El Señor Está Cerca

Sábado
19
Marzo

Vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llama Fiel y Verdadero.

(Apocalipsis 19:11)

La venida de Cristo en poder y gloria

Montado sobre un caballo blanco, símbolo de poder victorioso, Cristo aparecerá desde los cielos abiertos. Él vendrá como el Fiel y el Ver­dadero. Los ejércitos del mundo se reunirán impulsados por «espíri­tus de demonios (Apoc. 16:14), pero Él juzgará y peleará con justicia. Vendrá en terrible retribución, con ojos «como llama de fuego» (v. 12); mientras que, como Rey, Él tendrá «muchas diademas» en su cabeza. Pero más allá de todo lo que los ojos del hombre pueden ver, Él posee una gloria y carácter propios, incomunicables e incom­prensibles, «un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo». Él es el Hijo de Dios, y por eso habita en Él una plenitud que la mera inteligencia de una criatura no puede comprender.

Estará «vestido de una ropa teñida en sangre», no de la sangre de la expiación, sino de la sangre del juicio (v. 13). Su ropa será roja porque: «He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre sal­picó mis vestidos, y manché todas mis ropas» (Is. 63:3). Es una ima­gen terrible, pero cierta. Él será, como en los días de su humillación, «el Verbo de Dios», la perfecta expresión de la mente de Dios. Antes Él vino «lleno de gracia y de verdad» y fue hecho propiciación por los pecados. Él ha enviado sus embajadores, rogándole a los hombres que se reconcilien con Dios. Pero los hombres han menospreciado sus invitaciones, despreciado y perseguido a sus mensajeros. Y el mismo «Verbo de Dios» vendrá otra vez, para declarar y ejecutar la voluntad de Dios, ya no más en gracia, sino en juicio.

Sin embargo, en aquel momento, su amor seguirá siendo igual de inmenso que siempre, y las bendiciones que traerá serán dignas de sí mismo. Pero estas deben ser introducidas por medio del juicio. Los hombres, habiendo rechazado someterse a su gracia, deben ser llevados a sujetarse a su poder. Entonces el mundo se llenará de alabanza.

T. B. Baines

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