El Señor Está Cerca

Martes
18
Enero

No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

(Hebreos 4:15)

Humanidad y divinidad de nuestro Sumo Sacerdote

Si leemos descuidadamente este versículo somos presa de algu­nos peligros: podemos negar su verdadera humanidad, o enfatizarla excesivamente al punto de olvidar su perfecta y absoluta deidad. Se nos dice claramente que Él era, y es, Hombre: «el Hombre Cristo Jesús» (1 Tim. 2:5). Él es el único Hombre perfecto que ha pisado la tierra. Sin embargo, Él era el Hombre perfecto porque también era infinitamente más que eso. El Creador había venido a su creación y tomado su lugar como Cabeza (Col. 1:18). Sobre la tierra le fue preparado cuerpo. Él nació de mujer (Gál. 4:14), en cumplimiento a la primera palabra evangélica pronunciada por Dios mismo en Génesis 3: la Simiente de la mujer aplastará la cabeza de la ser­piente. Algunos han dudado de hablar de nuestro Señor como abso­lutamente humano; pero la Palabra de Dios siempre debe llevarnos a una adoración inteligente. Esta nos afirma que Él es un Hombre, en el pleno sentido de la palabra; nació y vivió en este mundo.

Él vino a este mundo voluntariamente, tomando una naturaleza humana perfecta y sin pecado: cuerpo, alma y espíritu. ¡Con qué cuidado el Espíritu nos impide asociar la santa humanidad del Señor con la más mínima mancha de la caída! Como resultado, su muerte es absolutamente voluntaria y divinamente eficaz: «para destruir (o anular) por medio de la muerte al que tenía el dominio sobre la muerte» (He. 2:14), y liberar a sus amados. Esta liberación no es simplemente para librarnos del poder de Satanás y de la muerte, sino también para llevarnos a la presencia del Dios vivo, porque como un misericordioso y fiel Sumo Sacerdote, nuestro Señor fue hecho propiciación por los pecados del pueblo (He. 2:17).

Por lo tanto, su Persona y su obra son divinamente perfectas; y además se nos asegura que contamos con la simpatía y ayuda de aquel Hombre que sufrió siendo tentado, pero cuyo santo corazón jamás respondió a tales tentaciones.

Samuel Ridout

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