El Señor Está Cerca

Miércoles
15
Mayo

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora… tiempo de buscar, y tiempo de perder.

(Eclesiastés 3:1, 6)

El Eclesiastés y el cristiano (11)

El principio de pérdidas y ganancias también se aplica al ámbito espiritual. Si usted utiliza el tiempo de “buscar”, escudriñando diligentemente las Escrituras, entonces cosechará grandes beneficios y bendiciones en su vida. Pero si no es así, inevitablemente llegará un “tiempo de perder” en el que acabará perdiendo incluso lo que creía tener. En otro de sus libros, Salomón habla mucho acerca de esto. “Hijo mío… Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios” (Pr. 2:1, 3-5). Este pasaje nos ofrece un valioso consejo para aumentar nuestro conocimiento de la Palabra de Dios.

En primer lugar, debemos orar pidiendo comprensión. Si no oramos para que Dios nos abra su Palabra, entonces el estudio bíblico se convertirá en un mero ejercicio intelectual. En segundo lugar, Salomón nos insta a escudriñarla como si se tratara de tesoros ocultos. Para obtener un verdadero conocimiento de la Palabra de Dios, es necesario trabajar en ella. Algunas de las cosas más preciosas de la Escritura son aquellos “tesoros escondidos” (NBLA).

Salomón no solo nos anima a escudriñar, sino que también nos advierte de las consecuencias de la pereza y la ociosidad. “El que labra su tierra se saciará de pan; mas el que sigue a los ociosos se llenará de pobreza” (Pr. 28:19). Esto también es cierto para nuestra vida espiritual. Si ocupamos todo nuestro tiempo en las cosas de esta tierra, sin dedicar tiempo a buscar el verdadero alimento espiritual, entonces ciertamente habrá un “tiempo de perder”: habrá pobreza espiritual. “El perezoso mete su mano en el plato, y ni aun a su boca la llevará” (Pr. 19:24). No basta con apreciar la Biblia como Palabra de Dios, sino que debemos llevarla a la “boca”, es decir, alimentarnos verdaderamente de ella.

Michael Vogelsang

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