Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado.
¿Cómo sabemos que todos nuestros pecados han sido expiados y que la obra de Cristo satisface las más altas exigencias de la infinita justicia de Dios? Lo sabemos porque Dios resucitó de entre los muertos a aquel que murió por nuestros pecados. Aunque fue crucificado en debilidad, Cristo resucitó por la gloria del Padre. Nuestros pecados están ligados a la cruz de Cristo, nuestra justificación está ligada a su resurrección (Ro. 4:25). La justicia de Dios exigía que nuestros pecados fueran plenamente condenados; Dios le infligió este juicio a Cristo en nuestro lugar, y él sufrió lo que nosotros merecíamos. Por este motivo, Jesús exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46). Pero cuando el Señor hubo acabado la obra, Dios lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a la diestra de su trono en el cielo. Y ahora Dios nos dice: «¡Paz a vosotros por Jesucristo!»
Unamos las palabras del Señor: “¿por qué me has desamparado? – “Consumado es” – “Paz a vosotros”. Vemos cómo nos presentan el Evangelio. Jesucristo fue desamparado porque tomó nuestro lugar; soportó la ira de Dios, y así acabó la obra, ¡Él mismo la consumó! Es por eso que, en la plenitud de los resultados de esa obra, dice: ¡“Paz a vosotros”! Sí, nuestro Señor se levantó de la tumba y proclamó con sus propios labios la buena nueva de la paz a sus discípulos afligidos.
Habiendo triunfado en el combate, se pone en medio de ellos y les proclama cuál es el fruto de su aflicción y muerte: LA PAZ. Todas las ondas y las olas del juicio habían pasado sobre él, entonces la espada volvió a su vaina. Y cuando salió victorioso de la tumba, él anunció la “paz”, la cual quedó establecida en el poder de la resurrección y asegurada para la eternidad. Y después de anunciar la paz, Jesús mostró las evidencias divinas de ella: sus manos y su costado.
H. F. Witherby