Reconocieron la voz del joven levita; y… le dijeron: ¿Quién te ha traído acá? ¿y qué haces aquí? ¿Y qué tienes tú por aquí? El les respondió: De esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaía, y me ha tomado para que sea su sacerdote. Y ellos le dijeron: Pregunta, pues, ahora a Dios, para que sepamos si ha de prosperar este viaje… Y el sacerdote les respondió: Id en paz; delante de Jehová está vuestro camino en que andáis.
Cinco hombres de Dan, que estaban en búsqueda de una herencia para su tribu, se detuvieron en la casa de Micaía. Al reconocer la voz del sacerdote, comenzaron a interrogarlo. Hacemos bien en considerar sus respuestas, pues son muy tristes y lamentables para un hombre perteneciente a la tribu de la que el Señor había dicho: «Toma los levitas en lugar de todos los primogénitos de los hijos de Israel… y los levitas serán míos. Yo Jehová» (Núm. 3:45). Estas respuestas muestran cuán lejos se puede apartar un siervo del Señor de la posición privilegiada a la que el Señor lo ha llamado.
«¿Quién te ha traído acá?» Dios no lo había enviado. Había llegado allí sin dirección de parte del Señor, buscando un lugar para sí mismo.
«¿Qué haces aquí?» «Estoy trabajando para Micaías. Él me paga por este servicio. Se ocupa de mis necesidades, porque me contrató para ser su sacerdote». Hoy en día, de igual manera, muchos a los que Dios ha llamado a su servicio se encuentran contratados por «iglesias» que han establecido sus propios sistemas de adoración, frecuentemente en abierta contradicción con lo que Dios nos enseña en su Palabra. 1 Corintios 7:23 nos recuerda claramente que hemos sido comprados por precio y que no somos siervos de otros hombres.
Los hombres de Dan aceptaron lo que el levita les dijo, y aprovecharon de pedirle que preguntara a Dios si su viaje tendría éxito. Sin siquiera preguntar, los envió en paz, asegurándoles que el Señor aprobaba el camino que estaban siguiendo. Hoy en día, de igual forma, muchos predicadores se han vuelto populares predicando palabras suaves que la gente quiere escuchar.
Eugene P. Vedder, Jr.