También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
En la Biblia, el reino de los cielos es visto en bajo diversos aspectos, y sin duda este es uno de los más preciosos para el corazón del creyente. Este mercader solo puede ser el Señor Jesucristo. El valor de esta perla le pareció tan grande que vendió todo lo que tenía para adquirirla. Ciertamente, esta perla no se refiere a un solo creyente, sino que representa a la Iglesia. Al igual que en otros pasajes bíblicos, en donde vemos a la Iglesia de Dios representada bellamente como “un solo rebaño” y “un solo cuerpo”, esta “perla de gran precio” es otra figura que hace referencia a toda la Iglesia.
Esta bella perla de tanto valor nos enseña que la Iglesia es un ornamento preciosísimo para el Señor Jesús. Se dice que las perlas conservan su brillo por el uso, y al Señor le gusta tener a su Iglesia cerca de su corazón. Es una sola perla, no muchas, porque Dios no ve las divisiones en su Iglesia, sino que se deleita en ver esta auténtica unidad entre los que ha redimido.
¿Cómo se forma una perla? Una partícula extraña, quizás un grano de arena, se introduce entre la ostra y su caparazón. La ostra segrega entonces una sustancia, el nácar, y la deposita en capas concéntricas alrededor del intruso. La extraña partícula se transforma entonces en algo maravilloso. ¡Qué preciosa es la gracia de Dios que transforma a pecadores rebeldes como nosotros en una joya de tal belleza que deleita el corazón de nuestro Señor Jesucristo!
Vemos, en el “un solo rebaño”, a los creyentes unidos y dependientes del Pastor. En el “un solo cuerpo” vemos que los miembros se cuidan mutuamente, sometiéndose juntos a la Cabeza. Mientras que la “perla de gran precio” nos recuerda la alegría del corazón del Señor Jesús al contemplar la belleza de su Iglesia.
L. M. Grant