Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.
La Biblia proporciona poca información acerca de esta joven. Fue arrebatada de su hogar en Israel por bandas armadas de Siria. No se menciona si sus padres fueron asesinados en ese momento o cuáles fueron las circunstancias de su captura. Jueces 5:30 nos revela la costumbre de las naciones paganas en esa región de repartir el botín, el cual podía incluir doncellas. Lamentablemente, en pleno siglo 21, todavía hay lugares en los que se practican costumbres tan aborrecibles.
A pesar de su juventud, esta muchacha tenía conocimiento del Dios de Israel y de su profeta. Como sierva de la esposa de Naamán, ella también era consciente del problema que enfrentaba su señor: era leproso. La lepra era una enfermedad terrible que finalmente conduciría a Naamán a la muerte, y de nada le serviría su poder y honor, ni sus victorias al mando del ejército sirio.
En la Palabra, la lepra frecuentemente es utilizada como una figura del pecado. Por otro lado, el Señor Jesús dijo que había muchos leprosos en Israel durante aquel tiempo, pero que solo este general sirio fue sanado (Lc. 4:27).
A pesar de las circunstancias, esta joven demostró tener fe en el Dios verdadero, afirmando que el profeta Eliseo podría sanar a Naamán de su lepra. ¡Qué bondad demostró, expresando espontáneamente a su ama el deseo de ver a Naamán liberado de su enfermedad incurable! De esta forma, ella devolvió con bien el mal recibido. La forma en que había servido y vivido aparentemente hizo que su testimonio fuera creíble para sus amos, ¡e incluso para el mismo rey sirio! ¡Oh, que nosotros también podamos proclamar la verdad con amor y así atraer a las almas perdidas a los pies de Cristo!
Eugene P. Vedder, Jr.