Jehová el Señor me dio lengua de sabios … despertará mi oído … me ayudará.
(Isaías 50:4-5, 9)
¡Qué maravilloso y alentador darnos cuenta que el Señor Jesús nos ha precedido en el camino de la fe! En estos versículos, Isaías anuncia anticipadamente su vida de perfecta dependencia y obediencia. La palabra “sabio” en el versículo 4 –a veces traducido como «instruido»– significa literalmente “discípulo” (véase LBLA). Sabemos que nuestro Señor tuvo doce discípulos, pero él mismo fue el prototipo de un discípulo. Cada mañana su Padre abría su oído para que oyera sus instrucciones diarias, y con estas palabras en su corazón iniciaba su día para la gloria de Dios y la bendición de los hombres. Esto se confirma en el relato de los evangelios; Jesús podía decir con verdad: “Yo hago siempre lo que le agrada” (Jn. 8:29). Qué precioso que disfrutara la fidelidad de Dios hacia él, incluso cuando sufrió intensamente a manos de los hombres (Is. 50:5-9).
Sin embargo, en principio, lo mismo ocurre con nosotros. No podemos igualar la consagración y obediencia de nuestro Señor, pero sí podemos seguir su ejemplo. Pedro lo presenta de la siguiente manera: “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 P. 2:21). Juan nos exhorta: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn. 2:6). A propósito de la ayuda que Dios proporciona, Pablo toma las palabras de nuestro Señor en la profecía de Isaías y las aplica a los cristianos, asegurándonos de esta manera que la misma ayuda está a nuestra disposición, a pesar de las acusaciones y ataques de Satanás y el mundo, e incluso a pesar de nuestras dudas y temores. Con el poder del Espíritu, el cual mora en nosotros, y a través del servicio sacerdotal de nuestro Señor (Ro. 8:27, 34), podemos estar confiados de esto: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro. 8:28, 34, 31).
Simon Attwood
Ha pasado adelante el Señor,
Una senda derecha marcó
Que pisamos tras Él sin temor,
Pues del mundo el poder ya venció.
J. N. Darby