De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios.
Estas palabras del Señor Jesús a Simón Pedro pueden parecer un poco enigmáticas si las leemos superficialmente. Sin embargo, merece la pena profundizar un poco más en ellas para encontrar su significado. Como un joven discípulo, Pedro se había enorgullecido de su consagración al Señor, incluso se jactaba de que podía afrontar fácilmente la muerte por causa de Cristo. Confió en sus propias fuerzas y no hizo caso a las advertencias del Señor. Esto es a lo que se refirió el Señor cuando dijo: “Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías”.
Cristo le reveló entonces que “cuando ya seas viejo, extenderás tus manos”. Esta era una referencia clara a la muerte por crucifixión. La tradición de la Iglesia nos dice que Simón Pedro fue crucificado cabeza abajo, sin embargo, esto no puede ser confirmado. Pero que sería martirizado por crucifixión parece ser el claro significado de las palabras de Cristo. Además, el Señor Jesús le informó que, al contrario de lo que decía cuando era más joven, no tendría ningún deseo de ser mártir cuando fuera viejo. Ante la muerte se iba a acabar su jactancia, y Dios le daría la gracia para afrontar ese momento: otro le ceñiría cuando estuviera ante su verdugo.
Años más tarde, Pedro escribió lo siguiente: “Sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado” (2 P. 1:14). Sin ningún rastro de vanidad y con serena seguridad, les reveló a los creyentes la proximidad de su martirio, el cual le había sido revelado mucho tiempo antes. ¿Y qué hay de nosotros? ¿Somos conscientes de que estamos ceñidos por el poder de Dios para afrontar la hora de la prueba? Abstengámonos de la confianza propia y descansemos en la gracia y el poder del Señor.
Brian Reynolds