Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos… persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor.
Cuando consideramos todo lo que que Pablo sufrió, podríamos preguntarnos por qué le ocurrió todo eso. ¿Acaso Dios no se complacía en su servicio? Por supuesto que sí, pero a los creyentes nunca se les prometió una vida de seguridad y prosperidad terrenal, como algunos predicadores del «evangelio de la prosperidad» proclaman hoy en día. En cuanto a las persecuciones, nuestro Señor Jesús dijo: “El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn. 15:20). Pablo mismo escribió: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3:12). En cuanto a las necesidades materiales, debido a las “riquezas injustas” (Lc. 16:9), Pablo mismo aprendió a estar satisfecho tanto en la escasez como en la abundancia (véase Fil. 4:11-12).
En medio de todas las circunstancias, Pablo dirigía sus ojos al Señor y, con gratitud y alabanza, esperaba en aquel que era capaz de librarlo de toda adversidad. Ciertamente podríamos aplicar a él las palabras del salmista: “Mis ojos están siempre hacia Jehová, porque él sacará mis pies de la red” (Sal. 25:15). Esto implica andar por fe, confiando en el poderoso cuidado de Dios que nos protege en las pruebas de la vida por amor a su nombre.
Repetimos: no se nos prometen bendiciones terrenales ni una larga vida. Nuestro anhelo, como pueblo celestial, es estar con Aquel que nos amó y dio su vida por nosotros, y contemplar su gloria. Aunque actualmente atravesamos dificultades y experimentamos el cuidado de Dios en medio de ellas, pronto nuestro anhelo será respondido. Esto sucederá antes de que llegue “la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Ap. 3:10). El Señor Jesús nos hizo una maravillosa promesa: no seremos preservados en medio de aquellos días angustiosos, sino que seremos guardados de aquella hora, es decir, seremos arrebatados antes de que aquellos terribles juicios se desaten sobre esta tierra.
Alexandre Leclerc