítulo 5 como Redentor (el Cordero inmolado).

El Espíritu Santo nos guía en la alabanza que debe dirigirse al Hijo de Dios: «Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Apocalipsis 1:5-6). Varios himnos recuerdan estos pensamientos:

Tu muerte nos salvó,
¡Glorioso Redentor!
Y el himno de tu amor
Subió con eterno fervor

(Himnos y Cánticos n° 63)

3.2.5 - Ninguna adoración dirigida al Espíritu Santo

Por otro lado, en ningún lugar de las Escrituras se nos indica que se le dirija al Espíritu Santo oración o adoración. La razón es simple: el servicio del Espíritu Santo es glorificar a Cristo (Juan 16:14), no gloriarse a sí mismo, ni siquiera hablar de sí mismo (Juan 16:13). El Espíritu Santo nos conduce a la verdad (Juan 16:13) y Él nos guiará en nuestra conducta (Romanos 8:14; Gálatas 5:25). No se trata de menospreciar al Espíritu Santo, ya que es una Persona Divina incluida en la adoración dada a Dios. Pero queriendo seguir las Escrituras, no adoramos al Espíritu Santo ya que las Escrituras no lo indican.

Por otro lado, se nos exhorta a ORAR mediante el Espíritu Santo (Efesios 6:18; Judas 20) y nosotros «En ESPÍRITU servimos a Dios» (Filipenses 3:3). Es el trabajo (la obra) del Espíritu Santo guiarnos en la oración y la adoración. Véase más adelante la función del Espíritu Santo en la adoración.

3.2.6 - Otros objetos de adoración: la idolatría

En nuestra sociedad post-cristiana, especialmente occidental, las personas dicen no ser religiosas ni practicantes, pero de hecho muestran la necesidad de seguir y venerar algo o a alguien, ya sea el fútbol, ​​los deportes, el cine, los atletas, los cantantes, los actores y todo tipo de divos o estrellas (celebridades): esta es la idolatría actualizada. Ya hemos visto anteriormente que uno de los resultados por los que el hombre no ha dado gracias, ni le ha dado gloria a Dios, es que ha perdido su inteligencia y se ha vuelto espiritualmente ciego (Romanos 1:21). Como consecuencia, se volvieron locos, afirmando ser sabios, y comenzaron a adorar imágenes de hombres, y luego imágenes de animales (Romanos 1:23): esto es la idolatría, con todo su séquito de corrupción moral (Romanos 1:24-25 y siguientes). Esta conducta es hoy como en el paganismo.

4 - ¿Quién rinde culto y adora? ¿Quienes son los verdaderos adoradores? (Juan 4:23)

4.1 - Todos los hombres son responsables de honrar al Creador. Solo los hijos de Dios pueden adorar válidamente

Todos los hombres son responsables de honrar a Dios como lo indica Romanos 1:20-21, pero Dios no puede recibir nada aceptable de aquellos que no han nacido de nuevo (Juan 13:8-10). Solo aquellos que han sido redimidos y ya no están bajo el poder de Satanás pueden adorar. Esto ya está ilustrado por Abel que actúa con fe según Hebreos 11:4, y por el hecho de que los hijos de Israel no podían servir a Jehová en Egipto (Éxodo 5:3; 7:16; etc.), sino que tenían que ser redimidos (por la sangre del Cordero) y liberados (pasando el Mar Rojo). Una persona no convertida, no conoce a Dios como su Padre y es incapaz de ver lo que es excelente en la naturaleza de Dios. Y el que no tiene la certeza de su salvación solo puede acercarse a Dios con temor.

El Antiguo Testamento ya reveló que hay fieles aprobados por Dios y otros caracterizados por la infidelidad y la incredulidad. Caín fue el primero en ser desaprobado, mostrando el verdadero estado de su corazón y de su mente al asesinar a su hermano y por la obstinada ignorancia de los pensamientos de Dios (Génesis 4).

Pero es solo en el Nuevo Testamento que encontramos la clara distinción entre los que han nacido de nuevo, los verdaderos hijos de Dios, y los que no lo son; entre los que tienen la vida de Dios, y los que no la tienen. Los creyentes deben ser liberados del poder del Enemigo para saborear la presencia de Dios. El conocimiento de la obra consumada de Cristo, la seguridad eterna del creyente, y la purificación de una mala conciencia (Hebreos 9:12, 14; 10:22) le da al creyente la libertad de acercarse a Dios en la adoración (Hebreos 10:19). Los hijos de Dios lo conocen y lo aman: este estado de ánimo es necesario para la adoración y el culto. Ellos son los verdaderos adoradores de quienes habla Juan 4:23-24. Es acerca de ellos que el apóstol Juan declara: «Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido» (1 Juan 1:3-4).

4.2 - Un sacerdocio universal de los creyentes

Tanto en Europa como en América, el despertar que tuvo lugar a principios del siglo XIX fue un verdadero retorno a la Palabra de Dios. Algunos hermanos han entendido, mediante el estudio de las Escrituras, la importancia de la adoración y el lugar central de la Cena del Señor en la vida de una iglesia local. También encontraron lo que se llama «el sacerdocio universal de los creyentes» (1 Pedro 2:5), un aspecto de la verdad olvidado durante siglos.

Esto significa que cada persona nacida de nuevo es un sacerdote (que presenta sacrificios) que puede acercarse a Dios sin ningún otro intermediario que el Señor Jesús (Apocalipsis 1:5, 6; Hebreos 10:19-22; 13:15) y ofrecer sacrificios aceptables a Dios. Pero si este privilegio es común a todos los nacidos de nuevo, es también porque no hay ninguna clase de creyentes con acceso especial, no hay un clero separado de los creyentes «ordinarios», los laicos.

Adorar por el Espíritu es la característica en principio de todo creyente (Filipenses 3:3); ella también lo debería ser en la práctica.

Debe haber crecimiento en el conocimiento del creyente acerca del Señor, y por lo tanto en la calidad de su adoración, pero eso no quita nada al hecho de que cualquier creyente puede adorar.

4.3 - Una buena conciencia y un corazón puro

Si el cristiano está purificado de una mala conciencia por la sangre de Cristo (Hebreos 10:19-22), y si lo recibe por fe, el sentimiento de estar en la presencia del Dios santo debe hacerle sentir la necesidad de una santidad práctica: «Sed santos, porque yo soy santo» (1 Pedro 1:16).

David dijo: «Lavaré en inocencia mis manos, y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová» (Salmo 26:6). Esto no significaba que quisiera afirmar su inocencia, pero expresaba la necesidad de la confesión que precede a la comunión con Dios. También necesitamos ser «purificados» antes de poder adorar (1 Pedro 1:22). La ausencia de una buena conciencia en la práctica puede conducir a un hundimiento en cuanto a la fe (1 Timoteo 1:19).

Pero no es suficiente solo tener buena conciencia. En relación con la Cena, el apóstol Pablo escribe: «Cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo…» (1 Corintios 11:27-28). Esto se llama el juicio de sí mismo (1 Corintios 11:31). Más adelante se verá que esto es necesario para adorar por el Espíritu.

4.4 - ¿Es necesario tener un don o un cargo en la asamblea para rendir culto y adorar?

Los dones son de gran valor, especialmente los dones de Cristo a su Iglesia según Efesios 4 (apóstol, profeta, pastor y doctor, evangelista). Son útiles para ayudar y guiar a los creyentes a una mejor adoración. Pero obran de parte de Dios para los hombres, contrariamente a la adoración que sube del hombre hacia Dios. Todos los verdaderos creyentes tienen cualidad para adorar, tienen la responsabilidad y el privilegio, mientras que no todos ellos necesariamente tienen uno de los cinco dones mencionados anteriormente.

De manera similar, los oficios de anciano o sobreveedor, los de siervo o diácono, son útiles para la vida de la congregación según Dios. Pero estos no son títulos que califican para la adoración.

4.5 - Los hermanos y hermanas

Los hermanos y las hermanas son todos sacerdotes (1 Pedro 2:5; Apocalipsis 1:6); cada hermano, cada hermana puede adorar al Padre y al Hijo. Durante la adoración en común, los hermanos varones dan la audible expresión de adoración, trayendo ante Dios la adoración de los corazones de aquellos que están reunidos. El foco está puesto en la actividad colectiva, es decir, hermanos y hermanas que adoran unidos. Esto se pone de relieve cuando los hermanos y hermanas cantan juntos un himno y también cuando un hermano ora en voz alta, hablando en nombre de todos los reunidos. Durante los momentos de silencio, tanto los hermanos como las hermanas pueden adorar en silencio en sus corazones. Esta adoración silenciosa está magníficamente ilustrada por el olor del perfume de María, inaudible pero llenando la casa (Juan 12:3). El Señor encontró satisfacción, no tanto en el olor en sí, sino en los afectos que llevaron ese corazón a ofrecerle este perfume, y en su momento apropiado en relación con su muerte (para ella una unción para su muerte venidera (Marcos 14:8), para nosotros un recuerdo de su muerte pasada).

4.6 - ¿Individual o colectivamente?

4.6.1 - ¿Es la adoración una actividad individual o colectiva?

Las dos. Por un lado, encontramos muchos ejemplos de individuos que adoraron a Dios o al Señor Jesús o le han rendido homenaje. Por otro lado, es como «sacerdocio santo» (no como sacerdotes o como individuos) que ofrecemos sacrificios espirituales (1 Pedro 2:5). En este sentido, es una actividad colectiva. Más adelante veremos lo que el carácter colectivo del culto implica en cuanto a su desarrollo y a la participación de unos y otros.

El Señor encuentra placer en cada persona que se inclina ante Él, reconociendo su grandeza, su amor y su gracia, sin embargo, la adoración colectiva a menudo se eleva a un nivel mucho más alto que la adoración individual. Esto se debe a que estamos reunidos en (o hacia) su nombre (Mateo 18:20), nuestros ojos están puestos en él, somos conducidos de una manera particular por el Espíritu Santo, y el culto de diferentes corazones individuales se refuerza mutuamente; lo que un hermano expresa en adoración da lugar a un nuevo pensamiento en otro hermano. Efesios 3:18 habla de los consejos de Dios que se comprenden «con todos los santos», en vez de entenderse individualmente.

El Antiguo Testamento da muchos ejemplos de homenaje o de adoración rendidos colectivamente:

En el Nuevo Testamento hay alrededor de quince doxologías (expresiones que celebran la gloria de Dios) que, a excepción de algunos ejemplos de Apocalipsis, son brotes individuales del corazón que glorifican a Dios.

Los creyentes de la Asamblea o Iglesia están constituidos en un solo cuerpo (Efesios 1:23; 2:16) y es entre ellos, juntos, que la gloria es rendida a «Dios, en Cristo Jesús» (Efesios 3:21).

4.6.2 - ¿Hay una reunión de asamblea reservada a la adoración (colectiva)?

Hay tres reuniones regulares de la congregación en el Nuevo Testamento:

Esta última está naturalmente ligada a la adoración. El propósito de esta reunión es partir el pan en memoria del Señor (1 Corintios 11:24-25) y «anunciar» su muerte hasta su venida (1 Corintios 11:26), la meditación de los sufrimientos y de la muerte de Cristo solo puede conducir a adorarlo a Él así como también al Padre, que fue revelado por la muerte de Cristo.

Por supuesto, la adoración también puede tener lugar en otras reuniones, o incluso fuera de las reuniones de asamblea.

4.6.3 - Los conductores de alabanza

Véase este tema más adelante a propósito de la acción del Espíritu Santo en el culto.

5 - Lo que es ofrecido en el culto. Temas de adoración

Tengamos cuidado, la palabra «ofrenda» simplemente significa «lo que ofrecemos». No debe confundirse con el significado restringido que algunos le dan a esta palabra, la de contribución financiera.

5.1 - Comparación de los cultos según el Antiguo y el Nuevo Testamento (Hebreos 9 y 10)

El culto o adoración en el Antiguo Testamento:

  • Era en gran parte material e implicaba sacrificios de animales, la presentación de incienso, oblaciones de flor de harina, los primeros frutos de la cosecha, libaciones de vino, etc.
  • Se regía por estrictas ceremonias formales, incluidos lugares sagrados, vestiduras sagradas, sacerdotes mediadores, abluciones rituales, tiempos de aislamiento o de apartamiento, ayunos, etc.

Es una ilustración o tipo de adoración cristiana, aunque fundamentalmente diferente. Sobre sus diferencias o contrastes, ver más abajo.

Aunque el aspecto espiritual del culto no se viera, no obstante notamos, sobre todo por los profetas, que Jehová miraba al estado del corazón de los que rendían culto (1 Samuel 16:7; Isaías 1:11-14; Amós 5:21-24; Salmo 51:6).

El culto judío era, por lo tanto, de naturaleza formal y material. Por el contrario, el culto cristiano es espiritual y no material.

Quizás se preguntará usted ¿por qué Dios ha cambiado por completo la forma de rendirle culto? ¿Habrá cambiado Dios? ¡Seguramente no! (Santiago 1:17; Hebreos 13:8). Pero lo que ha cambiado es que Cristo murió en la cruz. Los cristianos pueden mirar retrospectivamente a la obra de Cristo en redención y acercarse a Dios para rendirle culto sobre esta base, ofreciendo alabanza y adoración a Dios con el conocimiento de que sus pecados son perdonados, que su conciencia está purificada y Dios es glorificado. Esto era obviamente imposible en el tiempo del Antiguo Testamento, cuando el sacrificio de Cristo todavía era futuro. Es por eso que Dios instituyó un ceremonial, un culto con formas, material, que ilustraba de antemano o prefiguraba la obra de Cristo. Una vez que Cristo vino, estas sombras dieron paso a la realidad, el «cuerpo» que es de Cristo (Colosenses 2:17).

Si queremos «rendir culto» inteligentemente, es muy útil ver y entender las similitudes (o paralelos) y contrastes entre el culto del Antiguo y el del Nuevo Testamento, pero no se deben mezclarse.

5.2 - Las ofrendas en el Antiguo Testamento son imágenes para el cristiano

La ofrenda de Caín fue rechazada, porque era el fruto del suelo que había sido maldecido a causa del pecado. La ofrenda de Abel fue agradable: era un cordero de su rebaño. Los sacrificios de animales practicados en todo el Antiguo Testamento fueron agradables a Dios porque prefiguraron el sacrificio de su Hijo Jesucristo en la cruz del Calvario.

Varias veces los patriarcas construyeron altares y ofrecieron sacrificios: Noé después del diluvio (Génesis 8), Abraham en varias etapas en la tierra prometida, Isaac y Jacob (Génesis 12:7-8; 13:4, 18; 22:9; 26:25; 33:20; 35:1, 3, 7). Esto nos enseña que el creyente normalmente tiene comunión con Dios y lo adora, y que esta adoración se basa en lo que conoce de Dios de acuerdo con su revelación y según las experiencias espirituales vividas.

Cuando el pueblo de Israel fue liberado de su esclavitud en Egipto, hay una alabanza colectiva cantada por todo el pueblo. No se nos informa de la música, sino de las palabras. Esta es una imagen del agradecimiento a Dios en alabanza después de la liberación del poder del enemigo, el diablo que nos mantenía en la esclavitud del pecado.

Entonces la ley ordenó sacrificios más precisos:

El holocausto (Levítico 1) se consumía por completo en el altar. Sacrificio completamente para Dios, prefiguraba la adoración solo para Dios, expresando lo que Cristo y su sacrificio en la cruz son para el Padre.

La oblación de flor de harina (u ofrenda vegetal) (Levítico 2), a base de harina de trigo, prefiguraba la adoración hacia el Padre y el Hijo en relación con la humanidad y la vida perfecta del Señor Jesús (Juan 12:24; 6:35, 51).

El sacrificio de paz (Levítico 3) ofrecido de acuerdo con lo que se había prosperado, prefiguraba la alabanza y la acción de gracias en relación con la obra de Cristo para nosotros y nuestra comunión con el Padre y el Hijo.

El sacrificio por el pecado (Levítico 4 y 5). Estos eran sacrificios obligatorios cuando se había cometido un pecado. No había otra forma de quitar el pecado. La sangre de la víctima era presentada en el lugar santo, rociada delante de Jehová. Todo el animal era quemado fuera del campamento. Sin embargo, la responsabilidad estaba relacionada con los privilegios recibidos. Podía variar desde el ganado grande (toro) hasta una décima parte de un efa de flor de harina. Así, todos sabían que podían alcanzar a una ofrenda que cubriría su falta.

El holocausto continuo prescrito por la ley incluía un cordero por la mañana y otro por la tarde (Éxodo 29:39, 41). Era una figura de la alabanza que continuamente debe surgir de los corazones de los creyentes.

Luego, los Salmos revelan todo tipo de alabanzas dirigidas directamente a Dios y expresan lo que hay en los corazones de los fieles para Dios. David incluso se dio cuenta de su incapacidad personal para ofrecer algo de valor para Dios, y confió en Dios para que produjera esta alabanza en él (1 Crónicas 29:11-14).

5.3 - Lo que muestra el Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento, las cosas cambian radicalmente, porque la muerte del Señor Jesús en la cruz del Calvario para quitar los pecados constituye un rescate cumplido, que también es el cumplimiento de las imágenes del Antiguo Testamento, y que las reemplaza. El Señor Jesús se lo expresa a la mujer samaritana de Juan 4, anunciándole que en adelante la verdadera adoración ya no tendría lugar en Jerusalén (en el templo), sino que sería una adoración «en espíritu y en verdad». El apóstol Pedro lo confirma al hablar de sacrificios espirituales (1 Pedro 2:5); el apóstol Pablo también dice que «adoramos por el Espíritu de Dios» (Filipenses 3:3).

5.4 - ¿Qué es la adoración «en espíritu» y «en verdad»?

5.4.1 - Adorar «en espíritu»

«Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Juan 4:24). La adoración en espíritu (o: Espíritu) corresponde primero a la esencia verdadera, el ser de Dios. Está en oposición a la adoración material. Es a través de nuestro espíritu que Dios quiere ser adorado. Pero, aún es necesario que nuestro espíritu esté en comunión con Dios para poder adorar a Dios como conviene.

Esta adoración espiritual que surge de lo profundo de nosotros mismos también se describe como viniendo del corazón cuando se nos exhorta a cantar y celebrar con todo nuestro corazón las alabanzas del Señor (Efesios 5:19): «Cantando y alabando al Señor en vuestros corazones». Lo que expresa la boca debe ser la expresión de la realidad en nuestro ser interior, donde Dios es adorado. Dios lee en los corazones. Él sabe si lo que decimos es sincero y viene de nuestro corazón.

Pero «adorar en Espíritu» también nos dice que la verdadera adoración se realiza en el poder del Espíritu Santo, es decir que el Espíritu Santo guía al adorador cristiano en lo que debe expresar ante Dios (1 Corintios 14:26).

Sobre este tema, véase más adelante la adoración por el Espíritu.

5.4.2 - Adorar «en verdad»

Adorar «en verdad» nos dice que la adoración se basa en la verdad revelada. Como cristianos, tenemos la revelación completa de Dios y de su voluntad: es la «verdad presente» de 2 Pedro 1:12. Es sobre esta base que estamos llamados a adorar. Antiguamente Israel tenía la revelación de Dios por medio de la ley y de los profetas, de modo que Jesús podía decir que los judíos sabían lo que adoraban (Juan 4:22).

Pero «adorar en verdad» también nos dice que la adoración debe ser real, sin hipocresía, de corazón y mente purificada. Se trata de pensar en lo que decimos, y no solo recitar algo o de honrar con los labios (Mateo 15:8; Isaías 29:13).

5.5 - Lo que es agradable a Dios

El Antiguo Testamento habla alrededor de cuarenta veces de «olor grato» en relación con los sacrificios. El Nuevo Testamento (Pablo en la Epístola a los Efesios 5:2) nos dice que «Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante».

Los sacrificios que podemos ofrecer ya no son sacrificios materiales, sino sacrificios espirituales que recuerdan lo que hizo Cristo, la gran obra de la redención. Es la base de un culto compuesto de adoración, de alabanza y de acción de gracias.

La Cena del Señor tiene su lugar, como recuerdo de la persona de Cristo y de su muerte, y bien puede ser el punto culminante de esta adoración.

1 Pedro 2:5 dice que los sacrificios espirituales son «aceptables a Dios por medio de Jesucristo». Son aceptables no en base a lo que somos por naturaleza o en nuestra vida práctica, ni en nuestra elocuencia, ni en la grandeza del edificio utilizado o la riqueza de una liturgia, sino solo en el Señor Jesús. Nuestras palabras pueden ser simples, pero si son sinceras y hablan de Cristo y de su obra, Dios se complace en aceptarlas.

Dicho esto, Dios quiere que nuestra vida diaria y nuestra adoración estén de acuerdo con Su Palabra. De lo contrario, no podrá aceptar lo que se le ofrece. Dios no consideró el sacrificio de Caín (Génesis 4:5) porque estaba basado en el principio de la «justificación por obras», presentado sin fe y en la ignorancia de la necesidad de un sacrificio sangriento para acercarse a Dios. Amós debía decirle al pueblo de Israel que Dios no aceptaría sus sacrificios debido a sus acciones (Amós 5:21 y sig.). Si hemos deshonrado al Señor, debemos juzgarnos a nosotros mismos (1 Corintios 11:31). Así, podremos acercarnos a Dios para adorarlo.

5.6 - Algunos temas de adoración o de alabanza

Ya hemos visto antes algunos temas de gratitud y de adoración.

Lo que se sugiere a continuación es solo una introducción para ayudar a aquellos que comienzan en la vida cristiana, porque los temas (o motivos) de adoración son infinitos, y al Espíritu Santo no se le puede limitar en Su acción. «Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable» (Salmo 145:3).

Dios debe ser adorado por lo que Él es. Dios es digno de ser alabado por los planes que ha diseñado y cumplido, por todo lo que ha hecho. «Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza» (Salmo 145:6).

A menudo en la Palabra, se nos invita a entrar en la presencia de Dios para «publicar» lo que Él es, y también para recordar a nuestros corazones acerca de Sus gloriosas obras para con los suyos. Esto responde al deseo del corazón de Dios que dijo: «Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará» (Isaías 43:21).

Las palabras de José a sus hermanos pueden aplicarse a nosotros hoy en relación con el Señor Jesús: «Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria» (Génesis 45:13).

Dejemos de focalizarnos siempre en nosotros mismos, en nuestras bendiciones y privilegios, sino que aprendamos a centrarnos en la persona del Señor Jesús, lo que Él es para Dios, lo que ha sido en esta tierra, lo que Él es ahora en la gloria y por la eternidad. Los diferentes nombres y títulos atribuidos a Dios y al Señor Jesús nos hablan de todo lo que se nos da para conocer a Dios y a Su Hijo, y todos estos son temas de adoración.

David decía: «Andaré alrededor de tu altar, oh Jehová» (Salmo 26:6). Para nosotros, esto corresponde a considerar los diferentes aspectos de la obra de la cruz, como expiación, redención, reconciliación, sustitución.

Nuestro Dios es el Dios Salvador, que incluso ha entregado a su propio Hijo por nosotros (Romanos 8:32), mientras que el Señor Jesús se ha entregado a sí mismo (Efesios 5:2, 25). Dios dando a su Hijo es un don inefable (2 Corintios 9:15). «Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos» (Romanos 9:5). En cuanto a Cristo como Hijo del amor del Padre, se dice: «Todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (Colosenses 1:16-17). Y otra vez: «Adórenle todos los ángeles de Dios» (Hebreos 1:6). Mas del Hijo dice: «Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino» (Hebreos 1:8).

He aquí algunos otros temas de adoración y de alabanza:

  • Los propósitos eternos de la bondad de Dios;
  • La vida del Señor Jesús como hombre perfecto aquí abajo;
  • Su descenso (o despojo) voluntario;
  • Su gloria moral, sus perfecciones, su obediencia, su poder;
  • Su amor, su compasión, su gracia;
  • Sus sufrimientos, su muerte expiatoria;
  • Su gloriosa resurrección y su exaltación a la diestra de Dios.

En cuanto a nosotros, hemos sido liberados del poder de las tinieblas y hemos sido transportados al reino del amor del Hijo del Padre (Colosenses 1.13). Nuestros pecados son perdonados (Colosenses 1:14) y nuestra posición es perfecta en Cristo, siendo introducidos en su intimidad (Efesios 1:3-9; 2:4-22).

5.6.1 - Las glorificaciones en el Nuevo Testamento

Las glorificaciones son palabras que dan gloria a Dios. Hay varias glorificaciones en el Nuevo Testamento, en forma de exclamaciones cortas de lo que Dios es o ha hecho. Algunas están dirigidas a Dios el Padre, otras al Padre y al Hijo conjuntamente, o solo al Hijo. Ninguna glorificación está dirigida al Espíritu Santo.

Estas glorificaciones no son fórmulas para recitar mecánicamente, pero meditarlas es una fuente de edificación. También nos enseñan la diferencia entre la acción de gracias y la adoración. Las oraciones de adoración, alabanza y acción de gracias normalmente son mucho más extensas que estas efusivas brisas del corazón.

5.6.1.1 - Las glorificaciones dirigidas a Dios o a Dios Padre

«Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (Romanos 11:36).

«Al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén» (Romanos 16:27).

«Nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Gálatas 1:4, 5).

«A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén» (Efesios 3:21).

«Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Filipenses 4:20).

«Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén» (1 Timoteo 1:17).

«A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén» (1 Pedro 5:11).

«Al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén» (Judas 25).

«La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén» (Apocalipsis 7:12).

«El bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén» (1 Timoteo 6:15).

  • «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (Apocalipsis 4:11).
5.6.1.2 - Las glorificaciones dirigidas al Padre y al Hijo
  • «Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 5:13).
  • «La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero» (Apocalipsis 7:10).
5.6.1.3 - Las glorificaciones dirigidas al Hijo de Dios
  • «A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén» (2 Timoteo 4:18).
  • «Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Hebreos 13:21).
  • «A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén» (2 Pedro 3:18).
  • «Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Apocalipsis 1:5-6).

5.6.2 - El uso de los Salmos

La palabra «salmo» es la traducción de un término hebreo que significa «alabanza». La palabra griega «salmos» significa «pellizcar un instrumento de cuerda» (salterio o arpa). El libro de los Salmos es una colección de cánticos espirituales e himnos inspirados, muchos de los cuales fueron cantados en el templo por los cantores (1 Crónicas 25) acompañados de instrumentos musicales. Dan gloria y gracia a Dios, y expresan sus sentimientos (alegría, confianza, exhortaciones, preocupaciones, sufrimientos, etc.) en tiempos de prueba, desaliento y soledad.

Estos sentimientos se aplican en una medida a los creyentes de todos los tiempos, pero sobre todo nos hacen entrar en lo que el alma y el corazón del Señor Jesús sintieron y que no encontramos en ningún otro lugar, ni siquiera en los evangelios. Por ejemplo, la lectura y meditación de los Salmos 22, 40 y 69 nos ayuda a apreciar más el trabajo infinito y perfecto del Señor en la cruz. Este es un tema a meditar más a menudo.

Sin embargo, es importante distinguir entre la relación de Jehová con el pueblo de Israel y la posición del cristiano. Este último tiene el conocimiento de una salvación perfecta y consumada y el conocimiento de Dios como Padre (Juan 20:17; Romanos 8:15; Gálatas 4:6); está «en Cristo», el Espíritu Santo mora en él (Efesios 1:13; 2 Corintios 1:21-22); forma parte de la Iglesia, cuerpo de Cristo y esposa de Cristo; está esperando el regreso del Señor para que lo lleve a Él (Juan 14:3); su esperanza es celestial y no terrenal. Ignorar todos estos privilegios, dirigirse a Dios como «Yahvé» o «Jehová», a Cristo como nuestro Rey, es ignorar la obra de Cristo. Las dudas del alma y los llamados a la venganza y la destrucción de enemigos no tienen cabida en el tiempo presente de la gracia.

Los Salmos fueron escritos antes de la encarnación del Hijo de Dios. La redención aún no había tenido lugar. El velo no había sido rasgado, Dios aún no se había revelado completamente. Hoy las sombras y las figuras han dado paso a la realidad (Colosenses 1:16, 17; Hebreos 8:5). Podemos entrar por la fe más allá del velo en el santuario celestial, para contemplar a un Salvador que murió por nosotros, pero resucitado y glorificado (Hebreos 10:19, 20; 2:9).

Para Israel, Jehová es el Rey que reinará sobre su pueblo y castigará a sus enemigos. El Señor no reinará sobre la Iglesia, sino con ella. Esperamos al Señor, no como el Rey, sino como el Esposo (Apocalipsis 22:17). La Iglesia es la esposa que reinará junto al Rey. Reinaremos con Él (2 Timoteo 2:12).

En los Salmos mesiánicos (tales como el 2, 8, 16, 22 etc.) toda la creación está invitada a celebrar a Dios. ¡Qué maravilloso día en perspectiva! Como dice el profeta Isaías, en ese día «la tierra será llena del conocimiento de Jehová» (11:9). Será el día de la restauración de todas las cosas de las que hablaron los profetas (Hechos 3:21), pero no es el tiempo presente. Mientras tanto, somos extranjeros y peregrinos en la tierra (1 Pedro 2:11). Nuestra misión es anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó desde las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).

Señor Jesús cantamos tu valor,
Valor sin par, aquí al luchar;
Traemos nuestra ofrenda de loor, al adorar;
Tus glorias llenan hoy nuestra visión
Y el amor y la voz te dan su canción
(Himnos y Cánticos 78-1)

En ese hogar de gracia y santidad,
Tu Iglesia en gloria y en tu majestad,
Allí de hinojos su amor te dará,
Cual nardo que a tus pies derramará.
(Himnos y Cánticos 59-3)

5.7 - Lo que no es el culto

5.7.1 - ¿En qué se diferencia el culto judío del culto cristiano?

Después de haber examinado el sistema judío de culto descrito en el Antiguo Testamento, debemos entender que es fundamentalmente diferente del culto cristiano:

• El culto judío se basaba en cosas materiales. El culto cristiano, por el contrario, es espiritual («en espíritu»).

• El culto judío consistía principalmente en sombras, mientras que el cristianismo es la realidad, la «cosa real». Este último es «la imagen misma de las cosas» (Hebreos 10:1; véase también Colosenses 2:17).

• El culto judío anticipaba lo que sucedería en la cruz. El culto cristiano se basa en la obra consumada de Cristo (Hebreos 9:12, 14).

• Se caracterizaba por la sangre derramada repetidamente (Hebreos 10:1). El culto cristiano se basa en el hecho de que la obra se terminó. La sangre fue derramada «una vez para siempre» (Hebreos 9:12, 26; 10:12; Marcos 14:24).

• Estaba enmarcado por distintas clases: el sumo sacerdote, los sacerdotes, los levitas y el resto del pueblo. En el cristianismo, Cristo es el «Sumo sacerdote» y todos los creyentes son sacerdotes (1 Pedro 2:5; Apocalipsis 1:6) y tienen acceso directo a Dios (Efesios 2:18; Hebreos 10:19-22).

• El culto judío no ha proporcionado nada perfecto (Hebreos 9:8, 9; 10:1, 4). Los adoradores cristianos han sido hechos perfectos (Hebreos 10:14), tienen la conciencia tranquila y la libertad para acercarse a Dios en la adoración.

• El culto judío estaba dirigido a Jehová (Yahvé, véase Génesis 13:18, Deuteronomio 26:4). Los cristianos conocen a Dios como Padre y, por lo tanto, adoran al Padre (Juan 4:23), y al Señor Jesús, su Hijo.

5.7.2 - El peligro actual de volver a un culto similar al culto judío

El uso por los cristianos de vestimentas particulares, altares, incienso, la existencia de una clase especial de sacerdotes, distintos de los laicos, rituales, ritos y ceremonias programadas, incluida la liturgia , etc. – todo esto representa un retorno al judaísmo – contra el cual la Epístola a los Hebreos advierte enérgicamente. La Epístola a los Gálatas también condena el retorno a los ritos externos de la ley, insistiendo en que, si se quiere seguir la Ley, se la debe seguir en su totalidad (Gálatas 5:3); seguirla solo a mitad es condenarse a sí mismo (Gálatas 2:18). Insistir en ciertos pasajes del Antiguo Testamento (Salmo 150 para los instrumentos musicales; Malaquías 3:10 para los diezmos) es olvidar la obra consumada de Cristo y los resultados que se derivan de ella para los cristianos, incluso si estos pasajes nos hablan como imágenes del estado de ánimo y corazón en el que los fieles deben alabar.

5.8 - La colecta, su lugar en relación con el culto

5.8.1 - El principio de las colectas

Las Escrituras une la exhortación de que «ofrezcamos siempre a Dios… sacrificio de alabanza» con «la ayuda mutua» (Hebreos 13:15-16). Es por eso que es apropiado practicar una colecta durante la reunión de culto; incluso es parte del culto, y el apóstol Pablo realmente habla a los Corintios de la colecta «cada primer día de la semana» (1 Corintios 16:2). Esta ofrenda de nuestros bienes materiales se llama un sacrificio que «agrada a Dios», así como la alabanza y la adoración. Esta liberalidad es también un «olor fragante» ante Dios (Filipenses 4:18). Esto no contradice el carácter principal del culto cristiano «en espíritu», del que se ha hablado varias veces antes.

Sin embargo, es apropiado distinguir:

• Una colecta para los gastos generales ocasionados por la mera celebración de las reuniones (alquiler de locales, amortización de hipotecas, mantenimiento general del edificio, calefacción, electricidad, etc.). Todos los asistentes a las reuniones deberían participar en este tipo de gastos generales, de acuerdo con sus posibilidades, por supuesto.

• Una colecta relacionada con el culto en sí, cuyo producto se utiliza para apoyar la obra del Señor. Contribuir a este apoyo no pertenece a los inconversos ni a los cristianos que no están en comunión en la Mesa del Señor; es la responsabilidad de la asamblea local.

5.8.2 - La práctica de las colectas. ¿Cuándo colectar?

No hay instrucciones detalladas en la Palabra sobre la práctica de las colectas. Sin embargo, podemos hacer algunas recomendaciones:

• ¡No se hacen colectas en las reuniones de evangelización, porque la salvación ofrecida es gratis! (Mateo 10:8; 1 Corintios 9:18; 2 Corintios 11:7).

• La colecta durante el culto no es una «recaudación». El verbo recaudar tiene más bien un significado peyorativo, como mendigar.

• No tiene sentido tratar de conmover corazones artificialmente cantando o escuchando música durante la colecta.

• El Señor quiere que le demos nuestro corazón primero. «Dame, hijo mío, tu corazón» (Proverbios 23:26). Hablando de la gran liberalidad de los cristianos macedonios, el apóstol Pablo dice que se dieron primeramente al Señor (2 Corintios 8:5).

5.8.3 - La manera de dar para la colecta

¿Cuánto y cómo es necesario dar para la obra del Señor? La Escritura nos lo dice:

Liberalmente: «El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará» (2 Corintios 9:6).

Regularmente: «Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo» (1 Corintios 16:2). Nuestra ofrenda debe ser planificada y preparada.

Proporcionalmente: «Cada uno… según haya prosperado» (1 Corintios 16:2). El Nuevo Testamento no habla del diezmo, pero ¿deberíamos dar menos que bajo el antiguo pacto? No es solo lo que damos, sino lo que guardamos para nosotros mismos, lo que cuenta a los ojos de Dios. La viuda que había dado dos pequeñas piezas al tesoro había dado más al Señor que aquellos que habían puesto de lo que les sobraba (Marcos 12:41-44, Lucas 21:1-4).

Voluntariamente: «Cada uno dé como propuso en su corazón» (2 Corintios 9:7).

Felizmente: «No con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7).

Discretamente: «Cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha» (Mateo 6:3).

5.8.4 - El uso de las colectas

El uso de las colectas para sostener la obra del Señor es otra responsabilidad. Es deseable que se dé prioridad a los obreros cristianos que trabajan a tiempo completo, y a las obras y a los misioneros recomendados por asambleas locales con las que estamos en comunión. Es una lástima cuando el dinero no sirve para difundir la Palabra de Dios, para hacer conocer el Evangelio y para edificar asambleas según el modelo del Nuevo Testamento.

El Señor no olvida lo que se hace por él. Él dijo: «Dad, y se os dará; medida buena» (Lucas 6:38). Un vaso de agua fría dado en el nombre del Señor no perderá su recompensa (Mateo 10:42; Marcos 9:41).

Recordemos que el cristianismo no consiste en poner en práctica leyes y ordenanzas. Se trata más bien de dejar la gracia de Dios reflejarse en nuestro amor por el Señor, en todos los aspectos de nuestra vida y, entre otros, en nuestra liberalidad.

5.8.5 - El mal uso de las colectas

Debe recordarse que dar en la colecta es dar a Dios y para Dios, para sus intereses. Dando en el tesoro del templo, la viuda de Lucas 21:4 daba a las ofrendas de Dios. El vínculo entre ofrendas y culto según Hebreos 13 también lo enfatiza. Por lo tanto, el uso de colectas para fines distintos de los intereses del Señor no solo es malo, sino que es robar a Dios. Estas desviaciones se han visto favorecidas por la falsa doctrina del evangelio de la prosperidad, que afirma que la bendición de Dios se comprueba por la riqueza material. Es pervertir el evangelio. Las bendiciones del cristiano son bendiciones espirituales (Efesios 1:3), y el Señor aquí en la tierra (2 Corintios 8:9) y el apóstol Pablo (1 Tesalonicenses 2:9; Filipenses 4:12; 1 Timoteo 6:6-8) han dado el ejemplo de una vida sencilla. Los líderes religiosos se aprovechan de la doctrina del evangelio de la prosperidad para vivir en el lujo; es malinterpretar y rechazar las severas advertencias de 1 Timoteo 6:5, 9-10: porque «Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición».

Algunos tratan de justificarse por medio de Malaquías 3:10, pero ignoran que el Antiguo Testamento prometía bendiciones terrenales, mientras que el Nuevo Testamento promete bendiciones celestiales (Juan 14:3; 1 Tesalonicenses 4:14-18; Filipenses 1:21). Rechazar esto hizo llorar al apóstol Pablo (Filipenses 3:18-19).

5.9 - Las otras ofrendas [3]

Todavía existen otras ofrendas: las en favor de la beneficencia (Hebreos 13:16), el cuerpo del creyente presentado al servicio del Señor (Romanos 12:1), los resultados de la obra de evangelización (Romanos 15:16), pero esto es algo distinto del culto o de la adoración.

[3] Nota : Ofrecer el sufrimiento de sí mismo a Dios es una idea de la Iglesia Católica que no tiene ninguna base en las Escrituras.

6 - ¿Cómo rendir culto o adorar?

El tema de la adoración «en espíritu y en verdad» ya se ha considerado anteriormente.

6.1 - La acción del Espíritu Santo

Ya hemos visto anteriormente que la adoración no está dirigida al Espíritu Santo.

6.1.1 - La adoración por el Espíritu

El Espíritu Santo es Dios, pero su función es diferente de la del Padre y del Hijo. Él nos lleva a toda la verdad (Juan 16:13), nos guía en nuestro caminar (Romanos 8:14; Gálatas 5:25). Oramos por el Espíritu (Efesios 6:18; Judas 20). En cuanto al servicio (culto), lo rendimos por el Espíritu de Dios (Filipenses 3:3). Por lo tanto, es la obra del Espíritu Santo conducirnos en la adoración.

En relación con la oración, Romanos 8:26 nos dice que «el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles». Del mismo modo, en relación con el culto y la adoración, el Señor dijo del Espíritu Santo: «Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber» (Juan 16:14).

Por lo tanto, es el Espíritu Santo quien nos enseña a conocer mejor a Dios, su grandeza, su majestad, sus perfecciones, su poder, su amor, su gracia, su santidad, etc. También es el Espíritu el que nos hace ver las bellezas del Señor Jesús y considerar su obra redentora y sus resultados gloriosos.

Pero para orar y adorar a Dios por el Espíritu, se debe estar necesariamente en armonía con el Espíritu Santo. Esto significa que no debe estar entristecido por una mala actitud o por pecados no confesados (Efesios 4:30; 5:18-20). Ya hemos visto antes, para los verdaderos adoradores, la necesidad de probarse «a sí mismos»

6.1.2 - La adoración según la Palabra de Dios (la Escritura)

La Palabra de Dios también está allí para darnos a conocer lo que es de Dios: «La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:17).

Lo que expresamos debe ajustarse también a lo que el Espíritu nos revela en la Palabra, porque Dios no se contradice. El Espíritu no puede pedirnos que expresemos con nuestra boca lo que sería contrario a la Escritura que Él inspiró (2 Pedro 1:21).

6.1.3 - Con decencia y orden

En un grupo de cristianos reunidos simplemente en el nombre del Señor Jesús, sin un director humano, la armonía y el buen orden prevalecen normalmente, mientras que nada está dispuesto de antemano, ningún programa se anuncia con antelación.

Desafortunadamente, debido a la falta de enseñanza o de madurez, los hermanos no siempre consiguen captar la corriente de pensamiento en la que el Espíritu Santo quiere guiarnos.

El Espíritu Santo indudablemente quiere guiarnos para que haya verdadera armonía. No podemos saltar de un tema a otro, cada uno orando o proponiendo un himno o leyendo un pasaje bíblico que no está relacionado con lo que se acaba de expresar. Si el culto requiere preparación, esta NO consiste en elegir de antemano su propio tema, o sus lecturas, y luego debitarlos ignorando soberbiamente la contribución de los demás. Por el contrario, se trata de escuchar al Señor.

Establecer leyes y reglamentos extinguiría al Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19). Podemos ciertamente aplicar a las reuniones el versículo: «Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad» (2 Corintios 3:17), pero Dios no es un Dios de desorden o de confusión (1 Corintios 14:33). Esta es la razón por la cual las Escrituras dicen: «pero hágase todo decentemente y con orden» (1 Corintios 14:40). «La palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!» (Proverbios 15:23).

Un espíritu de continuación en los pensamientos expresados por himnos, acción de gracias y lectura de las Escrituras también proviene del buen sentido que Dios nos ha dado a través de Su Espíritu Santo que mora en nosotros. Este hilo de pensamiento también nos permite retener mejor lo que nos ha ocupado durante la hora de culto.

6.1.4 - ¿Hay necesidad de un conductor para la alabanza?

Esta pregunta ya ha sido mencionada sobre el culto colectivo.

Si es verdad que en el Antiguo Testamento, había un «músico principal» (ver los subtítulos de muchos salmos), no encontramos esta noción en el Nuevo Testamento. El Señor Jesús es ahora el «Músico Principal» en el sentido de que es Él quien dirige la adoración (Hebreos 2:12). Las reuniones de la asamblea son guiadas por el Espíritu Santo quien pone en cada corazón una contribución especial (1 Corintios 14:26). Este modelo divino es muy diferente de la idea de un conductor de adoración que determina lo que se dice y se canta, y posiblemente acompañado por un grupo musical, y así sucesivamente. La idea de un conductor de adoración va en contra de la adoración de la congregación «en espíritu y en verdad» o por el Espíritu.

Pero la ausencia de un conductor de adoración implica que todos vengan con un corazón lleno para traer algo que glorifique a Dios. Participamos en la adoración, no solo asistimos.

6.2 - El estado espiritual: Contemplar a una Persona

Vivimos en una sociedad que aprecia y valora el ruido y la música alta. El cristiano debe reservarse momentos para estar en silencio, lejos de los sonidos de este mundo.

Dios puede hablar en voz alta como un trueno (Salmo 29:3-9; Juan 12:28, 29), pero la presencia de Dios no está donde hay mucho ruido. Es más bien lo opuesto. El profeta Elías aprendió por experiencia que Dios no estaba en manifestaciones espectaculares y ruidosas, sino en «un silbo apacible y delicado» (1 Reyes 19:11-13).

La adoración requiere que guardemos silencio delante de Dios para contemplar al Señor. Contemplar significa más que solo echar un vistazo. Es considerarlo con los ojos del corazón o de la mente. Es mirar con cuidado, admiración o asombro. Más todavía, es estar absorbido en la observación cuidadosa de una persona.

Es mejor que nuestro corazón no encuentre palabras, en lugar de que nuestras palabras no provengan de nuestro corazón.

David hablaba así, dirigiéndose a Dios a quien él conocía: «Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré… Para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario» (Salmo 63:2-3).

Contemplamos la creación que nos habla de la grandeza y de la majestad de Dios. Contemplamos la vida del Señor Jesús para ver su gracia, su bondad y sus perfecciones. Contemplamos la cruz para comprender mejor el amor y la santidad de Dios. Contemplamos al Señor resucitado y glorificado para ver su dignidad, su poder y su autoridad.

  • Cuando oramos para confesar nuestros pecados, nos levantamos aliviados.
  • Cuando oramos para pedir ayuda a Dios, nos levantamos fortalecidos.
  • Cuando meditamos la Palabra contemplando al Señor Jesús, nos levantamos transformados (2 Corintios 3:18).

6.3 - Los silencios

No debemos venir ante el Señor «con las manos vacías» (Éxodo 23:15; 34:20, Deuteronomio 16:16). La orden formal se repite tres veces en el Antiguo Testamento. Es lo mismo para el culto según el Nuevo Testamento. Todos deberíamos estar preparados para ofrecer sacrificios de alabanza y de adoración.

Pero a veces y en ciertos momentos del culto, los instantes de silencio son bienvenidos, para la meditación o la contemplación personal en relación con el tema de la adoración colectiva. Que cada uno (y cada una) haga subir a Dios en su espíritu y en su corazón su alabanza y su adoración. Estos «buenos» silencios hacen parte del culto.

Los largos silencios pueden ser pesados, especialmente al comienzo de una reunión, cuando los hermanos no están ejercitados y necesitan ser animados, o inspirados para tener algo que decir sobre el Señor y al Señor.

No es solo el canto de los himnos y las acciones audibles de gracia lo que constituye nuestra adoración, sino lo que se eleva de nuestros corazones a Dios. De acuerdo con el mandato ya visto de las Sagradas Escrituras (1 Corintios 14:34; 1 Timoteo 2:8, 11, 12), solo los hermanos se expresan en voz alta públicamente; pero todos, interiormente, en sus corazones, son adoradores y sacerdotes, las hermanas como también los hermanos.

6.4 - El canto, su lugar en la adoración

6.4.1 - El significado de algunas palabras

Examinemos brevemente el significado de algunas expresiones relacionadas con el canto.

Los Salmos – El libro de los Salmos es una colección de cánticos inspirados pero, como ya lo hemos señalado, no expresan todos los aspectos de la verdad cristiana ni la posición del creyente «en Jesucristo».

Un cántico – Es un canto con un tema espiritual; no se dirige necesariamente a Dios. Un cántico puede tener como objeto diferentes aspectos de la vida cristiana, la evangelización y la respuesta al llamado del Señor, también varios sentimientos relacionados con Dios y su obra.

Un himno – Se dice un himno para designar un cántico, especialmente para la gloria de Dios, para alabarlo y adorarlo.

Una canción – Según el diccionario, una canción es una pequeña composición musical de carácter popular, sentimental o satírico; su contenido es profano. En la Biblia, la palabra «canción o refrán» a menudo se asocia con la burla. Ver por ejemplo Job 30:9; Salmo 69:12; Proverbios 25:20. Esta palabra no puede usarse para referirse a un cántico cristiano.

6.4.2 - La utilidad de las palabras

El cántico del creyente, especialmente en la adoración, habla a Dios o expresa los pensamientos del creyente acerca de Dios: «cantando con gracia en vuestros corazones al Señor» (Colosenses 3:16 y Efesios 5:19). Las palabras de los cánticos normalmente expresan los sentimientos del creyente. El cántico cristiano debe ser cantado «en espíritu y en verdad» (Juan 4:23) y con el espíritu (o por el Espíritu, Efesios 5:18-19) y con el entendimiento (1 Corintios 14:15). Por lo tanto, es deseable que las palabras sean verdaderas en cuanto a los sentimientos expresados por el que canta, y exactas en cuanto a la doctrina cristiana, porque el cántico es también un medio de enseñanza y exhortación (Colosenses 3:16), y edificación (1 Corintios 14:26).

Es importante que los cánticos que cantamos tengan un equilibrio entre la verdad objetiva y la subjetiva. La verdad objetiva es la que existe independientemente de nosotros, como la creación, la persona y la obra del Señor Jesús, la cruz, las promesas de Dios, etc. Lo que es subjetivo se relaciona con la experiencia; por ejemplo: nuestra salvación, nuestro gozo, nuestra alegría, nuestra vida. Con demasiada frecuencia nos enfocamos en nosotros mismos, incluso en nuestros cánticos. Las estrofas de cánticos que no hablan de nosotros son bastante raras. A continuación hay una que es muy adecuada para la adoración:

Has hallado ¡oh gran Dios!, cumplida cabal justicia
En el postrer Adán, quien solo es tu delicia:
Tu muy amado es Él, por siempre te exaltó;
Quién en tu ley real su gozo siempre halló.

(Himnos y Cánticos 12-2)

Tengamos cuidado de no pronunciar mecánicamente las palabras de los cánticos que sabemos de memoria. Esto puede convertirse en vanas repeticiones condenadas por el Señor (Mateo 6:7). Por el contrario, pensemos en el sentido de las palabras que cantamos. En los momentos de meditación, busquemos los pasajes bíblicos que han suscitado las palabras de los cánticos.

6.4.3 - La expresión de gozo. Un medio de progreso en la fe

El canto se menciona en la Biblia, desde los primeros tiempos, como un medio para el hombre de expresar su gozo. Véase por ejemplo Génesis 31:27 y Job 8:21. A veces, el cántico también puede expresar otros sentimientos, como la tristeza o una situación trágica (2 Samuel 1:17-27, Jeremías 9:20 la endecha es una canción triste o de lamento). Pero, en general, el cántico es la expresión de un corazón feliz. Hecho significativo, el primer cántico que se menciona en la Sagrada Escritura se asocia con la redención (Éxodo 15). Volveremos a eso. En el cielo, el cántico también está relacionado con la redención (Apocalipsis 5:9-10).

Aquellos que conocen al Señor tienen muchas razones para regocijarse y cantar. Varios pasajes del Nuevo Testamento nos invitan a ello. En Efesios 5:19, se nos exhorta a hablar entre nosotros «con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones», en otras palabras: celebrando con todo nuestro corazón las alabanzas del Señor. En Colosenses 3:16, el apóstol Pablo exhorta a enseñarse y exhortarse unos a otros «en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales».

El canto de himnos espirituales, bíblicos, es una fuente de enseñanza y un factor de progreso en la fe.

Los primeros cristianos cantaban para testificar y animarse unos a otros (Hechos 16:25); para expresar su alegría y gratitud (Santiago 5:13). También cantaban en las reuniones (1 Corintios 14:26).

6.4.4 - La calidad de las palabras de los cánticos. Las palabras de acuerdo con la Escritura

Los cánticos e himnos que cantamos deben ser elegidos con discernimiento e inteligencia espiritual. El apóstol Pablo escribió a los corintios: «Cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento» (1 Corintios 14:15). Las palabras deben ajustarse a las Sagradas Escrituras, especialmente a la verdad revelada en el Nuevo Testamento. El Espíritu Santo no puede llevarnos a poner en nuestra boca palabras que no corresponden a la Palabra inspirada. Dios no se contradice.

A veces y desafortunadamente, algunos himnos que se entonan en la cristiandad contienen expresiones o hechos no bíblicos, ya sea por las exigencias de la poesía o, incluso, por la falta de precisión respecto a la Escritura, o quizás debido a la falta de conocimiento bíblico por parte de los autores.

Un comentarista de la Palabra de Dios dijo: «Hay muchos cánticos que cantamos porque amamos las melodías; pero a veces las palabras no concuerdan en absoluto con las Escrituras. Algunas personas piensan que los cánticos son adecuados tan pronto como tienen palabras de la Biblia. Pero el libro de los Salmos fue escrito antes de que se llevara a cabo la redención. David cantaba: «Jehová, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira» (Salmo 38:1). No quiero cantar esas palabras. ¿Por qué? Porque la ira divina se ha desviado de mí. Ella cayó sobre la persona amada de mi sustituto y sé que nunca llegaré a juicio (Juan 5:24). Soy salvo del juicio. Hay muchas otras cosas preciosas en los Salmos que pueden ser la expresión de nuestros corazones en adoración y alabanza. Pero debemos cantar himnos que expresen el punto de vista de un pueblo que ya ha sido redimido. Nuestra relación con Dios no debe ser cuestionada. Si no entendemos esto, siempre estaremos confundidos».

Como ya hemos visto anteriormente, el Nuevo Testamento no da ningún ejemplo de alabanza dirigida al Espíritu Santo, por lo que tampoco tiene cabida en los himnos.

Algunos cánticos cristianos están dirigidos al Señor Jesús como a «nuestro Hermano». El Hijo de Dios se convirtió en hombre perfecto (excepto el pecado) y, como tal, no se avergüenza de llamar a los creyentes sus hermanos (Hebreos 2:11). Pero eso no nos permite llamar al Señor «nuestro Hermano» incluso con una «H» mayúscula. Un error de expresión puede, con el tiempo, conducir a un error doctrinal. La reverencia, no la ligereza, es apropiada cuando nos dirigimos al Señor.

Los himnos que se cantan en las reuniones deberían, en la medida de lo posible, no estar escritos en primera persona del singular, sino hablar en nombre de una comunidad (no «yo» sino «nosotros»).

Una tendencia actual lamentable es tener himnos cada vez más parecidos a canciones populares, con palabras a veces ultra simplificadas o simplistas, a veces huecas, a menudo repetitivas. Así, perdemos el carácter de enseñanza y de exhortación de los himnos de los que habla la epístola a los Colosenses. Existe el peligro de un cristianismo superficial.

Un ejemplo entre muchos otros de palabras doctrinalmente falsas: si un himno llama al derramamiento del Espíritu Santo sobre el país para instaurar la justicia. Tales palabras son engañosas en la medida en que la Palabra nos dice que la tierra va hacia el juicio de Dios, y no hacia un desarrollo progresivo de la justicia; ya no son palabras verdaderas o útiles según las Escrituras.

6.4.5 - La adoración colectiva cantando: el ejemplo de Éxodo 15

El cántico que Israel cantó después de su liberación de Egipto y del cruce del Mar Rojo (Éxodo 15) tiene varias lecciones que enseñarnos. No había cántico cuando Israel sufría bajo la esclavitud de Faraón, sino más bien gritos y gemidos (Éxodo 2:23, 24; 3:7, 9). Es lo mismo para el hombre del mundo abrumado por el peso de sus pecados bajo la servidumbre de Satanás. Se debe haber hecho la experiencia del poder de Dios para tener un corazón feliz y una alabanza en los labios.

Este cántico de Éxodo 15 expresa la alabanza colectiva de un pueblo al que Dios ha redimido por su poder. Dios es exaltado y glorificado por un pueblo libre, que le pertenece y celebra su misericordia, su poder y su gloria. Ninguna mención de las dudas y miedos del pasado en este hermoso himno.

Israel comienza celebrando la redención que tuvo lugar y termina regocijándose con la posesión de la herencia que Dios ha prometido.

En el primer versículo, este himno explica por qué Israel canta. En los versículos 2 y 3, dice lo que Dios es. En la adoración también expresamos lo que el Señor Jesús es para nosotros. En los versículos 4 al 8, Israel cuenta lo que Jehová hizo por su pueblo. Del mismo modo, estamos llamados a recordar en la presencia de Dios su gracia, su salvación y su poder, pero también lo que hemos encontrado en la persona del Señor Jesús, el autor de nuestra salvación eterna. Los versículos 7 y 10 a 12 mencionan la ira de Dios contra sus enemigos y el juicio al que fueron sometidos. En alabanza también celebramos la victoria del Señor Jesús sobre Satanás en la cruz del Calvario (Colosenses 2:15). En el versículo 13, Israel celebra la misericordia de Dios y la redención cumplida. En el versículo 16, Israel se llama el «pueblo que tú rescataste». El apóstol Pedro usa la misma expresión al hablar de cristianos (1 Pedro 2:9). En los versículos 13 al 17, lo que Dios ya ha hecho es una garantía de que hará todo lo que ha prometido. Nosotros también podemos estar seguros de que el Dios que nos salvó cumplirá con sus promesas. «Ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es» (1 Juan 3:2).

Para Israel, era una liberación física y temporal. Hoy nuestras bendiciones son sobre todo espirituales, eternas, celestiales (Efesios 1:3). Y como Israel, los cristianos son un pueblo redimido que Dios se ha adquirido para alabanza de su gloria (Efesios 1:14). También podemos regocijarnos de haber sido libertados de la esclavitud de un enemigo cruel para disfrutar de la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Romanos 8:21). Le damos gracias a Dios por la redención realizada y nos regocijamos en la salvación que Él nos ha dado en Su gracia y poder.

Al igual que Israel, también podemos anticipar la gloria futura como una certeza, sin ningún mérito de nuestra parte. Al contrario de Israel, no necesitamos pedirle a Dios, en el culto que le rendimos, que nos bendiga; ya estamos bendecidos con «toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo» (Efesios 1:3).

Desde el principio hasta el final de este cántico de Éxodo 15, el «yo» es olvidado. La persona de Jehová es exaltada. Es un ejemplo para nosotros: el objeto del culto cristiano es la persona del Señor Jesús y su obra redentora.

6.4.6 - La adoración colectiva: la interacción los unos con los otros

El carácter colectivo del culto ya se ha considerado anteriormente.

En el culto, no estamos reunidos para escuchar un coro, música o una orquesta, ni para cantar nuestros cánticos favoritos. Los cánticos apropiados son pedidos por diferentes hermanos. Esta elección es importante. Al comienzo del culto, un himno puede sugerir un tema en el cual el Espíritu Santo quiere guiarnos durante la hora de adoración. Durante el culto, los himnos bien elegidos expresan la alabanza y la adoración de los creyentes. El cántico también nutre los pensamientos de la asamblea. Un cántico fuera de lugar interrumpe el hilo conductor.

Es importante que la asamblea elija un himnario que contenga cánticos e himnos apropiados para el culto, incluso muchos sobre la Persona y la obra del Señor Jesús. También es necesario que los hermanos conozcan el himnario en uso, para poder indicar un himno que siga a lo que se expresó anteriormente. Por ejemplo, si estamos ocupados con la cruz, no se propone un himno que exprese la alegría del creyente; o si se medita en los sufrimientos del Señor Jesús, no se canta un himno que celebra a Dios como el Creador. Los cánticos que tienen como tema el caminar cristiano no son apropiados para la adoración.

6.4.7 - La actitud de los que cantan

Para cambiar de posición, pero especialmente para indicar una marca particular de reverencia, algunos himnos se pueden cantar de pie.

El hermano que indica un himno debe hacerlo en voz alta, lo suficientemente alto y claro para que todos puedan entender. Es recomendable leer el título, o la primera línea, y repetir el número, para asegurarse de que todos hayan comprendido.

Si un hermano indica un himno cuya melodía no se conoce, puede leerlo en voz alta para el beneficio de todos.

Cuando un hermano propone que se cante de pie, primero indica el himno, y cuando el himnario se abre en la página correcta, justo antes de cantar, él dice: «Vamos a cantar de pie» o «Levantémonos». Esto permite que todos se levanten al mismo tiempo.

A veces ocurre que, después de cantar un himno de pie, nos quedemos en la misma posición para orar. En este caso, un hermano puede pedir que la asamblea permanezca de pie para adorar o dar gracias.

Tengamos cuidado de no cantar por rutina, sin pensar en las palabras que pronunciamos. Por lo tanto, es importante no distraerse, sino pensar en lo que cantamos. «Cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento» (1 Corintios 14:15).

No debemos sentirnos obligados de cantar todas las estrofas de un cántico. Algunas pueden ser apropiadas para el tema que tenemos en nuestros pensamientos, mientras que otras lo son menos. Para algunos cánticos que tienen muchas estrofas, se puede interrumpir el cántico leyendo una. El hermano que indicó el himno la leerá en voz alta.

Un breve comentario sobre un himno puede tener su lugar, pero se deben evitar los comentarios largos sobre los himnos.

6.4.8 - El cántico y la cena. El cántico y la colecta

Partir el pan y beber de la copa hacen parte del memorial que el Señor instituyó. Es un todo. ¿Por qué introducir entre los dos una actividad que es iniciativa nuestra? ¿No dijo el Señor: «Haced esto [¡y nada más!] en memoria de mí…». Leemos que el Señor Jesús dio gracias antes de partir el pan y dar la copa (Mateo 26:26, 27), pero no se menciona un himno o lectura de la Biblia entre los dos, ni mientras que los emblemas pasan de mano en mano. Se cantó un himno, pero solo después de la Cena (Mateo 26:30; Marcos 14:26), y es bueno hacer lo mismo.

Durante la colecta, no hay necesidad de cantar, ni leer en voz alta o tocar música para conmover a los que están dando. La ofrenda a Dios de nuestros bienes materiales es un acto del culto (Filipenses 4:18; Hebreos 13:16). Ahora bien, no debemos hacer dos cosas a la vez.

6.4.9 - Las melodías, los estilos de música

La Biblia no nos da instrucciones específicas sobre este tema. Los cánticos que David cantaba eran ciertamente muy diferentes de los que solemos cantar. También puede haber diferencias de predilección entre creyentes espirituales y otros, y especialmente entre generaciones. Algunos comentarios, sin embargo, nos parecen oportunos.

Hay una cierta música, llamada clásica, que es apta para expresar la verdad bíblica y los sentimientos cristianos. Los compositores, sin ser necesariamente creyentes nacidos de nuevo, tenían respeto por ciertos valores, tales como la armonía y la dulzura.

Pero también hay una música, a menudo muy ruidosa, con un ritmo que tiene el efecto de excitar la carne y suscitar pasiones. En muchos casos, los autores no se esconden de ser ateos, consumidores de drogas o asociados con el ocultismo, incluso promotores del ocultismo. Este tipo de música es totalmente ajena a la majestad y a la santidad de Dios.

La música tiene un efecto indiscutible sobre los sentidos y las emociones. Puede ser relajante y propicia a la meditación, pero también puede ser ruidosa y provocativa. Hemos llegado al final de los tiempos, y no nos sorprendamos si, en nuestro mundo que no conoce a Dios, la música es cada vez más furiosa y actúa como un poderoso medio para alejar aún más de Dios a nuestros contemporáneos. El Espíritu Santo nos dice de tener cuidado a este aumento de las actividades demoníacas (1 Timoteo 4:1).

Velemos por la atmósfera de los momentos de culto y adoración.

6.4.10 - Los instrumentos musicales

La pregunta se tratará aquí solo brevemente. En el Nuevo Testamento, la alabanza es espiritual (Juan 4:23-24). Los instrumentos no pueden emitir una adoración en espíritu. El uso de instrumentos solo se encuentra en el Antiguo Testamento, donde el santuario era un santuario terrenal y el culto era un culto con los ritos prescritos por la Ley (también encontramos los instrumentos en el Apocalipsis, porque toma como símbolos las figuras del Antiguo Testamento). La epístola a los Hebreos (capítulos 7-10) muestra que toda esta adoración antigua ha sido dejada de lado porque Cristo es el nuevo Sumo Sacerdote para siempre. Los sacrificios de animales en un tabernáculo también fueron puestos de lado. Regresar a un culto con instrumentos musicales es volver al culto judío que se ha dejado de lado con el antiguo pacto, como el regreso a un culto ritual, con edificios especiales, un clero aparte de los laicos, etc.

Los instrumentos musicales no son, en sí mismos, ni buenos ni malos. Todo depende del uso que hacemos de ellos. Sin embargo, vale la pena señalar cuando se inventaron los primeros instrumentos musicales. La Biblia nos dice que fueron los descendientes de Caín, lejos de la presencia de Dios, quienes inventaron los primeros instrumentos de cuerda y viento (Génesis 4:21). En el contexto en el que se nos informa de este hecho, podemos entender que, sin duda, fue una cuestión de hacer más agradable un mundo sin Dios. A menudo, incluso hoy en día, la música es un medio de distracción y diversión para olvidar la realidad de la eternidad.

Algunos instrumentos musicales son útiles para aprender las melodías de himnos y cánticos espirituales, pero en ninguna parte el Nuevo Testamento nos da ejemplos o instrucciones con respecto al uso de tales instrumentos en el culto cristiano. Son los labios de los redimidos que deben expresar lo que está en los corazones de aquellos que han sido limpiados por la sangre del Señor Jesús.

7 - ¿Cuándo rendir culto o adorar?

El Señor dice (Juan 4:23): «Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad». El tiempo para adorar, es ahora, es el periodo en el que el hombre Cristo Jesús reveló plenamente a Dios.

En el Nuevo Testamento, el estímulo para la adoración se encuentra en 1 Pedro 2:5 y Hebreos 13:15.

7.1 - ¿Ocasional o regularmente? ¿Espontáneo o planeado?

Todas estas circunstancias son posibles, por separado o al mismo tiempo. Sabemos que la adoración es algo que debemos hacer. Dios merece ser adorado (ver Deuteronomio 26:10; 1 Crónicas 16:29; Salmo 29:2; 45:11; 95:6; 96:9; 99:5, 9; 132:7).

7.1.1 - Ocasional y espontáneo

Los fieles que han pasado por circunstancias en las que han visto la mano de Dios, o que han estado impresionados por la grandeza de Dios y por sus maravillosas obras, pueden prosternarse y adorar espontáneamente. Lo vemos, por ejemplo, con Noé después del diluvio (Génesis 8:20), Abraham en las etapas claves de su vida (Génesis 12:7, 8; 13:4, 18), el siervo de Abraham ante el éxito de su viaje (Génesis 24:26), Gedeón oyendo una profecía que le concernía (Jueces 7:15) y Pablo pensando a los consejos de Dios para los judíos y para las naciones (Romanos 11:33-36). En el Apocalipsis, la adoración se ve a menudo (4:10; 5:8, 14; 11:16; 19:4).

En la institución de la Cena, antes de ir al Huerto de Getsemaní, la Escritura nos dice que el Señor, con sus discípulos, cantó un himno (Mateo 26:30; Marcos 14:26). En este momento tan especial y solemne, el Señor ciertamente tenía en vista la gloria de su Padre en la obra de la cruz y el aliento para sus discípulos que ya no lo tendrían a él.

7.1.2 - Continuo

Por el contrario, el significado de lo que Dios es y de lo que ha hecho, la inmensidad eterna de los frutos de la redención, todo esto requiere una continua alabanza, que la anunciaba el holocausto continuo (Éxodo 29:39, 41), mañana y tarde.

Asimismo, cada mañana y cada tarde, el sumo sacerdote tenía que hacer quemar incienso en el altar de oro (Éxodo 30:7, 8; 2 Crónicas 13:11). El olor a incienso – que hablan de las perfecciones de Cristo – llenaba el santuario continuamente.

David continuamente sentía la necesidad de meditar acerca del Señor, de contemplar su gloria y bendecirlo (Salmo 63:1-6).

Los cristianos de los primeros días perseveraban unánimes cada día en el templo (Hechos 2:46).

Hebreos 13:15 nos dice que ofrezcamos siempre a Dios un sacrificio de alabanza.

Si el Espíritu Santo tiene libertad para dirigir a la congregación, Él elegirá el aspecto particular de Jesús que sea apropiado, porque no podemos verlo ahora en todas sus glorias a la vez. No hay necesidad de ningún acuerdo previo, sino solo esperar verdaderamente en Él. Pero en este encuentro siempre se trata de dirigirnos a Dios, vueltos hacia Dios, por lo que no hay lugar ni tiempo para el ejercicio de los dones, menos aún para una arenga o una predicación sino, tal vez unas palabras apropiadas al final del culto.

7.1.3 - «Planificado», o más bien regular

Cuando Aarón entraba a la presencia de Dios, no era regularmente, pero solo una vez al año, en el gran día de la expiación. Entonces debía poner «perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio, para que no muera» (Levítico 16:13). Esto pone de relieve nuestro privilegio de poder «entrar» y «acercarnos» con «libertad» en la presencia de Dios para el culto (Hebreos 10:19, 22) – sabiendo que hemos sido «hechos aceptos en el Amado» (Efesios 1:6).

Cada domingo: «el primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan…» (Hechos 20:7). Este «partir el pan» evidentemente tenía lugar durante una reunión de culto y de adoración.

7.2 - La adoración, una prioridad

Como lo hemos visto al principio, las terceras palabras de la Escritura recordadas por nuestro Señor en la tentación en el desierto, justo antes de comenzar su ministerio fueron: «Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás» (Mateo 4:10). Fue después de recordarle este versículo que Satanás se marchó.

También es una felicidad para el hombre tener una relación con un Dios tan admirable. Descuidar la adoración, es un desprecio de lo que se debe a Dios, y Romanos 1 muestra entonces la degradación progresiva en inteligencia y ceguera. Pero adorar o rendir culto no se tiene que hacer por deber: es una cosa natural cuando estamos en relación con un tal Dios. Se está en un muy triste estado cuando uno desprecia tal privilegio.

El Señor Jesús, en Juan 4:23, declara: «Porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren», es decir, los adoradores que lo adoran en espíritu y en verdad. Nunca se dice que está buscando maestros, pastores, evangelistas, o lo que sea. Esto muestra cuánto se complace Dios en la respuesta de los corazones que lo adoran.

En Juan 12, la adoración es ejemplificada por el acto de María que esparce el perfume de nardo puro de gran precio de tal forma que el olor llenó la casa. Fue Judas quien lo consideró una pérdida, justificándose con el pretexto de ayudar a los pobres (apariencia de filantropía). El Señor tomó la defensa de María: «Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis» (v. 3, 7, 8). Gastar su energía u otros recursos para adorar no es una pérdida. La adoración es la causa más digna. Es la forma más elevada de servicio porque está dirigida a Dios en contraste con cualquier otro servicio que a menudo busca satisfacer las necesidades materiales o espirituales de los hombres.

Después de 70 años de cautividad de los judíos en Babilonia, una minoría regresó a Jerusalén, y entonces lo primero que hicieron fue restaurar el altar (Esdras 3:2-3). La adoración era su absoluta prioridad.

7.3 - La adoración en el cielo ¿Actual o futura?

Ciertamente, el cielo será caracterizado por la adoración. En el Apocalipsis, encontramos cinco oportunidades para adorar en el cielo, todas diferentes:

  • Adoración del Creador (4:10-11);
  • Adoración del Cordero (5:12-14);
  • Adoración por parte de la gran multitud (7:9-11);
  • Adoración en conexión con el establecimiento del reino (11:16-17);
  • Adoración en conexión con el juicio de la gran ramera, y la boda del Cordero (19:1-7).

Los 24 ancianos simbolizan a los creyentes redimidos que han pasado por la muerte. Su nuevo cántico (5:9) habla de la persona de Cristo («Digno eres»), de la obra de Cristo («Tú fuiste inmolado»), de los resultados de su obra para Dios («Has redimido para Dios») y de los fieles («Has hecho… reyes y sacerdotes», y reinarán en la tierra). Estos cuatro temas del nuevo cántico ya hacen parte de la adoración cristiana en la actualidad. En este sentido, el nuevo cántico ya ha comenzado.

8 - ¿Dónde rendir culto o adorar?

8.1 - En la tierra: reunidos «en el nombre del Señor», «alrededor de él»

Al comienzo del Antiguo Testamento, hay personas que ofrecen holocaustos, es decir, que adoran espontáneamente donde Dios intervino en gracia y bondad: Noé a la salida del arca (Génesis 8), Abraham en cada etapa clave de su vida (Génesis 12 - 14), Israel después de la liberación de los egipcios y el cruce del Mar Rojo (Éxodo 15).

Dios entonces determinó un lugar especial para ofrecer los sacrificios. Este fue primero el tabernáculo o «tabernáculo de reunión» (Levítico 17), luego hubo un lugar elegido por Jehová para hacer habitar su nombre (Deuteronomio 12; 26:2). Entonces el tabernáculo se estableció en Silo, y luego el templo fue construido en Jerusalén (1 Samuel 1:24; 1 Reyes 6 a 8); después de su destrucción según 2 Crónicas 36, fue reconstruido allí, véase Esdras 6.

El Señor le dijo expresamente a la mujer samaritana en Juan 4 que de ahora en adelante, en la tierra, no habría lugar reservado para la adoración (Juan 4:21), pero que en todas partes se podría adorar «en espíritu y en verdad». Según Mateo 18:20, el Señor asegura su presencia donde dos o tres están reunidos en su Nombre, lo que corresponde espiritualmente a la imagen material del lugar «donde Jehová hace morar su nombre» del Antiguo Testamento. El libro de Hechos nos muestra a los creyentes reunidos para el culto en las casas (Hechos 2:46; 16:40; 20:7), sin que haya ningún lugar especial dedicado.

Personalmente, podemos adorar en todas partes, en casa o en cualquier otro lugar, siempre que las circunstancias lo permitan. Si tenemos la oportunidad de estar ocupados de Cristo, podemos adorar en nuestros corazones y, si es posible, con nuestros labios (Colosenses 3:16b; ver Apocalipsis 1:9-10).

En el caso del culto colectivo, el lugar apropiado es «alrededor del Señor», ya no un lugar físico o geográfico como en el Antiguo Testamento, sino un lugar espiritual según Mateo 18:20. Como cristianos, tenemos que buscar a otros cristianos que quieran reunirse en el nombre del Señor Jesús, reconociendo su autoridad en la obediencia a su Palabra, y dándole el lugar central («en medio»: Juan 20:19, 26). Este es el lugar para la adoración colectiva en el Nuevo Testamento.

8.2 - En la Iglesia: ¿Qué iglesia? En la casa de Dios: ¿qué casa?

Es por abuso de lenguaje que hoy llamamos «iglesia» a un edificio de piedras o de madera. En la Biblia, la palabra «iglesia» nunca designa un edificio. La Iglesia (según la Palabra), son personas; se compone de piedras vivas, es decir, creyentes nacidos de nuevo que juntos forman una casa espiritual, un templo santo en el Señor (1 Pedro 2:5; Efesios 2:19-22). Ya no existe hoy, como en el antiguo pacto, un santuario terrenal (Hebreos 9:1). Es un error llamar «casa de Dios» a cualquier lugar aquí abajo. Dios no vive en templos hechos con manos humanas (Hechos 17:24). El cuerpo de cada creyente es el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19, 20). La asamblea local es la casa de Dios (1 Timoteo 3:15; 1 Corintios 3:16).

En el culto, los creyentes entran por fe en el santuario celestial (Hebreos 10:19), donde el Señor Jesús está sentado a la diestra de Dios (Hebreos 8:1, 2).

Tampoco es la Iglesia una clase particular de creyentes, el clero. Esta clase de creyentes existía en el Antiguo Testamento, pero en el Nuevo Testamento todos los creyentes son sacerdotes calificados (1 Pedro 2:5, 9).

8.3 - En el santuario celestial

No se trata de un lugar físico, material, terrenal. Pero la Palabra de Dios nos habla de nuestra posición de cristianos como siendo el resultado de la obra de Cristo. Estamos allí por fe.

8.3.1 - En los lugares celestiales (Efesios 2)

Un privilegio cristiano es tomar conciencia del alcance de la obra de la cruz y de la posición en la que Dios nos ha colocado: «Nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Efesios 2:6). El disfrute de la gracia de Dios y de esta maravillosa posición es una poderosa motivación para la adoración. Para esto, no solo necesitamos leer, sino también estudiar la Palabra de Dios.

¡Oh gran Dios! Dios que nos amas
Lleno de gracia y amor;
Hasta el cielo llega el alma
Que hoy te adora con fervor.
De tu amor ya somos hijos
Escogidos en Jesús;
Rescatados, muy amados,
Santa posesión en luz.
Para tus hijos ¡qué gloria!

Al Dios fuerte contemplar;
De Jesús la gran victoria
Y la muerte celebrar.
Tu familia aquí reunida
En tu gracia paternal,
En tu hijo bendecida,
Por Él goza paz real.

(Himnos y Cánticos 2-1,2)

8.3.2 - Hebreos 10, en el santuario

La epístola a los Hebreos trata del cambio que consiste en pasar del culto levítico, de acuerdo con la ley de Moisés, al culto cristiano. Uno de los grandes cambios es que en lugar de un contacto distante con Dios (solo el Sumo Sacerdote entraba en el lugar santísimo una vez al año), ahora estamos preparados para la presencia de Dios:

«Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados» (10:14).

«Hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo… acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura» (Hebreos 10:19-22).

Por fe en Él, ahora podemos acercarnos a Dios y entrar en el lugar más cercano a la presencia de Dios. Es allí donde el Señor Jesús nos ha precedido y podemos contemplarlo por la fe en la gloria (ver Hebreos 2:9; 3:1-3; 4:14-16; 7:23-25; 12:1-3). Aquí es también donde traemos nuestra alabanza y adoración.

Con júbilo llegamos con himnos de amor,
Trayendo la hermosura de tus glorias, Señor;
Perfumes difundiendo, de divina oblación,
Al que fue siempre digno de toda adoración.

¡Loor, suprema gloria te damos nuestro Dios!
De gratos corazones es eco nuestra voz;
¡Oh Padre! En tu santuario, tu gracia y tu poder
En Cristo revelados, a Ti pudimos ver.

(Himnos y Cánticos 16-2,4)

Venciste Tú, Dios es glorificado,
Te ensalzó ya, junto a su Majestad;
Te vemos allí, de gloria coronado,
Tú, Hijo del hombre, Hombre celestial

(Himnos y Cánticos 33-3)

9 - El respeto de la presencia del Señor

9.1 - El respeto debido a Dios

El respeto extremo debido a Dios procede del tercer mandamiento de la ley «no tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano» (Deuteronomio 5:11). La manera de pronunciar el nombre de Jehová y de usarlo no debía y no debe hacerse a la ligera.

La relación de intimidad con Dios en la cual el creyente ha sido colocado implica que se comporte de manera consecuente: «Si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación» (1 Pedro 1:17).

Además, el nombre del Señor y el testimonio del Evangelio están unidos al lugar donde nos reunimos. La Palabra de Dios lo afirma (Mateo 18:20; 1 Timoteo 3:15 «cómo debes conducirte») y la fe se apropia de esta promesa y actúa en consecuencia.

El profeta Malaquías (1:6) ya denunciaba la falta de respeto hacia Jehová: «El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?». La falta de respeto se unía a la inconsciencia. Este peligro permanece intacto hoy.

Las advertencias del Eclesiastés deben quedar grabadas en nuestros pensamientos: «Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras» (5:1-2). El apóstol Pablo también advierte: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6:7).

Las personas interesadas en la Palabra, o simplemente curiosas, que asisten a las reuniones, notan fácilmente si la atmósfera es frívola o si somos serios y sinceros. El vecindario también nos está observando. En todo momento, nuestro comportamiento debe hablar de Aquel que representamos, incluso a los ojos del mundo que nos rodea. Los niños en la familia también se les debe enseñar sobre el respeto que es apropiado en la presencia del Señor.

9.2 - Una actitud práctica marcada por el respeto

9.2.1 - Llegar a tiempo

Habitualmente, solemos llegar a tiempo a una cita importante. ¿No deberíamos llegar a tiempo a las reuniones con el Señor? Cuando estuvo en esta tierra, el Señor Jesús fue puntual. Leemos: «Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles» (Lucas 22:14).

Un momento de tranquilidad y contemplación es ciertamente apropiado antes del anuncio del primer himno o la primera oración.

Si llegamos tarde y la asamblea está en oración, esperamos hasta que haya terminado antes de ir a sentarnos.

Los que llegan temprano deberían ocupar los asientos en consideración de los que llegan después para no obligarlos a molestar a los que ya están sentados.

En la medida de lo posible, evitemos salir durante las reuniones y enseñemos a los niños, desde una edad temprana y siempre que sea posible, a hacer lo mismo.

9.2.2 - El silencio, la tranquilidad

Sucede que en algunas asambleas, antes de que comience la reunión, los reunidos hablan sin moderación. Es como una feria en vez de un lugar que debe inspirar la reverencia de la presencia de Dios y prepararnos para la adoración: «Silencio habrá delante de ti, alabanza en Sion, oh Dios» (Salmo 65:1, Biblia de las Américas).

9.2.3 - El atavío de la vestimenta

El mismo Espíritu que dice que Dios mira al corazón (1 Samuel 16:7) también habló de la decencia, del pudor y de la modestia que deben caracterizar la vestimenta de las mujeres y, sin duda, también la de los hombres (1 Timoteo 2:9; véase también Isaías 3:16-24).

El problema hoy es que muchos cristianos y cristianas están tan influenciados por el mundo que ni siquiera parecen saber lo que significa la decencia, el pudor y la modestia. En resumen, la decencia es tener un atuendo reservado y apropiado que refleje la dignidad. El pudor es vestirse lo suficiente como para ocultar partes del cuerpo que no se muestran en público. La modestia nos hace alejarnos de la exageración para tener un atuendo sobrio.

Los escotes exagerados, las faldas cortas o muy estrechas que remontan cuando una se sienta, la ropa que resalta las formas del cuerpo son vestimentas que las mujeres del mundo usan sin sentir vergüenza. No debería ser la forma de vestirse de las cristianas que quieren practicar las enseñanzas de la Palabra de Dios (véase, por ejemplo, Romanos 12:1, 2).

En todo momento, debemos alejarnos de todo lo que refleje la relajación moral y la frivolidad. Un atuendo descuidado y desaliñado en las reuniones no ayuda a crear una atmósfera de reverencia. Por el contrario, la ropa y las joyas a la vanguardia de la moda, que llaman la atención sobre uno mismo no son apropiadas para la presencia de Dios. La extravagancia de una forma u otra no encaja con la simplicidad que la Palabra nos enseña. Necesitamos sabiduría para evitar la tendencia de la carne que aspira a destacarse. Las camisetas o chalecos con todo tipo de dibujos, publicitarios o turísticos, y algunas veces con tonterías impresas en la parte delantera o trasera, en realidad no son un atuendo adecuado para las reuniones. Estas prendas son llamativas y distraen cuando quisiéramos concentrarnos.

Es necesario distinguir lo que pertenece a una cultura particular de lo que es fuera de lugar, o indecente y carnal. Finalmente, discernamos, por un lado, entre el legalismo que se adhiere a las formas externas, sin que el corazón esté comprometido, y, por otro, la puesta en práctica de las exhortaciones de la Palabra de Dios, que proviene de un corazón vinculado al Señor y que quiere agradarlo.

9.2.4 - La comunión fraternal

Cuando se termina la reunión, tomemos el tiempo de contactar con nuestros hermanos y hermanas. No hablemos solo con nuestros amigos íntimos. Es un momento de comunión fraternal. Una palabra afectuosa o una marca de atención para los ancianos, para aquellos que están sufriendo o que están solos, es ciertamente apropiada. Sepamos pensar en los demás.

Muchas instrucciones prácticas de las epístolas tienen como fondo los lazos que unen a los hijos del mismo Padre. Estas exhortaciones muestran que el egoísmo y el egocentrismo son opuestos a la voluntad de Dios, se ponen en práctica especialmente en el contexto de una iglesia local. «Ninguno busque su propio bien, sino el del otro» (1 Corintios 10:24).

9.2.5 - La enseñanza para los niños y el modelo presentado

Los niños deberían ver que, para sus padres, asistir a las reuniones es importante. La conducta del padre y de la madre debe mostrar que aman la presencia del Señor y que les inspiran respeto. El ejemplo habla tanto como las palabras.

Si los niños pequeños son entrenados gradualmente a permanecer callados durante la lectura de la Biblia y la oración familiar, será más fácil para ellos acompañar a sus padres al culto, en lugar de permanecer en la guardería. Es bíblico que los niños estén con sus padres cuando realizan funciones espirituales (Deuteronomio 31:12; 2 Crónicas 20:13).

Muchos textos enfatizan la responsabilidad de los padres. Véase por ejemplo: Éxodo 12:26-27; 13:14-15; Deuteronomio 4:9-10; 6:7, 20-25; Josué 4:6-7, 21-22; Efesios 6:4; 2 Timoteo 1:5; 3:14-15.

Los niños pequeños hacen preguntas. Los adolescentes vuelven a someter a discusión. Los padres deben poder responder con gracia y enseñar a sus hijos, teniendo en cuenta el grado de avance intelectual y espiritual de cada uno (Colosenses 4:6).

10 - Los peligros que amenazan

Varios peligros nos amenazan en relación con la cena del Señor. Notaremos tres que son de particular preocupación.

10.1 - La rutina

La rutina hace que uno realice ciertos actos de una manera automática e irreflexiva. Domingo tras domingo, uno puede asistir al culto y participar a la fracción del pan sin que el corazón esté comprometido y aprehendido. Entonces el Señor puede decir lo mismo que le dijo a Israel: «Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí» (Mateo 15:8; Isaías 29:13).

Este profundo sentimiento de haber sido redimido por Aquel que murió por nosotros (1 Corintios 6:19, 20), no debe animarnos solo el domingo por la mañana, sino todos los días de nuestra vida.

10.2 - El descuido en la confesión de los pecados

El descuido de confesar nuestros pecados es también un peligro contra el cual debemos protegernos. El pecado no hace que el creyente nacido de nuevo pierda su relación de hijo de Dios (Juan 10:27-30). Pero la comunión con el Padre se interrumpe (Isaías 59:2; Proverbios 28:13). Se restablece con la confesión y el oficio de abogado del Señor Jesús (1 Juan 1:8 a 2:2). Es importante distinguir este perdón paternal y el perdón que Dios, como juez, otorga al pecador arrepentido. Para ser salvo, debe confesar su condición de pecador perdido y recibir al Señor Jesús por un acto de fe. Es el nuevo nacimiento o conversión (Juan 1:11-13; Hechos 10:43).

Uno se convierte solo una vez, pero, como hijo de Dios, la confesión debe tener lugar tan pronto como comprendamos que hemos cometido una falta, en nuestros pensamientos, en nuestras palabras, en nuestras acciones o en nuestras actitudes. Un cristiano que descuida confesar sus pecados, no solo se priva de la comunión con Dios, sino que obstaculiza la acción del Espíritu Santo en la asamblea local (1 Tesalonicenses 5:19; Efesios 4:30-32). En algunos casos, el pecado oculto puede ir tan lejos como para impedir la bendición del testimonio colectivo. La historia de Acán es un ejemplo sorprendente (Josué 7). El texto de 1 Corintios 11:27-32 trata sobre la importancia de juzgarse a sí mismo.

10.3 - Transformar el culto en «compartición»

Hay una tendencia moderna en algunos grupos a cambiar la orientación del culto. En lugar de un tiempo aparte para estar ocupado del Señor, se «comparten» sus propias experiencias. Nos ocupamos de nosotros mismos, cuando el Señor nos pide que lo recordemos. Que Dios nos preserve de tal desviación.