Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada.
La Primera Epístola de Pedro está escrita teniendo en vista el huerto de Getsemaní. Cada capítulo habla de los sufrimientos de Cristo. El Señor Jesús fue el “Varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is. 53:3). Jesús salió, junto con sus discípulos, del aposento alto y llegó al monte de los Olivos. Al pie del monte estaba el huerto de Getsemaní, que significa «prensa de aceite», donde él acostumbraba ir a orar. Jesús ordenó a los discípulos que se sentaran, mientras llevaba consigo a Pedro, Jacobo y Juan. Avanzando un poco más, se postró en el suelo y oró.
Pedro se refiere a esta escena en Getsemaní, donde fue testigo de los sufrimientos de Cristo. ¡Qué momento para el perfecto Siervo de Jehová! Aquel que iba de un lado a otro haciendo bien, sanando a los enfermos, abriendo los ojos a los ciegos y alimentando a los hambrientos, iba a ser despreciado y rechazado por los mismos a los que vino a salvar. Incluso su amigo íntimo, Judas Iscariote, tramó traicionarlo con un beso, mientras Jesús oraba en agonía. Todos los discípulos huyeron, y Pedro más tarde negó al Señor Jesús bajo juramento.
Cuando los soldados, con los alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, vinieron con espadas y palos para llevarse a Jesús, él se sometió a ellos, diciendo: “Esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas”. El mundo entero se alineó en contra del Salvador del mundo. Así es el corazón del hombre. En la cruz, después de que los hombres descargaron todo su odio, Él él se vio envuelto en tres horas de oscuridad. Allí soportó el justo juicio de Dios contra el pecado, como está escrito: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero”. ¡Bendito Salvador! La obra está hecha, y el grito: “Consumado es” despierta el nuevo cántico de victoria, el cual entonamos ahora y por toda la eternidad.
Jacob Redekop