El Señor Está Cerca

Jueves
24
Febrero

Manoa dijo: Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?

(Jueces 13:12)

La familia (4)

En este ejemplo del Antiguo Testamento, vemos como Manoa le hizo una pregunta al Señor. Su esposa era estéril, pero tanto ella como él entendieron que ella concebiría y daría a luz un hijo, el cual iba a ser un niño muy especial. Cada niño es especial a los ojos de Dios, y es esencial que los padres le pregunten al Señor cómo educar a sus hijos. Cuando somos jóvenes, a menudo tenemos mucha con­fianza en nosotros mismos y nos cuesta aceptar consejos. Por otro lado, aquellos que son más propensos a aconsejar no dan siempre los consejos más sabios o no los dan de forma adecuada. Pero una cosa es cierta: el consejo de Dios es gentil y amoroso, no es áspero, sino muy efectivo y digno de confianza. «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas» (Prov. 3:5-6).

Cuando educamos a nuestros hijos, y como en casi todas las cosas, nos vemos fuertemente influenciados por la cultura en la que vivimos. ¿Qué consejo fiable se puede otorgar entonces? La Biblia, la Palabra de Dios, pasa por encima de todas las culturas y es una guía segura e indispensable. El gran peligro para los padres cristia­nos es dejarse llevar por la corriente. Hay muchas voces contradic­torias, cada una tratando de captar nuestra atención, pero rara vez se pone atención a la voz apacible y delicada. El apóstol Pablo hizo la siguiente advertencia: «temo que… vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo» (2 Cor. 11:3). Ninguno de nosotros podría decir que ha alcanzado las ele­vadas exigencias de Dios, sin embargo, sus exigencias no cambian. Su punto de referencia es Cristo, ¡y Él no cambia! Este es nuestro desafío diario: «No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús» (Fil. 3:12).

Jacob Redekop

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