Marchó Judá contra el cananeo que habitaba en Hebrón… De allí fue a los que habitaban en Debir, que antes se llamaba Quiriat-sefer.
Hebrón significa «comunión», y Quiriat-sefer, el nombre de su ciudad vecina, significa «ciudad del libro». Esto nos recuerda al precioso Libro, la Biblia, que debemos conquistar. ¿Conquistar la Biblia? Sí, debemos apoderarnos de ella y hacer de ella un libro en el que nos deleitemos, un libro que nos hable de Dios.
Cuando Quiriat-sefer fue conquistada, su nombre fue cambiado a Debir, que significa «palabra de Dios» u «oráculo». ¡Es una victoria que la Biblia se convierta en la Palabra de Dios para nuestra alma! Cuando tomamos posesión de la Palabra de Dios, sus doctrinas se convierten en una realidad viva, pues la utilizamos como la voz de Dios que habla a los suyos. El resultado es sorprendente: la alabanza, la adoración y la alegría fluyen sin estorbo alguno, y tendremos un poder que se manifieste cada vez más. Por desgracia, la Iglesia no ha hecho eso y abandonó casi al principio. Como resultado, la oscuridad y el fracaso se han hecho camino. Así es también con nosotros personalmente. Supongamos que mantenemos el Libro cerrado, o que nos aferramos a la simple letra de la Escritura en lugar de hacerlo a su realidad viva. ¿Cuál es el resultado? No hay más progreso, no hay más crecimiento, y la predicación que nos gusta es aquella que apela a los sentidos del hombre natural. Ese es el triste estado de la Iglesia.
Gracias a Dios por cada excepción a esta regla general. Recordemos, pues, este punto, a saber, que lo que nos da seguridad es la supremacía de la verdad. La verdad debe ocupar el primer lugar en nuestra mente y alma, solo así habrá avivamiento y poder para Dios. Debemos recuperar la verdad, es decir, la Palabra de Dios, y hacerla una realidad viva en nuestras almas.
Samuel Ridout