Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.
Murió José… y fue puesto en un ataúd en Egipto.
Génesis 1:1 nos ofrece una enseñanza sencilla aún incomprendida por muchos científicos: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. La Biblia nos narra la historia de dos hombres: el primero, Adán; y el segundo, el Señor Jesús. En Génesis, vemos la historia del primer Adán. Después de embellecer los cielos y hacer de la tierra un lugar adecuado para el ser humano, Dios puso a Adán como cabeza de esta hermosa creación. Este acto fue el clímax de la obra divina, y Dios declaró que todo era “bueno en gran manera”.
Sin embargo, a medida que la historia avanza, vemos cómo la creación se deterioró rápidamente por el pecado del hombre, quien desobedeció el único mandato que Dios le había dado. Las consecuencias fueron catastróficas. Dios le había advertido a Adán que moriría si comía del árbol del conocimiento del bien y del mal. “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12).
Con el paso del tiempo, las generaciones fueron sucediéndose. En Génesis, leemos que tuvieron hijos e hijas y que llegaron a vivir muchos años. Sin embargo, salvo una única excepción, todos fueron muriendo uno por uno. Hasta el día de hoy, a pesar de todos los avances y la tecnología, aún prevalecen las palabras del Dios eterno: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (He. 9:27). El último versículo de Génesis nos dice que José murió y fue puesto en un ataúd en Egipto. ¡Qué retrato tan sombrío de este mundo donde la muerte reina como soberana!
Gracias a Dios, ¡este no es el final! Si bien el primer hombre fracasó estrepitosamente, este hecho sirvió como trasfondo para la aparición del Segundo Hombre, el Hijo amado del Padre. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Jn. 3:16). ¡Qué maravilloso es el plan de salvación de Dios!
Jacob Redekop