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Gayo, un hermano fiel y devoto
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Traducido de «Le Messager Évangélique», año 1952, página 50
Entre los creyentes de los tiempos apostólicos, hubo hermanos fieles que caminaban «en verdad y [en] amor» (2 Juan 3). La Escritura se complace en señalárnoslos para que sean modelos para nosotros y estímulos para nuestra fe. Tal era Gayo (3 Juan 1).
1 - Gayo, el amado
En primer lugar, el apóstol llama a Gayo «el amado» (v. 1). Y 4 veces en su breve carta emplea este mismo calificativo para referirse a él. Ya en otro tiempo, al profeta Daniel se le había dicho: «Tú eres muy amado» (Dan. 9:23). En las Epístolas de Pedro, Juan y Judas, encontramos a menudo estas palabras: «Amados». Hermanos, dejemos que estas 2 palabras penetren hasta lo más profundo de nuestro corazón. Nosotros también, por gracia, somos «amados de Dios» (Rom. 1:7), «hermanos amados por el Señor» (2 Tes. 2:13). Es la parte que le corresponde al creyente más humilde, al más joven, al más pequeño de los hijos de Dios. Nuestras almas necesitan sumergirse sin cesar en ese océano sin límites que es el amor divino. «Como el Padre me ha amado, así yo os he amado; permaneced en mi amor» (Juan 15:9). En nuestra época de tibieza laodicense, que podamos estar llenos del amor de Dios que «ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rom. 5:5).
2 - Gayo prosperaba
En segundo lugar, el alma de Gayo prosperaba. El apóstol expresaba sus deseos diciendo: «Amado, ruego que prospere en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma» (v. 2). Podemos tener una excelente salud corporal y un alma languideciente. Por lo tanto, la prosperidad del alma es lo que debemos buscar cuidadosamente y, ante todo. ¿Y cómo hacerlo? Simplemente permaneciendo a los pies de Jesús, bebiendo a sorbos de la fuente de las aguas vivas, alimentándonos del Pan de vida y llevando a otros lo que nosotros mismos hemos encontrado en Cristo, porque «el que saciare… será saciado» (Prov. 11:25). El primer salmo nos muestra el gozo de quien vive separado del mal y del mundo y encuentra su placer en la Palabra de Dios: «Será como árbol plantado junto a corrientes de agua… todo lo que hace prosperará» (Sal. 1:1-3; comp. Jer. 17:7-8).
3 - La significación del nombre de Gayo
El propio nombre de Gayo también habla a nuestros corazones. Este nombre significa “Gozoso”. Aquel cuya alma prospera puede estar gozoso, incluso en la adversidad. Él cumple la exhortación renovada del apóstol: «Hermanos, regocijaos en el Señor» (Fil. 3:1; 4:4; 1 Tes. 5:16). ¿Estamos siempre alegres? «¿Alguno está feliz? Que cante alabanzas» (Sant. 5:13). Incluso en el sufrimiento, incluso en la prueba, todavía podemos regocijarnos en Cristo. El apóstol Pedro escribió a los creyentes afligidos: «Amados, no os extrañéis de la hoguera que hay en medio de vosotros» (1 Pe. 4:12). Ahora bien, él les acababa de decir: «A quien amáis sin haberle visto; en quien (Jesucristo) aun sin verle, creéis, y os alegráis con gozo inefable y glorioso» (1 Pe. 1:8). El corazón gozoso alegra «el rostro» y «constituye un buen remedio» (Prov. 15:13; 17:22). «El corazón contento tiene un banquete continuo» (Prov. 15:15).
4 - Gayo caminaba en la verdad
Gayo andaba «en la verdad». Es llamativo que el apóstol mencione este rasgo antes de hablar de su “amor por los hermanos”. En nuestra época, en la que se multiplican los errores y las doctrinas perversas, es de suma importancia conocer «la verdad» (2 Juan 1). Esdras era un escriba «diligente en la ley de Moisés» (Esd. 7:6). Ojalá nosotros también podamos escudriñar las Escrituras, sin añadirles nada ni quitarles nada, y guardar «el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros» (2 Tim. 1:14). Bienaventurados los que han recibido «el amor de la verdad» (2 Tes. 2:10). Ya en Proverbios leemos: «Compra la verdad, y no la vendas» (Prov. 23:23). A los que conocen la verdad, el Señor les puede decir: «Retened lo que tenéis hasta que yo venga» (Apoc. 2:25). Sin embargo, no basta con conocer la verdad con la inteligencia: hay que recibirla con el corazón. Entonces podremos «andar en la verdad». Cristo es la verdad. La Palabra es la verdad. Caminar en la verdad es, por tanto, seguir en la tierra las huellas de Jesús y poner en práctica la Palabra de Dios.
5 - Gayo practicaba la hospitalidad
Gayo practicaba «la hospitalidad» (Rom. 12:13). Se podría decir incluso que “se aplicaba a ello”. A los hebreos se les había dicho: «No os olvidéis la hospitalidad; porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (Hebr. 13:2). La Segunda Epístola de Juan nos indica a quiénes no debemos recibir en nuestras casas: a los que no traen la doctrina de Cristo, y en particular a los que son llamados «el engañador y el anticristo» (2 Juan 7). Su rasgo característico es que «no confiesan a Jesucristo venido en carne». Ahora bien, es sorprendente constatar cómo este último rasgo se aplica hoy en día exactamente a varias sectas activas a nuestro alrededor y que todos podemos identificar. Por el contrario, en la Tercera Epístola de Juan, aquellos a quienes «debemos recibir» (v. 8) son los que han salido «por causa del Nombre» (de Jesús) y que, caminando ellos mismos en la verdad, anuncian la Palabra con fidelidad. Y al recibirlos, cooperamos «con la verdad» (v. 8).
6 - La fidelidad de Gayo
El apóstol puede mencionar también la «fidelidad» de Gayo. «Amado, obras con fidelidad en todo lo que haces por los hermanos, incluso con los extranjeros» (v. 5). Lidia, después de su conversión y bautismo, puede decir a Pablo y a Silas: «Si habéis juzgado ser fiel al Señor, entrad en mi casa y quedaros en ella. Y nos obligó» (Hec. 16:15). Si somos «fieles al Señor», actuaremos fielmente en todo lo que hagamos hacia los hermanos. El apego del corazón a Cristo se manifiesta exteriormente por nuestra dedicación a nuestros hermanos.
7 - El amor de Gayo
Por último, un último rasgo de este alegre cuadro es el amor de Gayo: caminaba en la verdad, pero también caminaba en el amor. Estos hermanos extranjeros «dieron testimonio de tu amor ante la iglesia» (v. 6). ¡Qué hermoso testimonio! Este es el secreto de la actividad de Gayo. El amor de Dios fue derramado en su corazón por el Espíritu Santo, y luego se extendió hacia fuera, hacia los amados hermanos que él recibía en su casa y a los que prodigaba todo su afecto. Velemos por no obstaculizar nosotros mismos la acción del Espíritu en nosotros, sino que, por el contrario, el amor de Dios llene nuestros corazones y los haga rebosar. Entonces «ríos de agua viva» podrán derramarse sobre nuestros hermanos y también sobre aquellos que aún están sin Cristo y sin esperanza en el mundo (vean Juan 7:38).
Se cuenta una historia interesante sobre este eminente siervo de Dios, J.N. Darby. Llegó a la estación (de tren) y fue recibido por varios hermanos. Uno de ellos, un hermano rico con su coche y su par de caballos se adelantó para pedir al eminente siervo que fuera su invitado. El Sr. Darby era muy rápido en captar una situación. Se apresuró a preguntar: “¿Quién recibe por lo general a los siervos del Señor?”. Le señalaron a un humilde hermano, sin coche ni caballos. “Entonces”, dijo el Sr. Darby, “me quedaré con él”, mostrando así que apreciaba la actitud general de hospitalidad. El hermano rico regresó solo a su casa. Si se hubiera preocupado por los santos humildes, sin duda habría tenido el honor de recibir al Sr. Darby.