El Señor Está Cerca

Jueves
27
Mayo

Rehusó, pues, Edom dejar pasar a Israel por su territorio, así que Israel tuvo que desviarse de él.

(Números 20:21)

Evitar el conflicto con la carne

Israel se habría ahorrado 200 kilómetros de caminata si hubiesen cruzado a través de Edom. De hecho, pidieron permiso para pasar a través de ese territorio, prometiendo que pasarían de forma directa por el camino real y que pagarían por todo lo que usaran. Pero Edom se rehusó por completo, amenazando con salir armado a enfrentar a Israel. Por lo tanto, “Israel tuvo que desviarse de él”.

Edom significa “rojo”, y es el nombre que se le dio a Esaú en relación con el guiso que le gustaba tanto a su padre Isaac. Nos recuerda los deseos de la carne y que ésta siempre será la misma, sin importar cómo se disfrace. El creyente debe ser cuidadoso, pues siempre estará presente la peligrosa tentación de tomar un atajo utilizando medios carnales. Pero los propósitos de Dios no pueden ser realizados por la carne. Debemos aprender que el deseo de la carne es contra el Espíritu y que ésta no se sujeta a Dios. Sin embargo, cuando la carne muestra su hostilidad, como lo hizo Edom, ¿qué debemos hacer? Israel no tomó las armas para luchar, como si se les mandó que hicieran cuando entra­ron en la tierra prometida. No, ellos se desviaron de Edom.

De forma similar, los creyentes no somos llamados a batallar contra la carne. No seremos capaces de vencer a este enemigo (que está dentro nuestro) luchando contra él. Cuando se trata de nuestro conflicto contra Satanás, se nos dice que debemos resistir y estar firmes (Ef. 6:13), tomando toda la armadura de Dios. Sin embargo, con la carne es diferente: debemos alejarnos de sus ataques seductores, dependiendo del Espíritu de Dios para que luche esta batalla, mientras que tenemos el privilegio de fijar nuestros ojos en Cristo y no en nuestro enemigo. Cuando Pablo, en 1 Timoteo 6:9-10, le advirtió a Timoteo acerca de las trampas de la carne, él añadió en el versículo 11: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”. En lugar de entrar en esta batalla que no es nuestra, ocupemos nuestras mentes y corazones con lo bueno y, por sobre todo, con el Señor Jesús y todo lo que Él es para nosotros.

L. M. Grant

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