El Señor Está Cerca

Martes
14
Junio

Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.

(Juan 21:6-7)

La obediencia precede a la bendición

El Señor Jesús les había instruido a sus discípulos que fueran a Galilea (Marcos 16:7), no a pescar. Pedro tomó la iniciativa de volver a su anterior ocupación, y seis discípulos más se unieron a él, aún cuando algunos de ellos no eran pescadores. Esta iniciativa estaba destinada a ser infructuosa, pero la tierna petición del Señor al rayar el alba («Hijitos, ¿tenéis algo de comer», v. 5) manifestó Su carácter paciente luego de la resurrección, tal como lo era antes de la cruz.

El franco reconocimiento de su fracaso les abrió a los discípulos la oportunidad de obedecer, y esto trajo a su vez la bendición que siempre proviene de la obediencia. Aquellas experiencias anteriores en el lago junto con el Señor debieron bombardear la mente de Juan cuando atestiguó la abundante respuesta a Su promesa: «Hallaréis». Sin duda es una escena del Milenio (los 153 peces representan la cosecha de las naciones a partir de la predicación del evangelio del reino), pero también nos presenta al Señor como aquel que nos ama y nos atrae a sí mismo en toda situación.

Juan compartió con su condiscípulo su descubrimiento, quien rápidamente se puso presentable antes de lanzarse al agua para ir a Él. ¡Qué bella manifestación de amor fraternal, así como de reverencia y ardiente afecto por el Señor! Luego de esto, el Señor restauró a Pedro públicamente para que pudiese ser un líder verdadero, tal como Él deseaba que lo fuera. Sin embargo, era necesaria una obra profunda y de corazón. Ambos discípulos se comportaron de formas que debemos emular –sabiendo que nuestro Señor nunca cambia, sino que es «el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (He. 13:8).

Simon Attwood

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