Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
El evangelio de Mateo es el evangelio del Rey. La majestuosidad de la tribu de Judá está grabada, por así decirlo, en la forma que nuestro Señor Jesucristo es presentado, por el Espíritu Santo, en el desarrollo de este evangelio. Resuena el «júbilo de rey» (Núm. 23:21), y también el poder. El Señor Jesús vino con un propósito específico, y lo persiguió hasta el fin; nada ni nadie lo detuvo. Se condujo en esta tierra con toda su majestad real.
El Cristo de la epístola a los Filipenses es el Cristo del evangelio de Mateo. El sello de la realeza está allí: «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre» (Fil. 2:9-11). El Hombre Cristo Jesús ha sido investido del mayor renombre. Dentro de poco este será revelado, y se manifestará por la eternidad: todos proclamarán que «Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre». ¿Cómo hará Cristo que esto suceda? Por la ejecución de su majestuoso poder; y los demonios, incluyendo a Satanás, doblarán sus rodillas ante Jesús. Satanás, que lo atacó en cada momento que pudo, que trató de hacerlo tropezar en la tentación en el desierto, y que, probablemente, lo atacó con todo su poder en el huerto de Getsemaní, se postrará ante Jesús, les dirá a todos sus secuaces: «Jesucristo es el Señor». Toda criatura en los cielos, toda criatura en la tierra, y toda criatura en las regiones infernales reconocerá esto para gloria de Dios Padre.
Esto sucederá por el poder de Jesucristo. Nosotros tenemos el privilegio de reconocer su señorío mientras Él es rechazado aquí en la tierra. Ahora tienes una oportunidad que no tendrás cuando seas como Él y estés con Él en la gloria: estar de su lado en el mundo donde Él es rechazado, manifestando que tú corazón pertenece y es atraído por Él, y que no puedes evitar tu devoción a Aquel que te amó y se dio a sí mismo por ti.
N. Anderson