Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
Es muy fácil deslizarse hacia el sectarismo (la adhesión a un conjunto particular de puntos de vista y calificaciones para la membresía). Quienes han procurado reunirse como la Escritura prescribe se han encontrado, necesariamente, fuera de las organizaciones religiosas de hoy en día y, por consiguiente, separados exteriormente de la gran masa de sus semejantes creyentes que adhieren a tales organizaciones. ¡Cuán fácil es, entonces, llegar a estar enteramente separados de ellos en corazón y afecto! ¡Cuán fácil es decaer hasta convertirse en una comunidad selecta, compacta y autónoma, y sin ningún interés en nada que quede fuera de los límites de la comunidad!
Este peligro ha aumentado por el gran conocimiento de la Escritura dado, solo por gracia, a quienes se han reunido en obediencia a la Palabra de Dios. Por consiguiente, la tendencia natural ha sido utilizar este gran conocimiento del mismo modo en que los creyentes corintios usaron (o abusaron) de sus dones: los usaban para ellos mismos, en lugar de usarlos para beneficio de todo el Cuerpo. Un gran conocimiento de la Escritura puede ser igual de mal empleado, dando crédito y distinción a la comunidad que lo posee en lugar de usarlo para el bien de todos los santos. Tal conocimiento se convierte, entonces, en la credencial de una secta y la comunidad se vuelve sectaria y la luz se vuelve tinieblas. Entonces la luz (o lo que es tenido por luz en cualquier época) llega a ser la prueba de comunión, y la disposición a convertirse en un miembro de la comunidad se vuelve lo más importante. Entonces, todo pensamiento acerca de recibir santos (no descalificados por mala conducta, mala doctrina o mala asociación, o complicidad con cualquiera de ellas) sencillamente como miembros de Cristo es descartada, y nosotros nos encontramos de regreso sobre terreno sectario, solo que con mucha más exactitud en nuestro modo de reunirnos y en nuestro conocimiento de la Escritura, pero, por ese mismo motivo, ¡más condenados por nuestro sectarismo!
¡Huyamos del sectarismo tanto en espíritu como en principio!
F. B. Hole