La reina Ester respondió y dijo: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place, séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi demanda. Porque hemos sido vendidos… para ser destruidos, para ser muertos y exterminados… Respondió el rey Asuero… ¿Quién es, y dónde está, el que ha ensoberbecido su corazón para hacer esto? Ester dijo: El enemigo y adversario es este malvado Amán. Entonces se turbó Amán delante del rey y de la reina.
¡Atrapado!
El día no había ido bien para el primer ministro Amán. A primera hora de la mañana fue al palacio real, con la intención de obtener el consentimiento del rey para ahorcar a Mardoqueo. En lugar de eso, se le ordenó que hiciera desfilar a Mardoqueo por las calles de la ciudad, vestido con el traje real, montando el caballo del rey, y proclamando que él era el hombre al que el rey se complacía en honrar. Una vez hecho esto, Amán se dirigió a su casa, triste y abatido, pero su mujer y sus amigos no le dieron ningún consuelo, sino que predijeron su caída. Luego lo llamaron para que se apresurara y fuera a la fiesta de Ester. ¡Había que estar alegre en presencia del rey!
En el banquete, el rey le volvió a preguntar a Ester cuál era su petición. Ante la terrible sorpresa de Amán, Ester dijo que ella y su pueblo estaban destinados a ser destruidos, y rogó que los salvaran. Cuando el rey preguntó quién es el autor de esta atroz acción, Ester acusó al primer ministro: “Es este malvado Amán”, dijo. Furioso, el rey salió al jardín del palacio. Y cuando volvió a la casa del banquete, vio a Amán, suplicando por su vida, echado sobre el lecho donde estaba Ester. En su furia, el rey ordenó que Amán fuese colgado en la horca que Amán había preparado para Mardoqueo (v. 9). ¡Qué día!
Cuando el Señor Jesús regrese al final de la “gran tribulación”, él pondrá fin rápidamente al poder del anticristo. Ese inicuo y su aliado (la primera bestia de Ap. 13) serán arrojados vivos al lago de fuego. ¡Ciertamente, el que se enaltece será humillado!
Eugene P. Vedder, Jr.