El Señor Está Cerca

Lunes
26
Diciembre

Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.

(2 Timoteo 2:5)

Tenemos todo en Cristo

Uno de los puntos más débiles de nuestro cristianismo reside en la falta de una intensa y total comunión con la perfecta humanidad de nuestro Señor Jesucristo. De ahí que experimentemos tantas lagu­nas, tanta esterilidad, tanta inquietud y extravío en nuestro andar. ¡Ah, si estuviéramos compenetrados, merced a una fe más sencilla de esta verdad: que hay un Hombre real a la diestra de la Majestad en los cielos –un Hombre cuya simpatía es perfecta, cuyo amor es incomprensible, cuyo poder no tiene límites, en quien la sabiduría es infinita, cuyos recursos son inagotables, cuyas riquezas son inescrutables, cuyo oído está siempre abierto a todos nuestros suspiros, cuya mano está abierta a todas nuestras necesidades, cuyo corazón está lleno de una ternura inefable! ¡Cuán felices seríamos y cómo nos elevaríamos por encima de las cosas visibles, volviéndonos menos dependientes de ellas!

Todo lo que el corazón puede ambicionar, lo poseemos en Jesús. ¿Suspira usted en busca de verdadera simpatía? ¿Dónde podría encontrarla sino en Aquel que unía sus lágrimas con las de las desoladas hermanas de Betania? ¿Aspira usted al gozo de un verdadero afecto? Sólo puede encontrarlo completamente en el corazón que expresó su amor en gotas de sangre. ¿Busca usted la protección de un poder eficaz? No tiene más que mirar a Aquel que creó el mundo. ¿Siente la necesidad de una sabiduría infalible para que le guíe? Acérquese a quien es la sabiduría personificada y «nos ha sido hecho por Dios sabiduría» (1 Cor. 1:30). En una palabra, lo tenemos todo en Cristo.

El pensamiento y los afectos divinos han encontrado un objeto perfecto en «Jesucristo hombre». Así como hay en la persona de Cristo lo que satisface plenamente a Dios, también existe en ella lo que debería satisfacernos y nos satisface en la medida en que, por la gracia del Espíritu Santo, caminemos en comunión con Dios.

C. H. Mackintosh

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