El Señor Está Cerca

Miércoles
2
Abril

Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.

(Gálatas 1:6-7)

El verdadero evangelio rechaza lo que la carne puede ofrecer

Las iglesias en Galacia se habían desviado debido a la enseñanza errónea de algunos que sostenían que los cristianos debían mantener su salvación a través de la observancia de la Ley de Moisés. Esta enseñanza desvía la atención de la gracia de Dios, sugiriendo que nosotros, con nuestros propios esfuerzos, podemos lograr lo que solo la gracia divina puede hacer. En esencia, esta enseñanza le quita el honor que le pertenece exclusivamente al Señor Jesucristo por la bendición eterna alcanzada a través de su único y perfecto sacrificio.

En su conversión, los gálatas habían reconocido la soberanía de Dios en el evangelio. Es por eso que Pablo les escribió diciendo cuán maravillado estaba de que tan pronto hayan cambiado a un evangelio diferente, el cual era una distorsión del único y verdadero evangelio de Cristo. ¡Qué declaración tan seria! Es probable que los gálatas, sinceramente, creyeran que al obedecer la Ley de Moisés y confiar en sus buenas obras estaban honrando a Dios y manteniendo su posición ante él. Pablo expone con claridad que esta forma de pensar alimenta el orgullo humano, revelando que el verdadero motivo detrás de cualquier distorsión del evangelio es el orgullo del hombre. El efecto real de esta enseñanza es dejar a Dios completamente fuera de la ecuación y convertir a la Ley en la base de la bendición.

Dios los había llamado “por la gracia de Cristo”, y Pablo insta a los gálatas a centrar sus vidas en Cristo si buscan la voluntad de Dios. Ignorar a Cristo y depender de la obediencia a la Ley conduce a una especulación inútil sobre cómo agradar a Dios, ya que solo Cristo es la norma divina para la justicia. Él es el único canal del verdadero evangelio, y su nombre, perfectamente santo y verdadero, rechaza todo lo que es de la carne.

L. M. Grant

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