El Señor Está Cerca

Martes
5
Marzo

Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

(Romanos 6:10-11)

Muertos en la muerte de Cristo

Aunque el creyente no está en la carne, descubre con dolor que la carne sigue en él. A través de experiencias humillantes, aprende a decir: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Rom. 7:18). El gran problema de todo creyente no es tanto lo que ha hecho, sino lo que es. Es la dolorosa conciencia de tener esta naturaleza pecaminosa -orgullo, voluntad propia y codicia- que sigue aflorando en su interior, aunque no se manifieste a plena luz. Cuanto mayor sea su deseo de vivir para la gloria de Dios, mayor será su dolor por la prenda manchada por la carne. Esta es su constante oponente, que ni el tiempo ni las circunstancias pueden mejorar.

Sin embargo, cuanto más nos ocupamos de esta naturaleza pecaminosa dentro de nosotros, más débiles somos hacia ella, porque entonces la carne se convierte en nuestro objeto en lugar del Señor Jesús, quien es nuestra vida. Ocuparse de lo que es la carne, en sus diversas actividades, no es considerarla como crucificada y nosotros mismos como muertos a ella. Considerarla como una fuerza antagónica que hay que vencer es expresar, en la práctica, que sigue viva. Sin embargo, para expresar que realmente hemos muerto al pecado, debemos considerar a la carne como muerta en la muerte de Cristo, mientras hallamos todos nuestros recursos en Cristo resucitado y glorificado.

El camino de la fe es mirar siempre las cosas desde el punto de vista de Dios. Debemos posicionarnos de su lado, pues él considera que nuestro viejo hombre ha sido apartado para siempre en la cruz, y nos ve siempre completos en su amado Hijo. “Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Ro. 6:13).

H. H. Snell

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