Inédito Nuevo

Anunciar doctrinas perversas


person Autor: An Outline of Sound Words 3

flag Tema: Los desórdenes


Nota del traductor: término tomado del latín perversus: «Maligno, pérfido, cruel», que invierte por completo, que trastorna de arriba abajo.

1 - La enseñanza de Hechos 20:30

Cuando el apóstol Pablo se dirigió a los ancianos de Éfeso en Hechos 20, les advirtió de los peligros que acechaban a los santos después de su partida. Lobos voraces se entrarían entre ellos «que no perdonarán al rebaño». La historia de la Iglesia ha confirmado ampliamente las solemnes palabras del apóstol, ya que hombres malvados, imbuidos de malas doctrinas y prácticas, se han aprovechado de los santos, sembrando el desorden y la división entre ellos y deshonrando el nombre del Señor ante el mundo. Los escritos del apóstol Juan constituyen una advertencia y una protección especial contra las enseñanzas perversas de estos hombres malvados y dañinos.

Un peligro más sutil para los santos, contra el cual advirtió el apóstol Pablo, es el siguiente: «De entre vosotros mismos se levantarán hombres hablando cosas perversas, con el fin de arrastrar a los discípulos tras de sí» (Hec. 20:30). Estos no “entrarían” como lobos voraces; ya estaban en el seno mismo de la Iglesia. El lobo dispersa; pero estos hombres buscarían reunir, pero no en torno a la Persona de Cristo: desean reunir discípulos en torno a sí mismos y, al hacerlo, apartarlos de su simple lealtad a Cristo.

El motivo de estos hombres está claramente expuesto: ponerse a sí mismos en primer plano, y no a Cristo. Para glorificarse ante los hombres, estaban dispuestos a apartar a los discípulos de Cristo para convertirlos en sus discípulos. ¡Qué diferencia con Juan el Bautista, que dirigía a sus propios discípulos hacia Cristo, para que se convirtieran en discípulos suyos! El corazón de Juan el Bautista estaba lleno de Cristo cuando dijo: «He aquí el Cordero de Dios» (Juan 1:29), y su testimonio a favor de Jesús llevó a 2 de sus discípulos a seguirlo sin demora.

Para alcanzar su objetivo, estos hombres malvados e interesados anuncian doctrinas perversas, enseñanzas que se alejan de la verdad de Dios. Son hombres influyentes en la Iglesia, dotados de cierta capacidad de enseñanza, que utilizan su influencia y sus enseñanzas para ser jefes de partidos, caracterizados por doctrinas y prácticas diferentes de las dadas en las Escrituras para la Iglesia de Dios.

No niegan directamente las verdades de las Escrituras, pero las pervierten dándoles una interpretación personal, un significado diferente al que los santos recibieron de los apóstoles y de aquellos que deseaban seguir de cerca los pasos de los apóstoles. Los discípulos de estos hombres son abandonados a su suerte en la confusión, recurriendo a estos falsos guías para recibir su enseñanza en lugar de a la Palabra de Dios.

Estos maestros a veces se presentan como poseedores de una autoridad divina “especial” para enseñar, de modo que su ministerio es autoritario a los ojos de sus discípulos. Estos discípulos engañados no comprenden que el único ministerio que tiene autoridad en la Iglesia es el que viene de las Escrituras, por inspiración divina, por el Espíritu Santo.

2 - El ministerio de un maestro fiel

Un maestro que viene de Dios siempre dirigirá a sus oyentes a Cristo y los remitirá a la Palabra infalible de Dios como el refugio seguro del alma. Cuando se dice la verdad, los verdaderos creyentes la recibirán “con toda buena disposición”, pero también buscarán en las Escrituras la confirmación de lo que han oído, como los de Berea (Hec. 17:11). El maestro fiel siempre deseará que quienes le escuchan comprueben lo que ha dicho, basándose en la autoridad de la Santa Palabra de Dios. Siempre procurará transmitir solo los pensamientos de Dios.

3 - Tristes ejemplos de doctrinas perversas

Himeneo y Fileto no transmitieron los pensamientos de Dios cuando dijeron que la resurrección ya había tenido lugar (2 Tim. 2:18). No negaron la verdad de la resurrección, pero la pervirtieron al dar sus propios pensamientos sobre el tema en lugar de transmitir lo que Dios había dicho.

Los que se apoyaron en las palabras de estos maestros en lugar de basarse en la Palabra de Dios se descarriaron, y su fe se trastornó. En lugar de estar ocupados con Cristo en el cielo y esperar que él los llevara allí, tenían sus pensamientos y esperanzas concentrados en la tierra y habían perdido la verdad de su vocación celestial.

A lo largo de los siglos, muchos falsos maestros han sostenido doctrinas perversas para asegurarse un lugar entre los hombres. A veces han enfatizado una gran verdad en detrimento de otra, como cuando la filiación de Cristo en su humanidad fue utilizada para negar su filiación desde la eternidad. Aunque el Hijo, al orar a su Padre, haya dicho: «Porque me amaste desde antes de la fundación del mundo» (Juan 17:24).

Otros maestros se atrevieron a decir que el Padre no amaba –al Hijo– antes de la fundación del mundo. ¿No es esto perverso?

La Escritura también nos exhorta a orar «en el Espíritu Santo» (Judas 20), pero algunos, sin ningún fundamento bíblico, han enseñado a sus discípulos a orar al Espíritu Santo. ¿No es esto una perversión? Muchas enseñanzas divinas han sido dejadas de lado o abandonadas por las palabras perversas de los hombres, como lo demuestra la exhortación divina de no separar al marido de la mujer (el divorcio), a pesar del solemne comentario del Señor sobre Génesis 2:24: «Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre» (Mat. 19:6).

4 - Confiar en las Escrituras con la ayuda del Espíritu Santo

Nuestra protección divina contra esto, y contra cualquier otra forma de mal, es conocer bien y descansar absolutamente en la Palabra de Dios y en la ayuda y el socorro del Espíritu Santo que mora en nosotros. Aunque apreciamos todos los dones que el Señor nos ha concedido para edificarnos, no debemos volvernos dependientes de los hombres para la enseñanza divina, como está escrito: «La unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que alguien os enseñe; sino que, como su unción os enseña acerca de todo, es verdad y no mentira, tal como os enseñó, permaneced en ella» (1 Juan 2:27).