12 - Capítulos 11:19 al 14:20 — Los actores principales de la escena final

Libro del Apocalipsis


12.1 - La mujer, su hijo y el dragón (Apoc. 11:19 - 12:17)

12.1.1 - El arca de la alianza aparece en el cielo (Apoc. 11:19)

Hasta aquí Israel solo ha sido mencionado al principio del capítulo 7 para indicar claramente que un número definido de personas de todas las tribus de Israel es sellado y conservado. Ahora se abre una nueva serie de profecías que conciernen más especialmente a Israel. «El templo de Dios fue abierto en el cielo, y se veía en su templo el arca del pacto» aparece acompañada de señales de juicio.

El arca, tipo de Cristo, era la sede de la presencia de Dios en medio de su pueblo desde la salida de Egipto hasta la destrucción de Jerusalén y del templo por el ejército de Nabucodonosor. Cuando un pequeño número de israelitas volvió a Jerusalén durante el reinado de Ciro (Esd. 1:2), el templo fue reconstruido, pero el arca nunca fue reemplazada y no lo será jamás (Jer. 3:16). Es uno de los ejemplos de la Escritura que muestra que Dios jamás restablece a su estado inicial lo que había dado y que los hombres han destruido o de lo cual han debido ser privados a causa de su desobediencia. Ahora el arca del pacto aparece en el cielo, porque Dios es fiel a sus promesas y retoma el curso de sus designios respecto a su pueblo. Pero antes de introducir la bendición prometida, debe ejercer grandes juicios, tanto sobre el pueblo mismo para depurarlo y afinarlo (Mal. 3:3), como sobre las naciones que lo oprimen, en vista de establecer el reino milenario de Cristo. Entonces Cristo cumplirá personalmente todas las promesas del pacto hecho con Abraham (Gén. 17:7) y con David (2 Sam. 23:5).

12.1.2 - La mujer vestida del sol (Apoc. 12:1-2)

La gran señal en el cielo nos presenta simbólicamente el cumplimiento global del gran designio de Dios en la tierra. La mujer vestida del sol representa el pueblo judío. A través de él Dios cumple de manera deslumbrante sus planes en la tierra. La mujer está vestida del sol, porque la gloria de Dios es plenamente manifestada por Cristo (el sol) en Israel para toda la tierra (2 Sam. 23:4; Mal. 4:2). La mujer con la luna debajo de sus pies: la Ley y las ordenanzas que debían dominar sobre Israel en el pasado no eran más que un reflejo de su luz; ellas solo tendrán un lugar subordinado. Las 12 estrellas representan la perfección de la autoridad administrativa que se ejerce por medio de hombres que dependen de Cristo, el jefe de todo.

La mujer está en gran trabajo de parto. Los caminos de Dios se cumplen a través de Israel (la mujer), pero al precio de grandes alteraciones y sufrimientos.

Otros pasajes comparan igualmente el designio de Dios a una gestación misteriosa cuyo término se cumple en los dolores de un alumbramiento (Is. 66:7-9; Miq. 5:3).

12.1.3 - El dragón escarlata (Apoc. 12:3-4)

Otra señal aparece en el cielo. Pero en contraste con la «gran señal» anterior, la actividad de Satanás es desvelada. El dragón escarlata «el llamado diablo y Satanás» (v. 9). Esta forma muestra su poder aterrador. Tiene 7 cabezas coronadas con 7 diademas: es el símbolo del poder completo del mal. Él es el jefe de este mundo que parece gobernar enteramente, aunque los agentes directos de su poder, los 10 cuernos, forman un conjunto incompleto (contraste con 12, el número administrativo perfecto) que traiciona la fragilidad de los instrumentos humanos (comparar con los dedos de la estatua en Dan. 2:42).

Una tercera parte de las estrellas (los poderes administrativos del Imperio romano: véase cap. 8) están más directamente asociadas a él y lo siguen dócilmente. Esto parece focalizar esta profecía sobre el periodo en que el Imperio romano domina. Era el caso en el momento en que Cristo nació en la tierra; y también será el caso durante la gran tribulación. Él arroja esos poderes sobre la tierra para que prosigan su objetivo: devorar al hijo varón que la mujer dará a luz. Satanás es el enemigo encarnado de Cristo. Desde la desobediencia de Adán, Satanás sabe que «la simiente» de la mujer debe herirle en la cabeza (Gén. 3:15). Entonces Satanás siempre trató de eliminar la línea que debía darle nacimiento, antes de atacar directamente al que es designado en esta expresión: Cristo mismo. He aquí los ejemplos:

  • El pueblo de Israel en Egipto (por Faraón) y luego en el desierto (por Balaac).
  • David (por Goliat, Saúl y Absalón).
  • La descendencia real de la cual Cristo debía salir (por Atalía: 2 Crón. 22:10).
  • El pueblo judío (a través de Amán, en el libro de Ester).
  • Cristo (por medio de Herodes: Mat. 2:16, por los judíos: Mat. 27:1, y por Pilato: Mat. 27:26).

12.1.4 - El hijo varón (Apoc. 12:5)

El hijo varón que la mujer da a luz es Cristo, anunciado por Isaías a Israel: «Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro» (Is. 9:6). Su venida al mundo y su ascensión al cielo son anunciadas aquí (1 Tim. 3:16). El gran hecho fue que él vino (Efe. 2:17; Hebr. 9:11). La promesa hecha a los padres se cumplió y el designio de Satanás fue destruido. Su vida y su cruz no son mencionadas, pero sus resultados son vistos en la expresión: «Su hijo fue arrebatado hasta Dios, hacia su trono».

Este hijo arrebatado no es solo Cristo personalmente, sino «el Cristo», un cuerpo completo, siendo él la cabeza, y formando uno con la Iglesia, que es su Cuerpo (Efe. 1:23; 1 Cor. 12:12). En efecto, el verbo «arrebatar» se aplica siempre a los hombres: Enoc (Hebr. 11:5); Elías (2 Reyes 2:10), mientras respecto a Cristo siempre dice que fue «recibido arriba» (Marcos 16:19; Lucas 24:51; Hec. 1:9, 11; 1 Tim. 3:16). Los santos están asociados a él para ser arrebatados, como también lo están para regir las naciones con vara de hierro (v. 5; 2:26-27).

Se notará que, en el lenguaje profético, una frase o una expresión muy concreta a veces comprende todo un periodo sin dar información sobre él. Aquí la frase: «y su hijo fue arrebatado hasta Dios, hacia su trono» abarca todo el periodo de la Iglesia que va desde la ascensión de Cristo hasta el arrebato de los santos. Como la profecía de Juan concierne al desarrollo de los planes de Dios hacia Israel, no tiene en cuenta este periodo que es también el tiempo en que las relaciones de Dios con su pueblo Israel están provisionalmente suspendidas.

12.1.5 - La mujer huye al desierto (Apoc. 12:6)

El periodo de la Iglesia transcurrido entre la ascensión de Cristo y el arrebato de los santos no se menciona, porque esos 2 acontecimientos están reunidos en el arrebato del hijo (v. 5). Durante todo ese tiempo, las relaciones de Dios con su pueblo están interrumpidas. Luego la historia de Israel (la mujer) continúa en el momento en que «el templo de Dios fue abierto en el cielo» (cap. 11:19). Privado del Mesías cuyo dominio terrenal es diferido, el remanente judío tiene su lugar preparado en el desierto donde será alimentado y preservado durante los 1.260 días de la gran tribulación, que finalizará con la aparición gloriosa de Cristo, el Rey de Israel.

12.1.6 - El combate en el cielo (Apoc. 12:7-8)

Estamos lejos de comprender la importancia y lo que está en juego en los combates que se libran entre los poderes espirituales. Algunas veces la Palabra levanta el velo sobre ese dominio, especialmente en Daniel 10:13-21, aquí y en Judas versículo 9. En estos 3 pasajes, el arcángel Miguel es designado como el jefe de los ángeles que combaten a favor de Israel y contra el poder espiritual de maldad: Satanás y sus ángeles. Por todos los medios tratan de oponerse a los designios de Dios. En la tierra Satanás no siempre emplea la fuerza; pero logra arrastrar a los hombres mediante la seducción; en el cielo no puede seducir, solo tiene su fuerza, pero es un enemigo vencido. No dice que sea vencido por Miguel y sus ángeles, sino que «no prevalecieron». Su gran vencedor es Cristo, quien lo venció hasta en su fortaleza entrando en la muerte, «para que, por medio de la muerte, redujera a impotencia al que tenía el imperio de la muerte» (Hebr. 2:14).

Tal vez algunos se sorprendan al ver que la Biblia habla de Satanás actuando en el cielo, debido a las imágenes populares que lo representan como el amo de lo que popularmente llaman infierno. Ahora bien, la Escritura nos muestra que Satanás tiene acceso al cielo, y que se pasea por toda la tierra (Job 1; Efe. 6:12). Satanás debe ser lanzado a la tierra por poco tiempo (v. 9-12), antes de ser atado en el abismo durante «mil años», luego será desatado (cap. 20:2-3), y por último será lanzado al «lago de fuego y azufre» (la Gehena [1]). Actualmente Satanás no está en el infierno donde, de hecho, nadie se encuentra todavía. Cuando sea lanzado allí, después de los mil años, no será para dominar, sino para ser atormentado eternamente (cap. 20:10).

[1] Nota del T.: Gehena [geena] Esta palabra deriva del hebreo y significa «valle de Hinom», lugar donde los israelitas sacrificaban a sus niños en el fuego a los dioses de las naciones (2 Reyes 23:10); más tarde, los detritus de Jerusalén eran quemados allí. Este término representa el lago de fuego, el lugar de los tormentos eternos. El alma y el cuerpo de los incrédulos serán el objeto de una eterna destrucción en la gehena (Mat. 10:28). Jesús habla del «juicio de la gehena» (23:33) y de la «gehena de fuego» (5:22). En el lenguaje corriente se emplea el término “infierno” (el cual no existe en la Escritura) como sinónimo de Gehena.

12.1.7 - Satanás lanzado a la tierra (Apoc. 12:9-12)

El combate en el cielo tiene como resultado que Satanás y sus ángeles son sacados de allí y lanzados a la tierra. Es la señal de que el desenlace de los caminos de Dios hacia la tierra se acerca. Una gran voz en el cielo lo proclama: «Ahora ha llegado la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo». Entonces se revela una actividad permanente de Satanás: «El acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche». Satanás, la «serpiente antigua», fue el instigador del pecado en el principio. Empuja a los hombres a pecar, tratando de suprimir de su conciencia la noción de pecado; pero acusa a los santos día y noche delante de Dios. Otros dos ejemplos de su actividad acusadora son revelados: contra Job (Job 1:9-12) y contra Josué (Zac. 3:1). La actividad de Satanás es opuesta a la de Cristo, quien es nuestro «abogado» para con el Padre (1 Juan 2:1), quien «también intercede por nosotros» a la diestra de Dios (Rom. 8:34; Hebr. 7:25). ¡Seamos intercesores más bien que acusadores!

Los que durante todo el tiempo de prueba descrito en los capítulos 6 al 11 han sufrido por el testimonio de Jesús, son designados como «nuestros hermanos». Vencieron a Satanás, no con su propia fuerza, sino «en virtud de la sangre del Cordero», porque están protegidos por la obra de Cristo en la cruz y por «la palabra del testimonio de ellos», porque rindieron testimonio fielmente por la Palabra, incluso al precio de su propia vida.

A partir del momento en que Satanás y sus ángeles son lanzados del cielo a la tierra, el gozo es proclamado en el cielo por todos los que moran allí. Pero el «ay» es pronunciado sobre la tierra y el mar debido al furor de Satanás, quien obrará con violencia, pero por poco tiempo. Aquí (y en lo sucesivo) la tierra y el mar son figura de 2 partes de las naciones. La tierra representa la parte estable, organizada; el mar, la parte desorganizada, agitada, incluso la anarquía.

12.1.8 - La mujer perseguida por el dragón (Apoc. 12:13-17)

No pudiendo prender directamente a Cristo quien lo venció y subió al cielo, Satanás persigue a la mujer (el remanente judío), quien huye al desierto, al lugar preparado para su preservación durante la gran tribulación (comp. v. 6, 14). La serpiente, identificada con el dragón (comp. v. 15-16), trata vanamente de engullir al pueblo judío enviando contra él las hordas del poder armado del asirio (el río, la plaga que inunda) (Is. 28:15; Dan. 11:40). Pero es inútil, porque este ejército es destruido sin haber combatido, como tragado por la tierra que se abre antes de que él pueda alcanzar su presa. Airado por esta derrota, el dragón se vuelve entonces contra el remanente judío que rinde un poderoso testimonio durante las persecuciones de la gran tribulación. Es la diana de un odio particular de Satanás y sus agentes.

12.2 - Las 2 bestias (Apoc. 12:18 - 13:18)

12.2.1 - La bestia que sube del mar

Actualmente todo parece naufragar en el desorden y la agitación confusa. El mundo toma el aspecto de un mar agitado que ninguna acción humana, aunque sea realizada de común acuerdo con los grandes poderes, podrá calmar. Los hombres que ocupan altas posiciones no duran. Sus debilidades son publicadas por todas partes, y muchos se sumergen en el menosprecio o en el olvido. Pero en la siguiente escena surge un personaje extraordinario (Ester 3:1). Dotado de un poder y de una seducción satánica, se impone rápidamente como el jefe político indiscutible, al cual todos se someten y le rinden homenaje (v. 3, 8), excepto aquellos cuyo nombre ha sido escrito, desde antes de la fundación del mundo, en el libro de la vida del Cordero.

Su aspecto: la bestia tiene 10 cuernos y 7 cabezas, como el dragón que le da su poder y su trono. Pero a diferencia del dragón, los cuernos (no las cabezas) son coronados. Lo que llama aquí la atención no es el poder intrínseco de mal en todo su carácter, promotor de toda oposición a Dios, sino el despliegue de este poder en sus agentes sobre la tierra: los reyes que le están sometidos. En las cabezas tiene escritos nombres blasfemos: la oposición a Dios es ahora abiertamente declarada (comp. v. 6).

La bestia, en la Escritura, representa un ser dotado de fuerza brutal y sin inteligencia (2 Pe. 2:12; Judas 10), sin relación vital con Dios (Sal. 49:20).

Sus caracteres: la bestia es semejante a un leopardo, imagen de la rapidez de su aparición y de su acción; sus pies son como los de un oso, símbolo de su brutalidad, y su boca es como la de un león, señal de avidez y de poder imperial.

La herida mortal sanada: el acontecimiento que provoca la admiración de toda la tierra y mueve a los hombres a adorar al dragón porque dio autoridad a la bestia es la sanación milagrosa de la herida mortal con la cual una de las cabezas de la bestia había sido herida. Esta mención muestra una señal importante para identificar a la bestia relacionando el versículo 5 con Daniel 7:25. El cuarto y último de los imperios de las naciones descritos en Daniel 7, que se sucedieron desde Nabucodonosor, es el imperio romano. Su último jefe debe ser «un cuerno pequeño» que blasfemará contra Dios y ejercerá un poder absoluto durante «un tiempo y tiempos y la mitad de un tiempo» (3 años y medio) hasta que el dominio le sea quitado y el reino sea dado a los santos. Ahora bien, este imperio desapareció desde hace mucho tiempo y no ha sido remplazado por otro de una influencia comparable. Como para la bestia, «una de sus cabezas» como «si hubiera sufrido una herida mortal», pero él debe reconstituirse cuando «su herida mortal» sea sanada. Para el mundo entero, esto será como una clase de resurrección que suscitará la admiración universal. Una gran autoridad le será dada durante 42 meses (3 años y medio).

El capítulo 17 confirma que esta bestia con 7 cabezas representa al futuro jefe del Imperio romano que debe reaparecer después de haber existido y luego desaparecido (cap. 17:11). Se notará la repetición de las expresiones: el «dragón, porque había dado autoridad a la bestia» (v. 4), «le fue dada autoridad» (v. 5, 7). El dragón, Satanás, le da su autoridad, pero Dios le fija sus límites (42 meses) y le permite vencer a los santos durante un tiempo. Los historiadores piensan que la aparición y luego la desaparición, a menudo brutal, de los poderes políticos son causados por los hombres y sus circunstancias. En su Palabra, especialmente aquí y en los libros de Job y de Daniel, Dios nos muestra cuán grande es la actividad y el poder de Satanás, pero que no puede sobrepasar los límites que Dios le ha fijado. Nada puede oponerse al cumplimiento final de los designios de Dios (Is. 46:9-11).

La acción de la bestia durante la gran tribulación: la duración de 3 años y medio corresponde a la media semana de Daniel (Dan. 9:27). Es el tiempo durante el cual los 2 testigos profetizarán (cap. 11:2-3), el de «la gran tribulación» (Mat. 24:21-24). La bestia realiza grandes hazañas:

  • Afirma su poder con una impudencia sin precedentes, blasfemando contra Dios personalmente (su nombre), contra su habitación en el cielo (la Iglesia) y contra los que moran allí (todos los santos celestiales). Estos acontecimientos tendrán lugar después del arrebato de los creyentes al cielo.
  • Hace la guerra a los santos (los que guardan los mandamientos de Dios en la tierra) y los vence; no es que ella sea más poderosa que el que vela sobre ellos, pero «le fue dado hacer la guerra a los santos y vencerlos». La sabiduría divina que dispone soberanamente de las circunstancias permite a la bestia perseguir a los santos.
  • Ejerce el poder «sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación», un poder terrorífico que cae pesadamente sobre los que, no obstante, lo admiran y lo adoran sin poder resistirle (v. 4). Se nota que, si su poder se ejerce sobre esas entidades políticas, el Cordero compró con su sangre de «toda tribu, pueblo, lengua y nación» individuos, salvados por gracia, que han sido hecho sacerdotes para Dios (cap. 5:9).

Una advertencia es dirigida al que «tiene oído» (v. 9-10), a toda persona dispuesta a prestar atención a la palabra profética: exteriormente el poder pertenece entonces al mal, y no es el tiempo de oponerse a ello. Los que ejercen la violencia hallarán su fin. Para los santos, en la tierra, es el tiempo de la paciencia y de la fe hasta que Dios intervenga.

12.2.2 - La bestia que sube de la tierra

La primera bestia es un jefe político que ha surgido del mar de los pueblos en estado de agitación y confusión. Ha suscitado la admiración general de todos y ejerce su dominio sobre todas las naciones. Un nuevo jefe (otra bestia) surge entonces en el seno de ese nuevo orden organizado (la tierra); afirma progresivamente su poder, en estrecha asociación con la primera bestia. Será sin duda un israelita, porque frecuentemente el país de Israel también es designado como «la tierra». Más adelante esta segunda bestia también es llamada el falso profeta (cap. 19:20). Dicha denominación está relacionada con Israel, no con las naciones: «Pero también hubo falsos profetas entre el pueblo, (Israel), como también entre vosotros habrá falsos maestros» (2 Pe. 2:1).

Su aspecto: solo se señala un rasgo: la bestia tiene 2 cuernos como un cordero. En contraste con la orgullosa apariencia de la primera bestia, la segunda parece humilde, pero es para seducir mejor. Todo el mundo teme y admira a la primera; la segunda seduce a todos los que moran en la tierra. Se presentará, en un periodo de extrema confusión, como el salvador del mundo. Es el primero de los rasgos que permiten identificar ese personaje con el anticristo, (1 Juan 4:3), «el hombre de pecado», el «inicuo» (2 Tes. 2:3, 8).

Su discurso: tiene la apariencia de cordero, pero habla como un dragón. Trata de imitar ciertos caracteres de Cristo, el Cordero de Dios, pero sus palabras muestran su origen y su naturaleza. Jesús dijo de sí mismo: «Pues aquel a quien Dios ha enviado, habla las palabras de Dios» (Juan 3:34). Y advirtió acerca de la venida del anticristo, diciendo: «Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ese sí recibiréis» (Juan 5:43). Además, señaló respecto al diablo: «Cuando dice una mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso» (Juan 8:44). La seducción y el engaño caracterizan todos sus actos. Aunque no parece buscar el poder para sí misma, despliega una actividad prodigiosa para afirmar el dominio de la primera bestia, cuya «herida mortal fue sanada». Esta segunda bestia explota ese “milagro” para incitar, e incluso para obligar a los hombres a postrarse ante la primera bestia, persuadiéndolos de que ha vuelto a vivir. De hecho, ejerce todo el poder de esta en el periodo que seguirá a dicha “resurrección”.

Sus actos: hace grandes milagros a través de los cuales trata de convencer a los hombres de que ella dispone del poder divino; en particular, como en otro tiempo Elías, hace descender fuego del cielo a la tierra. En los actos –las señales de mentira– de esta bestia que sube de la tierra podemos reconocer al «inicuo… cuya presencia es la obra de Satanás, con todo poder, y señales, y prodigios de mentira, y con todo engaño de injusticia» (2 Tes. 2:8-10). Ella induce a los hombres a hacer una imagen de la primera bestia y le infunde aliento y el uso de la palabra a esta imagen. Infundir aliento y hacerla hablar no significa dar la vida, lo que sigue siendo una prerrogativa divina. Esto podría ser el resultado de una simulación técnica concebible hoy, pero parece más bien atribuido al poder diabólico del cual dispone la bestia.

Persigue hasta la muerte a los que no quieren adorar a esa imagen. Les impone llevar sobre la mano derecha o sobre la frente la marca de la bestia, marca sin la cual nadie puede comprar o vender. Esto hubiera podido parecer irrealizable hace algunas decenas de años, pero ahora es técnicamente posible que pueda ser rápidamente impuesto. En el curso de la segunda guerra mundial ya vimos un poder político obligar a los judíos a llevar una marca distintiva. Otro ejemplo en el Apocalipsis: en el capítulo 11 los pueblos de toda la tierra deben ver los cuerpos de los 2 testigos matados por la bestia, expuestos públicamente en Jerusalén, y asistir a su resurrección. Lo que parecía imposible en otro tiempo, ahora es común. Todo se prepara para que estos acontecimientos tengan lugar. Y para nosotros, cristianos, también es una advertencia; porque antes de que todo esto acontezca, el Señor vendrá para llevar a los suyos con él (1 Tesalonicenses 4:16).

El número de la bestia: 666, mencionado en el versículo 18, es tal vez la señal profética más conocida, la que ha suscitado más especulaciones para tratar de reconocer el personaje así anunciado. Se ha tratado de identificarlo sucesivamente, y sin razón, con la mayoría de los grandes tiranos del pasado. ¡Cuidémonos de especulaciones! Simplemente para dar un ejemplo, indicamos que el número atribuido a la palabra Lateinos (Latín, que puede designar a la bestia como jefe del Imperio romano) por el modo de cálculo griego da 666. La suma de los valores de las cifras romanas I, V, X, L, C, D también es igual a 666, pero esto no tiene nada de convincente.

Debemos pensar que la inteligencia necesaria será dada en el momento conveniente a los fieles de ese tiempo. No obstante, podemos discernir un significado moral en la triple repetición del número 6. Parece evocar el esfuerzo de Satanás para suscitar y hacer prevaler un “superhombre” contra Cristo, sin lograr jamás sus fines. En la Escritura a menudo el número 7 es el símbolo de la plenitud divina; mientras el número 5 (como el 10) evoca los límites humanos (5 dedos en manos y pies). Ahora bien, un hijo del gigante Goliat «tenía doce dedos en las manos, y otros doce en los pies, veinticuatro por todos» (2 Sam. 21:20).

12.3 - El Cordero y los 144.000 sobre el monte de Sion (Apoc. 14:1-5)

En los capítulos 6 al 11, hemos sido testigos de los acontecimientos que tendrán lugar sobre toda la tierra cuando el Cordero rompa los sellos del libro de los juicios (los 7 sellos y las 7 trompetas). Esta sección termina con la celebración de la entrada de Cristo en su reinado y la mención de los juicios y recompensas que tendrán lugar al final de ese reinado, sin más detalles. En el versículo 18 del capítulo 11 se mencionan los juicios que se impondrán a las naciones rebeldes al final del reinado de 1.000 años, así como la llegada del tiempo en que «los muertos fueron juzgados», acontecimientos descritos en Apocalipsis 20:7-15. En el versículo 19, un cuadro de los principales actores de la escena final, la que precede inmediatamente a la introducción del reino, se abre hasta el capítulo 15.

Los capítulos 12 y 13 nos presentan el designio de Dios y los esfuerzos de Satanás y de sus instrumentos para oponerse y tratar de hacer prevalecer su poder. Pero Dios no permanece inactivo, incluso si permite que este dominio subsista por un tiempo. El capítulo 14 forma una clase de paréntesis en el cual Dios muestra en 7 cuadros sucesivos lo que va a hacer en relación con los diferentes actores de la escena final, en bendición y en juicio:

  • el Cordero y los 144.000 sobre el monte de Sion;
  • el anuncio del juicio y el Evangelio eterno;
  • la caída de Babilonia;
  • el juicio de los que adoran a la bestia;
  • la felicidad de los mártires;
  • el juicio separativo de la siega;
  • el juicio destructivo de la vendimia.

 

¿Qué sucederá con los que no quisieron adorar la imagen de la bestia, de los cuales el anticristo hizo matar un gran número?

El Cordero todavía no reina sobre la tierra, pero el profeta lo contempla ya en el monte Sion, el lugar donde vendrá a establecer su reinado (Sal. 48:2) con toda una compañía de fieles que tienen una estrecha relación con él. En el lugar donde sufrió, rechazado por su pueblo, allí debe reinar siendo reconocido como el Cordero de Dios y el Hijo de Dios. Este pensamiento nos regocija, porque entonces se cumplirá la palabra profética: «Yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte» (Sal. 2:6). Cristo recibirá lo que le es debido, «porque es menester que él reine» (1 Cor. 15:25).

144.000 personas llevan escrito en su frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Es la señal distintiva de los fieles que no se han dejado poner la marca de la bestia (cap. 13:16), al precio de su propia vida. No conocen a Dios como su Padre, porque no dice que llevan el nombre del Padre de ellos, sino «el nombre de su Padre». Han sido «comprados de la tierra» y pertenecen al Cordero y a su Padre. Los que han sufrido por su nombre también deben reinar con él (2 Tim. 2:12).

El hecho de que sean asociados al Cordero sobre el monte de Sion permite pensar que aquí se trata de los judíos fieles durante el tiempo de la tribulación que se desarrolla entre el arrebato de los creyentes y la venida de Cristo en gloria, mientras en el capítulo 7 los 144.000 sellados habían salido de las 12 tribus de Israel. Cada uno de esos grupos forma un cuerpo completo separado para Dios.

La escena se desarrolla en la tierra, pero se escucha una voz procedente del cielo: es la de otra compañía que canta en el cielo un cántico nuevo delante de los 4 seres vivientes y los ancianos (cap. 5:9), y no puede, pues, ser confundida con ellos. Los 144.000 aprenden a cantar ese cántico y son los únicos, en la tierra, que pueden hacerlo. Aquí tenemos en plena armonía de pensamiento, de actitud y de ocupación a todos los que han sido fieles durante la terrible opresión del anticristo:

Los mártires, los que han sido asesinados, serán resucitados para reinar con Cristo (cap. 20:4-6). Ellos tendrán parte en la resurrección de entre los muertos, es decir, en la primera resurrección, y su lugar estará en el cielo (Mat. 22:30).

Los que han escapado a la muerte tienen su parte bendita en la tierra.

Unos y otros cantan el mismo cántico nuevo, sea en el cielo o en la tierra. Varios rasgos han caracterizado la conducta de esos vencedores:

  • No se contaminaron con mujeres: no participaron en la corrupción religiosa caracterizada por Jezabel (cap. 2:20) y luego por Babilonia, la gran ramera (cap. 17:1). Son asociados a Cristo en su gobierno en la tierra: «Siguen al Cordero dondequiera que va». Durante el reinado milenario habrá en la tierra una multitud de seres humanos que gozarán apaciblemente de la bendición en la obediencia al Rey, sin haber conocido el sufrimiento durante el tiempo de su rechazo. Ellos no tendrán junto a él el lugar privilegiado de los santos mencionados aquí, que sufrieron mientras el Rey era desconocido y rechazado: estos son las «primicias para Dios y para el Cordero». Aquí pensamos en los hombres fuertes vinculados a David. Sufrieron durante el tiempo de su rechazo, pero también fueron honrados después de su ascenso al trono.
  • En su boca no fue hallada mentira, mientras alrededor de ellos todo era seducción y mentira.
  • Son irreprochables. Si los caracteres de su conducta en presencia del mal que los asalta por todas partes son reconocidos por Dios, ellos son vistos aquí en la posición que les es dada por la obra de Cristo. Irreprochable es el carácter de todos los que han sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Rom. 5:1; Col. 1:22), en quien tienen «redención, por medio de su sangre, el perdón de los pecados» (Efe. 1:4, 7).

Para los que en todos los tiempos atraviesan la persecución, ¡qué poderoso consuelo saber que Dios se interesa de tal manera en ellos! Él les prepara un lugar de honor en la compañía del que los ha salvado y a quien ellos no han negado.

12.4 - Los habitantes de la tierra (Apoc. 14:6-13)

12.4.1 - El anuncio del juicio y el Evangelio eterno (Apoc. 14:6-7)

Ya hemos hecho notar que este capítulo nos muestra cómo actúa Dios, mientras el poder del hombre parece alcanzar su apogeo en toda la tierra. La ejecución del juicio final es inminente, pero Dios aún hace anunciar el «evangelio eterno», único medio de escapar a ese juicio.

No se trata del Evangelio de la gracia por la fe en el Señor Jesús, tal como se predica actualmente en vista de la formación de la Iglesia, porque este periodo finalizará con el arrebato de los creyentes. Es la exhortación hecha a los hombres, desde la fundación del mundo, a temer a Dios y darle gloria como creador de todo el universo (Rom. 1:20-21). Más que nunca, los hombres serán empujados a cometer toda clase de idolatría, especialmente adorando a la bestia. Temer a Dios y darle gloria será entonces un acto de obediencia que pondrá en peligro de muerte, porque se tratará de negar toda adoración a la bestia.

12.4.2 - La caída de Babilonia (Apoc. 14:8)

Un segundo ángel está encargado de anunciar otro mensaje de gran importancia: la caída de «Babilonia la grande». Aquí aparece por primera vez en el libro del Apocalipsis el nombre simbólico y misterioso de esta «gran Babilonia» descrita en el capítulo 17. La descripción dada permite identificar a Babilonia como el sistema religioso de la profesión cristiana sin vida, que subsistirá después de que el Señor lleve a todos los que hayan creído en él. Pero no anticipemos. Primero, sentada sobre la bestia, la mujer identificada con Babilonia [2] tratará de imponer su influencia por medio de la bestia, pero esta y sus asociados la destruirán prontamente. La destrucción de Babilonia será considerada por los habitantes de la tierra como un triunfo de la bestia, pero el ángel les advierte que esta caída es la ejecución del juicio de Dios sobre la que había arrastrado a todas las naciones a cometer toda clase de extravíos.

[2] Nota del T.: Nombre místico de todas las religiones en la tierra, en particular la cristiandad apóstata, después del arrebato de la Iglesia; será destruida por la bestia, es decir el jefe del Imperio romano reconstituido (Apoc. 14:8; 16:17 al 18:24).

La caída definitiva de Babilonia la grande es un acontecimiento de enorme importancia, porque esta ciudad es el ejemplo mismo del orgullo y del poder de corrupción. Pero lejos de contribuir a la estabilidad del poder de la bestia, esta caída precede por poco a la destrucción de la bestia, y además es sentida muy profundamente en todo el mundo. Es el tema del capítulo 18, pero el anuncio es dado aquí como última advertencia a no adorar a la bestia.

12.4.3 - El juicio de los que rinden homenaje a la bestia (Apoc. 14:9-12)

Adorar a la bestia y a su imagen, aceptar llevar su marca, es en efecto la terrible tentación a la cual todos están sometidos, bajo amenaza de muerte (cap. 13:15). El tercer ángel anuncia claramente el terrible juicio que alcanzará a los hombres que cedan. Aún aquí solo mediante la obediencia a Dios y por la fe los santos serán manifestados fieles en esta puesta a prueba.

12.4.4 - La felicidad de los mártires (Apoc. 14:13)

Aún se oye una voz, rica en palabras de aliento para todos los que son perseguidos hasta la muerte. Muchos fueron decapitados por causa de su fiel testimonio durante ese tiempo de terrible prueba. Pero el fin de la prueba ha llegado; el sufrimiento terminará mediante la aparición pública de su Señor. El tiempo del reposo y de las recompensas ha llegado. Los que sufrieron la muerte por negarse a adorar a la bestia conocerán la primera resurrección para reinar con Cristo (cap. 20:4-6).

Este versículo se aplica directamente a los mártires de la gran tribulación, que se terminará con la introducción del reino de Cristo. Así también podemos encontrar un aliento, no solo para los que en todos los tiempos han expuesto su vida por su fidelidad al Señor, sino también para todos los que «mueren en el Señor», a quienes el apóstol Pablo llama «los muertos en Cristo» (1 Tes. 4:16), los que han muerto en la fe en Cristo. Vendrá el día en que el Señor mismo los resucitará (Juan 6:40) a fin de que estén con él para siempre.

Los creyentes también son animados a trabajar para el Señor mientras vivan en la tierra. Ellos no tienen nada que hacer para sí mismos, nada que presentar a Dios para ser aceptados, porque están «en el Señor», al abrigo del juicio, debido a la obra de Cristo cumplida en la cruz una vez para siempre. Pero «sus obras los siguen». Dios no olvida nada de lo que haya sido hecho para agradarle, y sabrá recompensar las obras de fe y el trabajo de amor (1 Tes. 1:3; Hebr. 6:10; 11:6). Gozando ya del reposo de nuestras almas a causa de la obra de Cristo, trabajemos con gozo para él, porque nuestro trabajo en el Señor no es vano (1 Cor. 15:58). Pronto, en su presencia, también descansaremos de nuestros trabajos.

12.5 - La crisis final. La siega y la vendimia (Apoc. 14:14-20)

Ha llegado el momento en que el juicio será ejecutado sobre la tierra por el que es visto en el cielo, sentado sobre la nube, semejante al Hijo del hombre y con una corona de oro en su cabeza. En el capítulo 1 aparece la misma persona gloriosa, Cristo mismo, para juzgar la Casa de Dios. Allí todavía no tenía la corona de oro, porque el momento de reinar aún no había llegado. Ahora va a establecer el reino en justicia mediante el juicio. Van a ser ejecutados 2 juicios distintos, representados respectivamente por la siega y la vendimia (Joel 3:11-14). Cada uno tiene su propio carácter: uno tiene por efecto reunir para el juicio, el otro tiene un efecto destructivo; pero otros rasgos los distinguen todavía.

El juicio de la siega se extiende a toda la tierra, mientras el juicio de la vendimia está más bien circunscrito al territorio de Israel. Si la tierra es segada, la vendimia se efectúa sobre «la cosecha de la tierra», y en el Antiguo Testamento la viña representa varias veces a Israel (Sal. 80:8; Is. 5:7). Pero como en esos pasajes la viña representa al pueblo que Dios ha establecido, del cual ha tenido cuidado, y que él considera entonces bajo el ángulo de su responsabilidad después de su decadencia, también podemos extender el significado de «la cosecha de la tierra» a toda religión sin vida.

12.5.1 - El juicio de la siega (Apoc. 14:14-16)

Una hoz aguda está en la mano del que aparece bajo el carácter del Hijo del hombre, y es él quien mete la hoz en la tierra, cuando el ángel que sale del templo anuncia que el momento ha llegado. Se puede relacionar con la enseñanza del Señor: «Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y recogerán de entre su reino a todos los que causan tropiezo» (Mat. 13:41). «Los segadores son los ángeles» (Mat. 13:39), pero es él quien dirige personalmente este trabajo perfecto (Sal. 18:30), trabajo que separa a los justos de los impíos, el buen grano de la cizaña, pero también el trigo de la paja (Mat. 3:12). Y la expresión: «la cosecha de la tierra está madura», más que madura, prueba que la paciencia del Señor ha esperado hasta el último límite. Mientras en la parábola de la cizaña (Mat. 13:24-30), que se aplica al final del periodo cristiano, el Señor insiste sobre la separación de los justos y los malvados, aquí se hace énfasis sobre la ejecución del juicio sobre toda la tierra: «y la tierra fue segada» (v. 16).

12.5.2 - El juicio de la vendimia (Apoc. 14:17-20)

La alusión al «templo que está en el cielo» muestra que Dios ha retomado sus relaciones con su pueblo: esto comienza por el juicio. La vendimia y pisar el lagar designan los juicios guerreros que se ejecutarán sobre la tierra y causarán la muerte a un gran número de hombres (Lam. 1:15; Is. 63:1-6). Aquí la hoz está en la mano de un ángel, y no en la del Hijo del hombre. Parece que el juicio se ejerce por mano de un intermediario. Por ejemplo, en Zacarías 12:6 se ve que Judá será el instrumento de un juicio guerrero contra los pueblos que asaltan a Jerusalén. La orden es dada por otro ángel que sale del altar, tal vez en respuesta a las oraciones de los santos (cap. 8:3). Este tiene «poder sobre el fuego»; dispone del medio para ejecutar el juicio. El lagar es el de la ira de Dios. El juicio se ejerce «fuera de la ciudad», sobre todos los enemigos de Israel. La destrucción de un gran número de hombres hará que torrentes de sangre sean derramados y que cubran una gran extensión. Algunos, siguiendo la sugerencia de Jerónimo (siglo 4), estiman que los 1.600 estadios representan la longitud del territorio de Palestina.

Es un juicio limitado en el tiempo y se ejerce sobre los hombres que viven en la tierra; siempre debe ser diferenciado del juicio eterno que alcanzará a los que sean lanzados en el lago de fuego y azufre (cap. 20:15).