Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados (jóvenes) que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados.
(Rut 2:9)
En este relato, leemos cómo Booz exhorta a Rut a que vaya a las vasijas y beba del agua que los jóvenes han sacado del pozo. (En hebreo, el término “criados” hace referencia a “jóvenes”). Esta encantadora escena representa a aquellos que, como los jóvenes, son dotados por el Señor para abrir la Palabra de Dios y refrescar a los creyentes. A lo largo de la historia de la Iglesia, esto ha sido cierto tanto en sentido figurado como literal. Los apóstoles mismos fueron llamados siendo jóvenes, probablemente con poco más de veinte años. Lo mismo ha sucedido en los grandes avivamientos a lo largo de la historia de la Iglesia, donde hombres jóvenes han sido levantados por el Señor y se convirtieron en protagonistas de estos movimientos.
Pero es importante destacar que ser “joven” en este contexto no se refiere necesariamente a la edad, sino a aquellos que se esfuerzan por refrescar al pueblo de Dios, sin importar cuántos años tengan. Estos son aquellos que dedican su vida a la oración y al ministerio de la Palabra. Como escribió el apóstol Juan: “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno” (1 Jn. 2:14).
Booz, el dueño del campo y quien designaba las labores de sus jóvenes, es un tipo precioso del Señor Jesús. Al igual que Booz, nuestro Señor ascendido es quien ha dado dones a los hombres “a fin de capacitar a los santos” (Ef. 4:12 NBLA). Estos “jóvenes” tienen la responsabilidad de ministrar a los creyentes y cuidar de sus almas, sin hacerles daño ni avergonzarlos en el proceso, que es lo que Booz les ordenó a sus criados (vv. 9, 15). ¡Qué importante es que los que enseñan a los creyentes sean cuidadosos y amables, y que cuiden de las almas para no dar una mala imagen del Dueño del campo!
Brian Reynolds