El Señor Está Cerca

Sábado
30
Agosto

Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.

(Éxodo 33:18)

Un deseo sabio

Estas sorprendentes palabras fueron pronunciadas por un hombre que ya había visto gran parte de la gloria de Dios. Habían pasado más de cuarenta años desde que rehusó ser llamado hijo de la hija del Faraón, “escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (He. 11:24-25). Desde aquel entonces, Dios había hablado con él desde el corazón de una zarza en llamas y había sido el instrumento para manifestar el poder de Jehová sobre Faraón a través de una serie de plagas en Egipto, las cuales culminaron con la liberación de Israel de la esclavitud. Dios se le había revelado como el sustento, el gozo y la salvación de su pueblo al guiarlo milagrosamente a través del Mar Rojo. Dios había descendido sobre el monte Sinaí con fuego ardiente, violentos terremotos, el sonido de una trompeta y una voz que hizo temblar la tierra. Sin duda alguna, Moisés había presenciado algo de la gloria de Jehová.

No obstante, en ese momento, el pueblo de Israel, a quien Moisés tanto amaba, atravesaba una grave crisis. Habían creado un becerro de oro, combinando idolatría y corrupción en una celebración que desató la feroz ira de Dios. Solo gracias a la fervorosa y potente oración de Moisés, esa ira se aplacó. En lo que se podría considerar uno de sus momentos más significativos, Moisés realizó una expiación por el pueblo, ofreciéndose a sí mismo para ser eliminado del libro de Dios a cambio de que el pueblo fuera perdonado. Y Dios perdonó.

El viaje hacia la tierra prometida iba a continuar. Jehová le proporcionaría a Moisés todo lo necesario para guiarlos hasta allí: Su presencia, su gracia, su conducción. Pero más allá de todo esto, Moisés anhelaba ver la gloria de Dios. Un sabio deseo, tanto para Moisés como para nosotros. No hay nada en la adoración o el servicio a Dios que no esté relacionado con su gloria. Lo que más necesitamos actualmente son personas como Moisés, cuyos rostros reflejen la gloria de Dios; cuyas palabras y acciones reflejen el tiempo que han pasado en su presencia. ¡Señor, muéstranos tu gloria!

Grant W. Steidl

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