Índice general
Los grilletes y el desertor
Autor: Tema:
1 - Un encuentro especial
Caminaba por el andén de Birmingham (Inglaterra) unos minutos antes de la salida del tren a Bristol, cuando me llamó la atención un desertor, esposado, sentado entre un soldado y un sargento. Sus rasgos delataban su angustia.
De repente pensé que, si mi Maestro estuviera allí, se habría sentado junto a ese hombre. Sí, Jesús, tu corazón estaba demasiado lleno de compasión como para pasar de largo ante un desdichado en angustia. Esos pensamientos me impulsaron a sentarme frente al pobre hombre. Me quedé sentado un momento en silencio, pensando en la misericordia de Dios que me había liberado del sargento Satanás y de los grilletes del pecado.
2 - Lectores, si no están seguros de su salvación eterna, deténganse un momento y escuchen con atención
Lectores, si ya están salvados, den gracias a Dios; si no, siéntense un momento conmigo y escuchen con atención. El pobre desertor parecía tener unos 40 años. Había desertado hacía muchos años, pero se había vuelto tan infeliz que se había entregado a las autoridades. Al haber sido separado de sus seres más queridos, y probablemente para siempre, me pareció que su corazón estaba demasiado abatido para soportar una larga conversación; pero he aquí, por lo que recuerdo, el intercambio que tuvo lugar con el sargento.
“¿Parece venir de lejos con su prisionero?
“Oh, sí, señor, ¡del otro lado de Glasgow!
“¡Vaya! Debe de ser muy doloroso tener las manos atadas así durante tanto tiempo”.
“Sin duda, señor”.
El corazón de aquel hombre parecía casi tan duro como la bayoneta que llevaba a su lado.
3 - El hombre pecador y culpable es esclavo del pecado
“Bueno, sargento, le dije, ¿ya le han quitado las esposas? ¿O sigue siendo prisionero del diablo? Él sabe que el pecado esposa al hombre y lo lleva así al juicio y al tormento eterno. Es terrible, sargento, estar encadenado así, ¿verdad?”
“Bueno, señor, le diré algo –respondió–: creo que un soldado tiene menos que reprocharse que cualquier otra persona. No se ve tentado a robar y engañar, como los hombres que trafican. Y, de hecho, este hombre es un tipo valiente, salvo que a veces bebe demasiado grog” [1].
[1] NdT. El grog es una bebida hecha de agua caliente azucarada, mezclada con un licor, generalmente ron,
“Aquí se equivoca sin duda. Creo que puedo mostrarle un pecado mayor que el de beber. Supongamos que este prisionero se vio empujado a alistarse bajo la influencia del alcohol. Admitamos que el alcohol lo convirtió en lo que es. Entonces puede mirar atrás y decir: mi pecado es haber bebido, he roto el corazón de mi pobre esposa, he abandonado a mis hijos llorando (aquí, las lágrimas comenzaron a correr por el rostro del pobre desertor). –Bueno, sargento, si un oficial de la guardia a caballo se encontrara con usted en el camino, digamos en Cheltenham, con la buena noticia para nuestro amigo aquí presente de que se ha pagado un fuerte rescate, que la reina ha enviado su carta de liberación, entonces, sargento, ¿cuál sería el mayor pecado? ¿La borrachera que le ha causado toda esta desgracia a él y a su pobre familia, o el pecado insensato y despiadado de negarse a confiar en el rescate tan elevado que se ha pagado?
Déjenme decirles que el pecado ha llevado a todos los hombres a la esclavitud, la miseria y la muerte. El diablo ha encadenado así al hombre a sí mismo. Su prisionero podría dormir y soñar que aquí no hay sargento ni grilletes, pero cuando despierta, descubre que solo es un sueño. Ustedes siguen ahí. Y los hombres pueden soñar que no hay diablo, al que están atados por el pecado y arrastrados por la codicia; pero cuando despiertan de verdad, descubren que esa esclavitud es una terrible realidad.
Sargento, si conociera el amor de Dios por todos los hombres que son pobres pecadores esposados. A pesar de que estábamos perdidos, Dios pagó un alto precio por nuestro rescate.
Sí, «siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom. 5:8). El precio del rescate fue pagado: Dios aceptó el precio pagado por los pecados: la preciosa sangre de Cristo. Lo demostró resucitando a su Hijo de entre los muertos y ahora concede una liberación gratuita a todo pecador que cree en él.
4 - La liberación de los pecados por Jesucristo
Y ahora, sargento, ¿cuánto tiempo le lleva quitarle las esposas a este pobre hombre? (Aquí, el sargento sacó una pequeña llave y me mostró cómo se podía hacer rápidamente). Esta pequeña llave es como la fe. Sí, actúa tan rápido como eso; el alma que cree lo que Dios declara, que acepta que en la Cruz se pagó el rescate, que por medio de Jesús se anuncia el perdón de los pecados, que por medio del Salvador mismo todos los que creen en él son justificados. Sí, inmediatamente esa alma está liberada. Las cadenas del pecado y la condenación se rompen para siempre.
5 - El mayor de los pecados es rechazar el amor de Dios expresado en el don de su Hijo
Ahora, sargento, ¿cuál es el peor de los pecados? ¿El que trajo la culpa y la condenación, y que precipita al hombre hacia el juicio y la muerte eterna; o bien ese pecado imperdonable que consiste en rechazar y despreciar el maravilloso amor de Dios, que dio a su Hijo único? Sí, ese pecado de rechazar ese rescate, la preciosa sangre del Hijo de Dios. El sargento parecía no haber oído nunca esta «palabra de vida» (vean Fil. 2:16). ¡Y cuánto reconfortó mi corazón ver el rostro de ese pobre desertor iluminarse de alegría! El Señor le había abierto los oídos para escuchar el Evangelio de la gracia de Dios.
6 - El sacrificio de Cristo es perfectamente suficiente para liberar al hombre culpable
Lectores, ¿siguen siendo esclavos del diablo, abocados a los tormentos eternos? Déjenme preguntarles: ¿quién puede liberarles, si no es Jesucristo? El prisionero esposado no podía liberarse a sí mismo. Le pregunté si podía hacerlo. Ah, apenas podía llevar la mano a los ojos para secarse las lágrimas. Entonces le pregunté al sargento qué pensaría de un oficial que negara la suficiencia del rescate ya aceptado por la reina diciendo: “Ah, ciertamente, es un precio elevado, pero no crean que la reina lo liberará sin que haga algo más para aumentar el valor de ese rescate. Pero, aunque hiciera todo lo que estuviera en su mano, solo podría tener una esperanza de libertad. Así que no confiaría en el mensaje de la reina”.
El sargento no podía soportar la idea de que la carta de liberación de la reina fuera insuficiente.
Esto recuerda al apóstol Pablo, que escribió: «Hay algunos que os perturban y quieren pervertir el Evangelio de Cristo» –«¡Si alguien os predica un evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema!» (vean Gál. 1:6-9).
7 - Las mentiras de nuestro tiempo sobre la salvación
¿No es esta la gran mentira de nuestra época? En esencia, se nos dice que no creamos en la plena suficiencia de la obra realizada por Cristo, cuando Dios mismo aceptó su sacrificio en la cruz y lo demostró resucitándolo. Estos lobos disfrazados de corderos nos dicen que Dios no perdonará nuestros pecados solo por el sacrificio de Cristo, que no nos liberará del poder del pecado y de Satanás solo por la muerte y resurrección de Jesucristo. ¡Huyan de estos mentirosos que sueñan y dicen: “¡Hagan lo mejor que puedan!” –Hagan todo lo posible, ¡de verdad!– cuando no hay nada mejor que se pueda hacer para liberar a un pecador encadenado. “¿Cumplir la Ley?” –No, porque Dios mismo dice en su Palabra que, si eso fuera posible, Cristo habría muerto en vano.
¡Aléjense de todas esas mentiras! Vuelvan a la Palabra de Dios. Lean Romanos 3; 1 Juan 4; Hebreos 10. Crean en el testimonio de Dios sobre el valor de la sangre de Cristo. Es cierto. Es perfectamente cierto que quien cree en el Señor Jesucristo es salvo.
8 - Las obras siguen a la fe
Pero ustedes preguntan: “¿Acaso no hay buenas obras que hacer?”. ¡Oh, sí! Pero ¿siguen los grilletes en sus muñecas o han sido quitados? Esa es la gran pregunta. El alma que ha sido verdaderamente liberada del poder de Satanás nunca olvidará su liberación y demostrará su gratitud con obras que agradan a su Salvador.
«Nosotros le amamos, porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19).
«Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios permanece en él» (1 Juan 4:16). Crean, pues; crean y vivan.