Verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
Nuestro Señor Jesucristo, el Mesías, sufrió de diversas maneras y por diferentes razones y propósitos. Uno de esos objetivos era tener linaje o descendencia. Durante su tiempo en la tierra, él no tuvo una familia propia, sino que perteneció a la familia de su padre adoptivo José y de su madre María. Su verdadero Padre estaba en el cielo. Sin embargo, gracias a su obra consumada, su muerte y resurrección, él ahora tiene su propia familia. Este es uno de los significados de linaje, que significa literalmente simiente. De hecho, el texto original debe leerse como «verá una semilla». La idea de una simiente es que algo de él mismo se reproduce en aquellos que ahora le pertenecen. Él buscó una “descendencia para Dios” o “descendencia consagrada a Dios” (Mal. 2:15 RVA-2015). ¡Gracias a su obra consumada en la cruz, finalmente la posee!
Esto está de acuerdo con el siguiente pensamiento: “[Él] vivirá por largos días” (Is. 53:10). Aunque sus días en la tierra fueron acortados, el Salmo 102 dice que sus años se prolongarán por generaciones (véase Sal. 102:23-24). Esto se debe a que él es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos (Ro. 9:5), y también porque sus días se han prolongado por su resurrección de entre los muertos.
Por medio de su resurrección, hemos sido unidos a él y formamos parte de una nueva familia. Esto se refleja en las palabras que el Señor le dijo a María Magdalena el día de su resurrección. Él le dijo: “Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Jn. 20:17). Aunque la relación única e inigualable entre el Padre y el Hijo ha existido desde la eternidad, nuestra comunión con el Padre y el Hijo es algo nuevo (véase 1 Jn. 1:3). Este es el resultado de que la “voluntad de Jehová” haya prosperado en su mano.
Alfred E. Bouter
R. Holden