El Señor Está Cerca

Martes
22
Noviembre

Vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

(Juan 15:3)

«Señor, ¿a quién iremos?»

Aquí es donde comienza nuestro contacto vital con Cristo; su palabra nos ha limpiado. No está hablando aquí de su sangre; la sangre preciosa nos ha limpiado de nuestros pecados, de las maldades que hemos hecho, pero Su palabra nos ha limpiado de lo que éramos. «Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad» (1 Pe. 1:22). Su palabra ha alcanzado nuestras almas con poder purificador y vitalizador; hemos nacido de nuevo por ella, y hemos sido liberados de toda falsa esperanza para hallar nuestro todo en Cristo.

Pedro fue un ejemplo de esto cuando, en respuesta a la pregunta del Señor ¿Acaso también ustedes quieren irse?», dijo: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios» (Juan 6:67-69 NBLA). Quizás Pedro no comprendió la total relevancia de sus palabras en ese momento, porque estas eran la confesión completa de la fe cristiana. Implicaban que el templo y sus ordenanzas ahora eran irrelevante para ellos; que los sacerdotes y sus sacrificios ya no les llamaban la atención; que todo el ritual de aquella religión, en la que habían esperado hallar vida en un tiempo, ahora la consideraban sin utilidad. Estas palabras implicaban que habían dejado de lado sus esfuerzos para hallar vida y justicia, y que ahora hallaban todo en Cristo. «Tú eres el único que tiene palabras de vida eterna; en ti están centradas nuestras esperanzas ahora; nuestra fe descansa en ti. Tu eres el que da vida, el Hijo del Dios viviente».

Las palabras del Señor habían penetrado el corazón de sus discípulos como la luz, revelándoles la futilidad y corrupción de todo lo precedente; además los purificó de ello, y los condujo en este nuevo proceso, el cual consistía en dejar todo aquel sistema de lado, así como renunciar a ellos mismos, para entregarse por completo a Cristo. El Señor pudo decir entonces de sus discípulos: «Vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado». Alabado sea Dios si la confesión de Pedro también es la nuestra.

J. T. Mawson

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