Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.
“El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte” (Ro. 5:12), y así fue como el hombre se alejó de su Creador. Luego de desobedecer el mandamiento que Dios le dio (no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal), el hombre fue expulsado del jardín del Edén, y Dios puso “una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Gn. 3:24). Tal fue la triste consecuencia de la desobediencia. ¿Pero cómo puede el hombre acercarse a Dios?
Caín y Abel eran hermanos, nacidos y criados en la misma familia. Probablemente, ellos también vistieron ropas hechas de pieles de animales como aquellas con las que Dios vistió a Adan y Eva (Gn. 3:21), luego que las hojas de higuera fallasen en cubrir su desnudez. Así que, luego de cierto periodo de tiempo, tanto Caín como Abel trajeron sus ofrendas a Dios. Caín, que era labrador trajo del fruto de la tierra. No cabe duda que él había trabajado duro para obtener esta ofrenda, pues Dios había maldecido la tierra a causa del pecado. A pesar de su duro trabajo, en el cual hizo lo mejor que pudo, Dios no se complació en su sacrificio y no lo aceptó (Gn. 4:3, 5)
Abel también trajo una ofrenda: un cordero de los “primogénitos de sus ovejas”, y Dios se complació en su sacrificio. ¿Qué hizo que este sacrificio fuera tan especial? Abel había aprendido y comprendido cómo Dios había cubierto el pecado de sus padres. Un animal había sido sacrificado, su sangre se había derramado, y su vida había sido ofrecida, proporcionando así las pieles con las que Dios hizo las vestimentas de Adán y Eva. Esta es una bella ilustración de cómo Dios ha cubierto nuestros pecados: Él envió a su Hijo, el Cordero de Dios, quien por su muerte quitó el pecado. Todo aquel que, por fe, recibe al Señor Jesucristo, es aceptado por Dios sobre el fundamento de esta obra perfecta y consumada.
Jacob Redekop