El triple testimonio a la naturaleza sin pecado de Cristo
Autor: Tema:
«¿Quién de vosotros me convence del pecado?» (Juan 8:46)
La Escritura declara que por boca de dos o tres testigos toda palabra queda establecida (Mat. 18:16). La naturaleza sin pecado de nuestro Señor no puede ser cuestionada. Para establecerlo de forma irrefutable en las Escrituras, el Espíritu Santo hace tres menciones especiales sobre la naturaleza santa de Jesús: tres apóstoles que utiliza la presentan, cada uno desde una perspectiva diferente del conocimiento que tienen de Cristo.
Pablo, judío de nacimiento y ciudadano romano, había estudiado la ley judía con Gamaliel y, según su propio relato, se había convertido en un gran experto entre los fariseos (véase Fil. 3:4-6; Gál. 1:14). Después de su conversión, permaneció aparte durante unos tres años, frecuentando la escuela de Cristo (véase Gál. 3:18). Así, Pablo había adquirido un gran conocimiento sobre la Biblia y sobre Aquel que ella revela, Cristo. Fue él quien dijo que Cristo «no conoció pecado» (2 Cor. 5:21).
Pedro, un pescador, fue llamado por el Señor Jesús que dijo a sus discípulos: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mat. 4:19). Pedro era un hombre de acción. Fue él quien le dijo al Señor que lo lavara por completo. Fue el que cortó la oreja del esclavo del sumo sacerdote y renegó al Señor Jesús. Después de la ascensión del Señor, en el día de Pentecostés, Pedro fue el primero en predicar. Como hombre de acción, entendía muy bien las cosas que hacía Jesús. Por lo tanto, se puede decir de Él que «no hizo pecado» (1 Pe. 2:22).
Juan ha hablado de sí mismo con humildad, designándose, en su evangelio, como aquel «a quien Jesús amaba» (13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20). Estuvo con Pedro en el monte de la transfiguración. Fue él, quien estaba apoyado sobre el pecho de Jesús en la cena de Pascua, el que estuvo con Pedro y Santiago en el huerto de Getsemaní. Siendo así el que conocía al Señor Jesús quizás mejor que nadie, pudo decir: «En él no hay pecado» (1 Juan 3:5).
Es verdaderamente notable que estos tres testimonios juntos nos presenten la naturaleza completamente santa y sin pecado de nuestro Salvador, de una manera que excluye toda duda y la sustituye por la alabanza y la adoración.