No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
¡Qué triste descripción del hombre se da en los primeros capítulos de la Epístola a los Romanos! Así es como lo ve Dios, como consecuencia de su alejamiento de Dios y de seguir su propio camino. Todo el sufrimiento, la corrupción y la violencia provienen de su rechazo a la Palabra de Dios; al dar oídos a Satanás, el hombre se ha convertido voluntariamente en cautivo de un criminal más grande que él: el diablo. No tiene poder para liberarse. El final irrevocable de su viaje es la muerte, y luego el juicio: el lago de fuego (Ap. 20:15). Dios ha sido deshonrado a lo largo de toda esta triste historia; su bondad ha sido cuestionada, su voluntad despreciada, su señorío desafiado, sus derechos ignorados, su santidad pisoteada, y finalmente, su gracia ha sido rechazada. Viendo todo esto, ¿guardará silencio para siempre? ¿No debería reaccionar con ira y justa indignación? No hay duda de que lo hará. “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios… ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto… e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (He. 10:26, 27, 29). El tiempo de la gracia de Dios, que espera por ti, está llegando a su fin. ¿Estás preparado para encontrarte con Dios? Solo puedes encontrarte con él en sus propios términos. Cristo es el único camino –el camino que Dios da para acercarse a él. Cree en el Señor Jesucristo, y Dios te dará la seguridad del perdón de tus pecados. Pero si lo rechazas, tu parte será con los incrédulos en el lago de fuego.
¿Dónde pasarás la eternidad?
Jacob Redekop