El Señor Está Cerca

Día del Señor
24
Diciembre

Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.

(Mateo 1:16)

Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.

(Lucas 1:38)

La llegada de Emanuel

Cuando Eva concibió a su primogénito, ella debió pensar que este era el Mesías prometido, el vástago que aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15). Al nombrarlo Caín, que significa adquisición, ella dijo: “Por voluntad de Jehová he adquirido varón” (Gn. 4:1). Pronto se dio cuenta de que Caín no era la descendencia de la que Dios había hablado, y confesó su error llamando a su segundo hijo Abel, que significa vanidad.

Cuando llegó el tiempo señalado por Dios, unos 4.000 años después, el Mesías nació de “la virgen” (Is. 7:14), cumpliendo así la promesa que Dios le hizo a Eva en relación con su simiente. María fue la más bendecida de todas las mujeres, pues se convirtió en la madre del Mesías. En muchos sentidos es un ejemplo y un estímulo para todos los creyentes, hombres, mujeres, jóvenes y niños. No debemos hacer de ella un ídolo, ni convertirla en algo que no es. Sin embargo, María es, y sigue siendo, un maravilloso ejemplo de un instrumento sumiso y humilde, preparado para el uso del Maestro.

María estaba desposada con José y “antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mt. 1:18). Cuando José pretendía “dejarla secretamente”, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “No temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (vv. 19-20). José iba a ser el padrastro del santo Niño al que María daría a luz, y sería “marido de María, de la cual nació Jesús”. El ángel del Señor le había dicho: “[María] dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (v. 21). La Escritura subraya que María permaneció virgen hasta el momento del nacimiento de Jesús (v. 25). La voluntad de María, la obediencia de José y la gracia de Dios actuaron conjuntamente cuando el Verbo se hizo carne (Jn. 1:14). ¡Alabado sea Dios!

Alfred E. Bouter

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