E inmediato a ellos restauraron los tecoítas; pero sus grandes no se prestaron para ayudar a la obra de su Señor.
A pesar del desprecio y la oposición, el remanente judío trabajaba duro para restaurar los muros de Jerusalén y reparar sus diez puertas.
Entre los trabajadores estaban los tecoítas, provenientes de Tecoa, una ciudad de Judá ubicada unos once kilómetros al sur de Jerusalén. El hecho de que los tecoítas viajaran a Jerusalén muestra claramente su fervor por las cosas de Dios. Son mencionados dos veces en este capítulo, trabajando en diferentes partes del muro, lo cual demuestra su dedicación y energía (vv. 5, 27).
Sin embargo, los líderes tuvieron una actitud diferente y no colaboraron en la reconstrucción, lo que es difícil de entender. Una posible explicación se encuentra en una traducción del versículo: «No quisieron humillarse sirviendo a su Señor». El orgullo es la causa de muchos males y a menudo obstaculiza a aquellos que tienen muchas posesiones u ocupan posiciones destacadas (véase 1 Ti. 6:9-10, 17). Los enemigos de los judíos, también prominentes y con conexiones políticas, se burlaban y despreciaban la idea de reconstruir aquel muro tan antiguo y deteriorado (Neh. 2:19). A los nobles les resultaba insoportable asociarse con esta tarea, por lo que preferían que los ciudadanos más humildes realizaran el trabajo y soportaran el desprecio.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿Estamos «construyendo» para nuestro Señor con la eternidad en mente o bajo la influencia de este mundo temporal y su orgullo pasajero? Las acciones de los humildes tecoítas quedaron registradas para siempre en la Palabra de Dios. Sin embargo, también se menciona que los nobles “no se prestaron para ayudar a la obra de su Señor”. Sabemos que nuestro trabajo en el Señor no es en vano, sin importar cómo luzca en apariencia (véase 1 Co. 15:58). El tribunal de Cristo sacará a la luz todas las cosas: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:10).
Brian Reynolds