El Señor Está Cerca

Día del Señor
18
Diciembre

Si su ofrenda fuere sacrificio de paz… sin defecto la ofrecerá… Pondrá su mano sobre la cabeza de su ofrenda.

(Levítico 3:1-2)

Algunos sacrificios en Levítico (3)

La ofrenda de paz debía ser sin defecto. El defecto más mínimo la habría hecho inadecuada para ser ofrecida; pues no habría podido retratar al santo e inmaculado Hijo de Dios. Las instrucciones sobre este tema eran rigurosas (véase Lev. 22:21-24). El animal sacrificado podía ser macho o hembra (que era más débil), o un cordero (que era de menor valor), lo cual nos enseña que la medida de nuestra comunión depende de la estimación que tengamos de las perfecciones y dignidad de Aquel que nos amó, y se dio a sí mismo por nosotros; aunque todos pueden gozar de la comunión, algunos lo harán en menor grado, pues tienen una menor aprehensión de las cualidades y del valor del sacrificio.

Antes que la ofrenda de paz fuese sacrificada y comida, aquel que la ofrecía debía expresar su identificación con ella poniendo su mano sobre la cabeza del animal. Así, cualquier creyente puede mirar hacia atrás, a la muerte de Jesús, y saber que Cristo murió por él para llevarlo a Dios. Su conciencia descansa por la fe en el Señor Jesucristo, y está tranquilo en la presencia de Dios.

Meditemos bien en estas cosas. La comunión está basada en la muerte del Hijo de Dios y el derramamiento de su sangre. Sin estas cosas, nos hubiéramos quedado para siempre fuera de su presencia. El velo no se rasgó hasta que Cristo murió. Además, la sangre del sacrificio no solo se derramaba, también se rociaba «sobre el altar alrededor» (v. 2); y nosotros podemos estar delante de Dios en la conciencia de la sangre rociada, la cual nos habla de la libertad que tenemos para acercarnos, y entrar confiadamente dentro del velo. ¡En qué terreno santo yace nuestra comunión! ¡Qué camino de perfecta justicia y paz! ¡Qué invitación sublime a acercarnos con confianza!

H. H. Snell

En el Hijo amado aceptos, Padre santo, Tú nos das
El lugar de cercanía ante tu bendita faz,
Junto a Cristo conocemos de tu gloria el esplendor;
Y por Él Tú nos mostraste las riquezas de tu amor.

W. Lewis

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