La reverencia hoy

28 de septiembre de 2021

La reverencia es un rasgo que lamentablemente falta en nuestra época de inteligencia superficial. Hay mucha educación y cortesía, pero la antigua y estimada cualidad de la veneración está muy ausente. Esto está en consonancia con los tiempos, los «últimos días», de los que habla 2 Timoteo 3:1-7.

La reverencia es recomendada en todas partes en la Escritura. A los hijos se les ordena honrar a sus padres (Efe. 6:1-3). A las esposas se les dice que reverencien a sus maridos (Efe. 5:33); y en consideración de las personas de avanzada edad, se ordena: «Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor: yo Jehová» (Lev. 19:32). También se exige ser reverentes hacia los dirigentes, como está escrito: «Dad a cada uno lo que le corresponde… al que el respeto, el respeto; al que el honor, el honor» (Rom. 13:7).

La reverencia hacia Dios y hacia las cosas sagradas relacionadas con su nombre debe observarse especialmente. «Dios temible en la gran congregación de los santos, Y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él» (Sal. 89:7). Está escrito además: «Santo y temible es su nombre» (Sal. 111:9). «Mi santuario tendréis en reverencia» se ordena dos veces en su santa Palabra (Lev. 19:30; 26:2). El creciente desprecio por las cosas sagradas es lamentable, y es un indicio de los últimos días en los que nos ha tocado vivir. Incluso los que profesan ser cristianos hablan de Dios como si fuera un ser como ellos mismos (Sal. 50:21). Es común, en las grandes campañas evangélicas modernas, escuchar que se dirigen a Dios en la oración como si la persona que ora estuviera en términos muy íntimos con Dios, el Altísimo, y pudiera acercarse a Él tan familiarmente como si fuera poco más que el que habla –de tal manera que no se atrevería a dirigirse al primer magistrado de su país. Este es un síntoma muy grave, que, en lugar de darnos la impresión de que estas personas conocen a Dios muy íntimamente, nos hace temer que no lo conocen en absoluto, o que están orando a un dios de su propia imaginación, una especie de deidad mental. Es notable que estas personas hablan casi siempre del Hijo de Dios dirigiéndose a él como “Jesús”, su nombre personal. Su título, «Cristo», se utiliza poco, y «Señor Jesucristo» aún menos.

Pero, se dirá, ¿no se llama Jesús en la Biblia, y no es este su propio nombre? Es cierto, pero eso no justifica que nos dirijamos a él de esta manera, como tampoco justifica que nos dirijamos al rey de Inglaterra como “George” o al presidente de Estados Unidos como “Woodrow”, aunque sus amigos íntimos se dirijan a ellos así en privado. Lo que queremos, es la reverencia hacia nuestro adorable Señor, no para hacer una regla, sino para instar a la reverencia. No conocemos un solo caso en las Escrituras en el que sus discípulos, o cualquier otra persona, se dirigieran al Señor como “Jesús”. Se habla de él como «Jesús», pero eso es otra cosa. «Dios también lo exaltó» y ha ordenado que «en el nombre de Jesús se doble toda rodilla… y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (Fil. 2:10-11).

C. Knapp


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