El Señor Está Cerca

Miércoles
16
Julio

Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.

(Lucas 15:11-12)

El hijo pródigo

Al meditar en la parábola del hijo pródigo, solemos centrar nuestra atención en el hijo menor, quien reclama su herencia para después derrocharla viviendo inmoralmente. Este comportamiento explica por qué esta parábola comúnmente es denominada: «La parábola del hijo pródigo». El término pródigo está asociado a la prodigalidad, libertinaje e imprudencia, descripciones que encajan apropiadamente con el comportamiento del hijo menor. Sin duda, el núcleo de la historia se centra en su viaje a la “provincia apartada”, donde dilapidó su herencia. Pero ese es el contexto de la parábola, mas no su mensaje principal.

La lección fundamental de esta historia no es la vida desenfrenada del hijo menor, sino el amor incondicional del padre, a pesar del comportamiento rebelde e insensato de su hijo. Además, se resalta la actitud severa e inflexible del hijo mayor, quien representa la rigidez legalista y la hipocresía de los fariseos. La parábola sirve para ilustrar la generosidad y la gracia de Dios en contraste con dicha rigidez, y sin duda dejó una impresión duradera tanto en los oponentes religiosos de Cristo como en los pecadores presentes aquel día.

Cuando el hijo menor reclamó su parte de la herencia, él simbólicamente estaba considerando a su padre como muerto, ya que, normalmente, la herencia se otorga tras la muerte del progenitor. Este acto de egoísmo e insensibilidad es impactante, pero representa fielmente a todo pecador. El hijo pródigo era igual de culpable cuando abandonó su hogar como cuando estaba en la “provincia apartada”. El hombre no es pecador porque comete pecados, sino que comete pecados porque es pecador. No es Dios quien se aleja del hombre, sino que el hombre es quien se aleja de Dios, “por cuanto todos pecaron” (Ro. 3:23).

Brian Reynolds

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