Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
En la Biblia, la descripción más completa de la vida de fe está probablemente en Hebreos 11. Es Dios quien la diseñó así. Abarca una gran parte de la historia del Antiguo Testamento e incluye el conjunto más amplio de hombres y mujeres que glorificaron a Dios en la forma que vivieron y murieron. Considera lo que tú sabes (o piensas saber) acerca de lo que la Biblia enseña sobre la fe. Piensa también en lo que algunos cristianos dicen y enseñan acerca de la fe. ¿Cuánto se parece todo esto a lo que leemos en Hebreos 11? Debemos saber lo que es la fe antes de poder vivir por ella. La verdadera fe no es egocéntrica, sino que tiene a nuestro Dios soberano al centro de todo, con Sus amados hijos asegurados en su mano.
Los hombres y mujeres en los tiempos del Antiguo Testamento eran conocidos por su fe en Dios. No eran para nada perfectos, pero miraban a un Dios santo. Eran débiles en sí mismos, pero invocaban a un Dios fuerte. A veces lo decepcionaban, pero Él nunca les falló. Muchos murieron confiando en Él; todos serán resucitados por Él para gloria eterna. Nuestra atención debe enfocarse cada vez más en su Dios, que es nuestro Dios, y cada vez menos en nosotros mismos. El corazón de la fe del Nuevo Testamento es el Señor Jesucristo. Él no solamente trajo las Buenas Nuevas, Él mismo es las Buenas Nuevas.
La fe verdadera radica en dirigirnos como pecadores al Señor Jesucristo, dependiendo de su obra perfecta consumada en la cruz para salvación, mirarlo diariamente en busca de su gracia, invocándolo en cada necesidad, alabándolo en todas las cosas, y esperando su regreso y la plena redención. Esa es la fe que proclamamos y vivimos, y Él nos dará la gracia para hacerlo. Dios lo hizo en el pasado, y Él no cambia. Nos ha dado Hebreos 11, para mostrarnos lo que hizo ayer, lo que hace hoy, y lo que hará mañana.
N. Oloniyo