El Señor Está Cerca

Día del Señor
22
Enero

Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

(2 Corintios 5:19)

Reconciliados con Dios

Algunos dirían que el Señor Jesús, a través de su muerte, halló una manera de apaciguar a Dios en favor de los pecadores, para que así Dios pudiese ser clemente para con ellos. Pero este no es el evangelio. El evangelio comienza en el mismo corazón de Dios. Dios nunca ha sido enemigo del hombre. Fue el hombre quien se rebeló y pecó, decidido a seguir su propio camino y hacer su propia voluntad. No tenía ni el deseo ni la fuerza para superar la barrera que el pecado había puesto entre él y su Dios.

Dios ha emprendido la magnífica obra de traer al hombre de regreso a sí mismo: Envió a su Hijo para que sea la propiciación por los pecados del hombre (1 Jn. 4:10). De hecho, como nos dice el versículo de hoy, “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo”. En esta obra incomparable, Cristo fue el representante voluntario de parte de Dios, manifestó plenamente el corazón de Dios, pues él mismo no es menos que Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos (Ro. 9:5). Era el hombre el que necesitaba reconciliarse, pues era el enemigo, pero solo Dios podía hacer la obra necesaria para ello. Lo completó a la perfección dando a su amado Hijo. La propiciación por el pecado fue hecha –la santidad de Dios fue satisfecha– y esto para el beneficio de todo el mundo (1 Jn. 2:2), porque en el corazón de Dios estaba el pensamiento de reconciliar consigo al mundo.

Ahora se invita a las personas a reconciliarse con Dios, a encontrar la paz con Dios por medio del Señor Jesucristo. El ministerio de la reconciliación le fue confiado a los apóstoles y, por extensión, a todo el pueblo de Dios en la actualidad. Sabemos que el corazón humano está por naturaleza en oposición a Dios, y es por esta misma razón que se nos exhorta a rogarle a los perdidos que se reconcilien con Dios, confiando en Aquel que fue “hecho pecado” por nosotros (2 Co. 5:20-21). Cristo lleva a los pecadores a Dios para que puedan ser la manifestación misma de la justicia de Dios en Cristo.

L. M. Grant

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