La propiciación
Autor:
La justificación, la redención, la vivificación
Tema:«Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios» (1 Pedro 3:18).
Este versículo contiene tres pensamientos notables. El primero es este: «Cristo padeció una vez por los pecados». Es bueno contemplar, por la fe, «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Cristo hizo «propiciación por los pecados del pueblo» (Hebr. 2:17). Todos los pecados que se han cometido son una afrenta y un insulto a Dios; su naturaleza santa exige que se ejerza un juicio justo sobre ellos. Cristo se enfrentó a este juicio precisamente cuando sufrió «una vez» por los pecados. Esta expresión «una vez» es de suma importancia. Hagamos una pausa por un momento para considerarla más de cerca.
Cristo vino «una vez» para quitar los pecados mediante el sacrificio de sí-mismo; esta «una vez» contrasta con los sacrificios que se ofrecían continuamente bajo la Ley, pero que nunca podían quitar los pecados (véase Hebr. 10:4). Su sacrificio no exige que sea repetido; es válido y perfecto a perpetuidad. Cristo era el Cordero de Dios, enviado para hacer su voluntad. Pudo decir: «Yo te glorifiqué en la tierra, acabando la obra que me diste que hiciera» (Juan 17:4). Y Dios aplicó su justo juicio contra los pecados sobre el Cordero que Él mismo había dado para este sacrificio; no puede sino aceptar, con plena y feliz satisfacción, lo que Él mismo ha provisto. Debido a que sufrió «una vez» por los pecados, Cristo ha satisfecho los santos requisitos de la soberanía de Dios a propósito de todos los pecados cometidos. Y Dios, a cambio, glorificó a quien tanto lo había glorificado, haciéndolo sentar en su propio trono, en ese lugar de supremacía indiscutible. ¡De esto trata la propiciación!
El velo que ocultaba a Dios y cerraba al hombre la entrada a su presencia fue rasgado. Ahora Dios brilla en toda su gloria en el rostro de Jesucristo. Dios es luz y es amor. Todo lo que Dios es, y todo lo que puede ser conocido de él, ha sido revelado. Por lo tanto, ¡es apropiado que nos arrojemos a sus pies y le rindamos homenaje!