El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo ... Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre Él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre Él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
Estos versículos son parte de una declaración de Juan el Bautista acerca de cómo aprendió de la grandeza del Señor Jesús, quién era Él y lo que iba a hacer. Por un lado, Juan había estado lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre, y había saltado de alegría en su vientre cuando María, que recién había concebido, visitó la casa de sus padres y saludó a su madre Elisabet.
Pero Juan ya era un hombre de 30 años, y estaba completamente ocupado en el servicio al cual el Dios lo había llamado, preparando el camino para el Señor. A este humilde profeta, Dios le da el valor único de tener contacto personal con el Objeto de sus profecías: Jesús. Mateo, Marcos y Lucas relatan la predicación de Juan: "Arrepentíos" y "preparad el camino del Señor." Ellos describieron la maravillosa escena de cómo Juan bautizó a Jesús cuando vino a él. Sin embargo, aquí leemos lo que Juan aprendió en aquella ocasión.
Mucho tiempo antes, Dios le había dicho a Samuel acerca de aquel al que Dios quería que ungiera (1 Samuel 9:15:17). Del mismo modo, Dios le había dicho a Juan quien era el que vendría a él. En el bautismo de Jesús, Dios dio testimonio de quién era Jesús, y Juan fue testigo de aquello. Ahora bien, él proclamó que Jesús era mucho más de lo que los judíos buscaban. ¡Él era el Cordero de Dios, quien quitaría el pecado del mundo, Aquel que venía después de Juan, pero que era antes que él, Aquel sobre quien descendería el Espíritu para permanecer, quien bautizaría con el Espíritu Santo, el Hijo de Dios!
Eugene P. Vedder, Jr.