Cortaremos en el Líbano la madera que necesites, y te la traeremos en balsas por el mar hasta Jope, y tú la harás llevar hasta Jerusalén.
El plan de Dios siempre ha sido llevar su Palabra al mundo entero. Nunca estuvo destinada exclusivamente a Israel, aunque, como nación, ellos debían ser testigos de Dios a los gentiles. Esta realidad, preciosa y solemne al mismo tiempo, se ve claramente en cómo el Espíritu Santo vinculó la ciudad de Jope con la difusión de las buenas nuevas al mundo entero.
El templo de Salomón debía ser “casa de oración para todos los pueblos” (Is. 56:7). Israel debía ser testigo a las naciones de que Jehová era el Dios vivo y verdadero, en total contraste con la locura de la idolatría. En el templo, las naciones podían escuchar la ley y aprender acerca de la paciencia y misericordia de Dios. Jope fue un lugar importante y estratégico durante la construcción del templo. El rey de Tiro proporcionó materiales y obreros cualificados para su edificación. Salomón recibió de su parte madera del Líbano, la cual fue embarcada en balsas y transportada por la costa del mediterráneo hasta Jope, el único puerto mediterráneo de Israel en aquella época (2 Cr. 2:1-16). Luego, la madera fue transportada de Jope a Jerusalén. Dios animó a Salomón a utilizar a las naciones para la construcción de su templo, ¡y la madera también provenía de ellos! Esto puede ser una insinuación profética de que tanto los judíos como los gentiles participarían en la construcción del templo espiritual edificado por Cristo (Ef. 2:11-22). Tristemente, Israel fracasó en ser el testigo del Dios vivo y cayó en idolatría, copiando así el «estilo de adoración» de las naciones.
Durante esta presente dispensación, la Iglesia ha sido escogida para dar testimonio de Cristo y de su evangelio (Hch. 1:8). Pero si no hay diferencia entre nosotros y el mundo, si nos conformamos a los caminos del presente mundo malo, copiando sus métodos y formas, ¿cómo podremos dar un testimonio adecuado de Cristo?
Brian Reynolds
